Un soplo de aire fresco
Recapitulemos: Xavi Rey, que estaba haciendo la mejor temporada de su vida y que en algún momento pudo hasta ser considerado (eso que solemos llamar) jugador-franquicia, lleva lesionado desde tiempo inmemorial. Jon Scheyer se apeó del barco en marcha, colgó las botas y las cambió por el traje y la corbata para irse a la vera del maestro Krzyzewski en su Cameron Indoor de Duke. Su presunto sustituto Chamberlain Oguchi se quedó pinchado en un bloqueo nada más llegar y ahí sigue, por ahora. Tomás Bellas, rescatado hace años de las profundidades de la LEB, hoy es probablemente el base más infravalorado de la ACB, acaso también el jugador (de cualquier posición) más infravalorado de la Liga; algo en lo que no le va muy a la zaga (en la infravaloración, me refiero) su compañero Eulis Báez, auténtica joya que tal vez sólo necesitaba encontrarse con el técnico ideal para sacar a relucir todas sus capacidades.
Jugadores que dieron tumbos por aquí y por allá, como el propio Báez, como Newley, como ese mismo Beirán que necesitó irse tan lejos de casa para que por fin entendiéramos que era mucho más que un tirador. O como Slokar, ése de quien Messina dijo una vez que era demasiado inteligente para jugar al baloncesto, tal vez su problema fuera no haberse encontrado aún con el entrenador capaz de asumir y administrar esa misma inteligencia. Añádase a Óscar Alvarado y Walter Tavares, diamantes (cada vez menos) en bruto que van puliéndose día a día; añádase a Roberto Guerra, leyenda viva del club, el jugador canario por antonomasia, rescatado casi de la jubilación para hacer equipo y bien que lo está haciendo; añádase por supuesto a Spencer Nelson, camino de convertirse en una institución como en su día lo fue (lo será siempre) Jim Moran; añádase cómo no a un Ryan Toolson que desde ya debería dejar de ser el sobrino de y el primo de, la verdadera estrella de un equipo sin estrellas.
Y ciérrese el círculo con el principal culpable de todo esto, don (hoy más don que nunca) Pedro Martínez, con todo su equipo técnico, también con ese previo encaje de bolillos que hoy hace Berdi Pérez, que antes hizo Himar Ojeda y aún antes otra vez Berdi. Y con sus gentes, esas buenas gentes que cada domingo se visten de amarillo y se pegan el madrugón (una hora menos, recuerden) para abarrotar el CID, que llevaban años rondándolo, que rompieron una primera barrera en febrero y ahora han roto por fin la barrera definitiva, que acaso crean que han cumplido un sueño y no se den cuenta (o tal vez sí) de que el sueño sigue abierto, no tiene por qué ser final sino principio, esto no ha hecho más que empezar. Esto es suyo, esta felicidad es de todos ustedes, disfrútenla por favor.
Aquí la entrevista de hace unas semanas con Pedro Martínez en Tirando a Fallar
Sigamos recapitulando pero ahora un poco más arriba, unos cuantos miles de kilómetros hacia el nordeste: Henk Norel (como Xavi Rey en el párrafo anterior), seriamente averiado justo cuando iba camino de convertirse en la piedra angular de este proyecto. Michael Roll, Chad Toppert, Damjan Rudez, Joseph Jones, Golubovic, seres anónimos de cuya existencia apenas sabrían cuatro gatos antes de llegar a Aragón, tipos a quienes aún hoy apenas reconocerían más abajo de Calatayud o más arriba de Barbastro (por ejemplo). Como Stefansson, el islandés errante, tantas veces rebotado de tantos y tantos sitios. O como el mismísimo Sam Van Rossom, otro gran base, otro ejemplo palmario de infravaloración. O como Albert Fontet, quién nos lo iba a decir, felizmente recuperado para el baloncesto de élite. Y ese Pedro Llompart que era la pieza que faltaba para completar el puzzle, el pegamento que da sentido a todo lo demás; y por supuesto ese Pablo Aguilar, la verdadera joya de la corona que mucho me temo que les va a durar lo que (dicen que) dura un caramelo a la puerta de un colegio.
Claro está, dirán que todo eso no es gran cosa, dirán que todos estos nombres más bien parecen deshechos de tienta, dirán lo mismo que habrían dicho en el párrafo anterior pero sucede a veces que para amalgamarlo existen profesionales como aquel Pedro Martínez o este José Luis Abós, el hombre (aparentemente) tranquilo que durante estas pasadas temporadas cargó con el mochuelo de que los resultados no estuvieran (presuntamente) en consonancia con la inversión realizada, contra todo pronóstico sus jefes tuvieron paciencia, le respaldaron y ahí está el fruto, ese que hoy disfruta (valga la redundancia) una afición inmensa, la misma que no murió cuando murió el anterior CAI, la misma que vio nacer de la nada a este nuevo CAI y lo mantuvo vivo en LEB, la misma que soportó frustración tras frustración en cada intento de ascenso a la ACB y aún así siguió adelante como si no hubiera pasado nada, la misma que tuvo al fin su premio y lo perdió y volvió a tenerlo, la misma que hoy valorará esto más que nadie porque sabe lo que cuesta lograrlo, sabe que han tenido que pasar más de veinte años para que Zaragoza (con otro club que se llama igual pero ya no es el mismo) vuelva a sentirse en la élite de la ACB.
Probablemente habrá quien se rasgue las vestiduras (más allá de lo obvio, más allá de las lógicas rasgaduras en Vitoria o Valencia), habrá incluso quien se eche las manos a la cabeza y piense que van a ser unas semifinales descafeinadas, que esto puede ser la ruina para la ACB y para su relación con TVE, todo lo que ustedes quieran pero qué quieren que les diga, a mí el hecho de que dos proyectos tan ilusionantes como Granca y CAI vayan a jugar las semifinales de la ACB me parece una magnífica noticia y un maravilloso soplo de aire fresco para nuestro baloncesto. Quizá no recuerden que hubo un tiempo (pongamos que dos décadas atrás) en el que se solía decir que ACB era en realidad el acrónimo de Acaban los Cuatro Buenos (creo recordar que la paternidad de la idea correspondió a Vicente Salaner) por aquello de que, sucediera lo que sucediera antes, al final las semifinales siempre las acababan jugando Madrid, Barça, Joventut y Estudiantes. Quizá sí recuerden que hubo otro tiempo bastante más reciente en el que igualmente Acababan casi siempre los Cuatro Buenos si bien estos ya eran Madrid, Barça, Baskonia y Unicaja, si acaso con ligerísimas incursiones (según las épocas) de Caja San Fernando, Valencia o más recientemente Bilbao Basket.
En demasiadas ocasiones las semifinales ACB han parecido un coto cerrado, y por eso me alegra tanto que esta competición de alguna manera se democratice, que se abra a equipos que llevan años y años trabajando bien y se merecen con creces este premio. Me alegra aunque también lo sienta por un gran tipo como Zan Tabak, aunque lo sienta por un Valencia Basket que fichó tal vez mejor que ningún año para al final acabar casi igual que todos los años. Me alegra aunque los agoreros del apocalipsis intenten estropeármelo, me alegra aunque algunos linces ya estén dando por hecho cuál será el resultado, me alegra aunque algún periódico deportivo abra hoy su sección de baloncesto titulando a cinco columnas Todo apunta a una final Real Madrid-Barcelona como si no hubiera otra noticia, como si en este país no existieran otras realidades deportivas que merezcan ser contadas más allá de esa estomagante dualidad.
Me alegra aunque siga sin entender (problema mío, que soy así de ignorante) qué tendría que pasar para que Granca y/o CAI jugaran Euroliga (que eso sí que es un coto cerrado), si les bastaría con llegar a la final o si además necesitarían ganarla, o si ni aún así la jugarían siquiera. Sí, me alegran estas semis y pienso disfrutarlas aunque una vez más me las vayan a televisar a medias, y créanme que todo lo demás (audiencias incluidas) por una vez me va a importar poco menos que un bledo (sea lo que sea un bledo). Si éstas también son sus semis, no permitan que nada ni nadie se las estropee.
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José Díaz Tenorio en Twiiter: @Zaid5x5