Rumiando un fracaso histórico
Hace ya casi cuarenta y ocho horas del mayor fracaso de la historia del baloncesto español. He tardado quizá algo más de lo debido en sentarme ante el ordenador para escribir este texto, buscando analizar lo ocurrido más en frío y no con el calentón de la primera noche o la resaca, pero desde luego la concepción de la frase con la que comienzo este artículo va cada vez a peor. A aquellos que ponen al mismo nivel el angolazo de Barcelona 92 les diré que no tiene nada que ver. En aquel año, una medalla era un milagro, una absoluta quimera. Y, como dijo Chechu Biriukov el pasado jueves en Tiempo Extra, la derrota con Angola se veía venir. Esto de Francia, pese a tener enfrente a todo un campeón de Europa (con sus bajas, sí, pero equipo de alto nivel en todo caso), es el mayor tortazo en la cara que le ha dado nuca al aficionado español. Con todas las letras, el fracaso más rotundo de nuestro baloncesto. Y lo peor, cuando menos lo esperábamos, seguramente.
No pretendo aburrir al lector con un texto muy largo, pero me temo que es necesario explayarse. Es imposible no pararse a pensar en las causas por las que uno de los equipos con mayor talento de la historia del baloncesto, termina un partido de cuartos de final de una Copa del Mundo absolutamente superado por las circunstancias, con todos de sus jugadores rindiendo por debajo de sus posibilidades, anotando 52 puntos pese a jugar en casa, y jugando el peor baloncesto posible, pese a tener sobre la pista a una suma de talentos que cualquiera desearía juntar a la vez sobre un parqué. Porque esa es la peor sensación que a uno le queda, tras lo vivido. En el peor escenario imaginable, se nos podía pasar por la cabeza una derrota ante Francia, siendo la movilidad de sus pívots un problema para los nuestros, pero jamás podíamos imaginar una derrota con este equipo absolutamente superado por los acontecimientos, anotando 52 puntos y haciendo el peor baloncesto que le hayamos visto nunca durante 40 minutos continuados. Recuerdo aquella semifinal ante Rusia en los Juegos de Londres, con una primera parte espantosa, pero no olvido cómo aquel equipo sacó adelante aquella situación. Lo vivido el pasado miércoles en Madrid pasa por ser la mayor anulación de talento que uno recuerde en una cancha de baloncesto. No es posible jugar peor teniendo un equipo tan bueno.
¿Qué ocurrió, pues? Pasó que pecamos de una tremenda soberbia, y que seguramente muchos pensamos que Francia, como Serbia después, terminaría cayendo de madura pasara lo que pasara. Lo vivido en la preparación del torneo, y en la primera fase en Granada, nos había llevado a creer que era imposible que nadie, dejando a un lado claro a Estados Unidos, podía aguantar 40 minutos a España, que bordó el baloncesto en la ciudad de la Alhambra, cuando rivales como Serbia o Francia, apenas enseñaron nada, y quizá tan sólo Brasil, Varejao mediante, puso un alto nivel de dureza (legal, ojo) en el partido, coincidiendo con los peores minutos de España. Y así, se llegó a Madrid, pensando que esto iba a ser a la carrera hasta la final. Pero no.
Y no lo fue porque los equipos, en un torneo de estas características, evolucionan. Y más, cuando dado el maléfico sistema de competición de este torneo (hecho a medida de la soberbia española, buscando a toda costa una final con Estados Unidos), sabes que es mucho más probable que vuelvas a encontrarte en los cruces a un equipo que has tenido en tu grupo. Así que, Francia, como Serbia, o seguramente Brasil llegado el caso (aunque vaya decepción el equipo de Magnano, quede claro), han sido equipos muy diferentes en la fase de cruces, equipos que han dado un paso adelante. España, mal que nos pese, ha sido el mismo equipo en Granada y en Madrid, y cuando no le dejaron sentirse a gusto y correr… Sencillamente se acabó el mundo. La defensa planteada por Vicent Collet en el partido de cuartos fue de manual, alejando permanentemente a los pívots españoles de su zona de influencia, bajo el aro. Los galos habían avisado en la previa de que usarían las faltas tácticas (sí, esas de las que no se ha pitado ninguna como antideportiva en todo el torneo, ¡Qué cruz!) siempre que hiciera falta para que España no corriera, pero ni les hizo falta emplearlas. Su dominio del rebote fue tan abrumador que apenas hubo necesidad de tirar de la falta táctica, pues los de Orenga ni intentaron correr, por pura imposibilidad para hacerlo. Por tanto, Francia había logrado varios objetivos con su planteamiento, alejar del aro a los pívots españoles, y evitar la velocidad en el juego español, que le hace casi invencible. Era ese, sin duda, el momento para que España demostrara que tiene un seleccionador al nivel de su rival, era el momento de que Juan Antonio Orenga justificara su cargo.
Pero nada más lejos de la realidad. Según avanzaban los minutos, el equipo entraba en un callejón sin salida, que pensábamos que se abandonaría por puro talento. Pero no, el talento, la magia, a veces se agarrota, y más jugando en casa, algo que puede complicar las cosas cuando no te van del todo bien, pues la presión es mayor según se acerca el final. Orenga, completamente superado por lo que estaba viendo, observaba el partido como uno más, esperando que la manzana francesa cayera del árbol por las leyes de Newton, no porque él fuera a dar un giro al partido. Detrás, Jenaro Díaz y Sito Alonso, mucho más activos, mucho más ávidos, mucho más expertos en partidos complicados, daban algún consejo para cambiar el choque, pero tampoco podían coger el bastón de mano, evidentemente, pese a ser conscientes de la que se venía encima. La única táctica parecía ser entregarse al talento individual de los jugadores, algo que está muy bien cuando todo va rodado, y que genera un altísimo nivel de juego como el visto en Granada, de ese que enamora al público. Pero, por suerte o por desgracia, y más en el baloncesto moderno, el entrenador es una figura clave, por tener la capacidad de anular el talento y, por, en teoría, tener la capacidad de devolver el talento anulado a sus jugadores con su experiencia.
Así que España no corría (salvo buena parte del tercer cuarto, cuando el equipo se empleó realmente en defensa), y ante la ocupación de espacios francesa, todo tenía que ser ataque estático. Y desde la banda, el seleccionador, seguía esperando la caída de la manzana, que insistía en resistir a descolgarse del árbol, muy puñetera ella. Mientras, sobre la cancha, un equipo superado por los acontecimientos abusaba del bote, de las acciones individuales, de los tiros desequilibrados. El talento pedía auxilio, pero no lo encontró. Y no lo encontró porque la gestión de los tiempos muertos fue espantosa, o casi inexistente, para sorpresa de todos (ya caerán los franceses, ya…), así como la de las rotaciones. Podemos entender que Orenga haya querido jugar el torneo con una rotación corta, de 9 jugadores, pero no se puede comprender que, en un partido tan difícil, cuando nadie está jugando a su nivel real, no sirva de nada mirar al banquillo y darle dos minutos, por probar, a lo que te quede por ahí, jugadores nivel todos ellos. No me ha convencido el campeonato de Felipe Reyes, al que creo que el primer nivel físico ya le queda grande y engorda sus carencias de pívot bajo, pero no es concebible que con la sangría reboteadora del miércoles no lo puedas probar dos minutos, a ver si algo cambia. Peor no iban a ir las cosas, y si siguen igual de mal, gracias por los servicios y al banquillo de vuelta. Quizá aquí el no poder cabrear a Serge Ibaka, eterno disconforme con su rol en la selección, influyó. Pero un entrenador está para tomar decisiones de ese tipo. Y digo lo mismo de Víctor Claver, y por supuesto de un Álex Abrines que cada vez que ha salido en la Copa del Mundo se ha ganado sus minutos. ¿Qué problema hay en darle 120 segundos, si casi nada puede salir peor de como está saliendo?
Sigamos, porque hay más. Más allá de la dirección de un partido, de cambiar la forma de jugar, de mover tu banquillo, o de parar el juego con un tiempo cuando es necesario, en un partido tan importante e igualado, es crucial el manejo que el entrenador puede hacer del arbitraje. Y en, eso, también Francia nos comió la tostada. En plena remontada española en el tercer cuarto, en el momento de mayor calentón del Palacio de los Deportes, y cuando las piernas de los nuestros parecía que habían dejado de ser tablones repletos de ácido láctico y nervios, tangana, técnica al canto, y dos minutos el juego parado, perfecto para cortar el ritmo. Dicho en francés, chapeau. ¿Trató Juan Orenga en algún momento de cambiar el partido desde el arbitraje, con una protesta o técnica que hubiera puesto de nuevo al público enfervorecido y al equipo de nuevo enchufado en un partido tan sentimental, con toda una Francia enfrente? No, sencillamente porque estaba superado, bloqueado, porque no tenía recursos para saber qué hacer, más allá de los que le llegaran de sus ayudantes. Porque, sencillamente, es un entrenador inexperto, al que los partidos igualados le han venido enormes (no ha ganado ni un partido por menos de diez puntos entre el Eurobasket del año pasado y esta Copa del Mundo, un balance absolutamente dramático).
Y es que, efectivamente, Juan Antonio Orenga en este caso es un cabeza de turco. Un pobre diablo que, desde luego, no puede seguir ni un segundo más como seleccionador nacional, pues es en una buena medida culpable del nefasto partido vivido el pasado miércoles. Me apena, porque me parece buena persona, pero sencillamente es incapaz de conducir un coche de tal cilindrada. Y creo firmemente que va a tener muy difícil volver a entrenar en nuestro país, pues a ver quién es el guapo que le dice a sus aficionados que el nuevo entrenador de su equipo es alguien que ha quedado ya retratado para siempre por dos partidos ante Francia en los que el único recurso en los minutos finales era que el base botara y botara y que jugará para un Gasol (Marc el año pasado, Pau éste), mientras Francia observaba atónica y frotándose las manos la incapacidad española para hacer algo acorde con su nivel real, más aún este año con el equipo al completo.
Subamos por tanto un escalón, hacia Ángel Palmi y José Luis Sáez, Director Deportivo y Presidente respectivamente de la Federación Española y, por ende, responsables directos del cargo que aún hoy sigue ostentando Juan Orenga. Desde luego algo deberán de hacer, una vez comprobado que los experimentos, con gaseosa. Se ha desperdiciado la mayor oportunidad reciente del baloncesto en España para volver a crecer, desde la bochornosa cobertura de Mediaset hasta, obviamente, la falta de un resultado positivo para un equipo que, individualmente, estaba sencillamente dos escalones por encima de todos los demás salvo Estados Unidos. Ellos son los máximos responsables de la citada previamente soberbia de la que ha pecado España. Pese a que, como no puede ser de otra forma, sus declaraciones públicas no iban en ese sentido, por sus actos les conoceréis. Desde la elección de Orenga, pensando que la manzana caería sola y que llegaríamos a la final con la gorra, hasta el trabajo en pos de un sistema de competición hecho a la medida de esa final soñada, pasando por repetir errores del pasado con el asunto de los palcos VIPs, principalmente en Madrid, donde bien es cierto que no se repitió la lamentable imagen de frialdad de la final ante Rusia en el Eurobasket 2007, pero donde desde luego el Palacio de los Deportes distó mucho de ser una olla a presión para Francia, pues los que animaron y apretaron de verdad, que ni mucho menos fueron todos, estaban en las zonas más altas del recinto. Yo entiendo, como el que más, que una ocasión así se pueda aprovechar para hacer negocios, que tan bien le pueden venir a un país machacado como éste, pero ello no debería hipotecar las opciones de la selección, y a fe que hemos vuelto a meter la pata por ahí, por no hablar de los disparatados precios de algunas entradas. Así que espero ávido la reacción desde la Federación, sean las decisiones que sean, pero desde luego va siendo hora ya de limpiarnos de toda esta sensación de estar a otro nivel, por encima del bien y del mal, en la mismísima ÑBA. Porque, por segundo año consecutivo Francia, y esta vez jugando con dos palillos y un tambor, nos ha puesto los pies en la tierra.
Porque nos han pintado la cara bien. Y por eso aplaudo declaraciones como las de Florent Pietrius o Kenneth Faried, ambos en la línea de falta de respeto por parte de España. Unos, los galos, porque tras lo de Granada y aquel 88-64, pensaríamos que esto iba a ser igual y la manzana caería, como bien dijo Navarro acusando directamente de falta de preparación sobre el partido, y otros, los americanos, porque, especialmente desde la baja de Durant, parecía casi una obligación llegar a la final y ganarles. Por si se lo pregunta el lector, yo a día de hoy pienso que esta España podía ganar a Estados Unidos, ya que éstos no iban a enmarañar tanto el partido como Francia, y a correr si alguien podría ganarles (siendo harto difícil) eran los nuestros, pero, gracias a nuestra habitual prepotencia, a nuestro "soy español a qué quieres que te gane", y la sensación de que con quien esto escribe sentado en el banquillo habríamos llegado también a la final, nos han pintado la cara. Porque no, yo tampoco estoy capacitado para ser seleccionador nacional. No vale cualquiera para un cargo así, qué sorpresa…
No quiero quitar tampoco responsabilidad en lo sucedido a los jugadores, de los cuales me atrevo a decir que ninguno estuvo a su nivel. Unos, como Pau Gasol, lastrados físicamente (algún día sabremos qué narices le pasaba de verdad), pero con un esfuerzo encomiable y erigiéndose en enorme líder de este equipo como siempre ha sido, al igual que un Juan Carlos Navarro que nunca se escondió pese a no estar acertado, probablemente por la incapacidad desde el banquillo para generarle un tiro mínimamente cómodo. No se ocultó tampoco Marc Gasol, aunque hizo el peor partido casi que se le recuerde, quizá con la cabeza en Barcelona donde su primeriza disfrutaba sus primeras horas de vida. Mal partido también, incomprensible por momentos, el de un Serge Ibaka que estuvo siempre fuera de su zona de influencia, empecinado en anotar desde el perímetro. En cuanto a los bases, poco que reprochar a un Ricky Rubio que creció durante el torneo, y al que creo firmemente que hemos de empezar a disfrutar por lo que es, elite mundial en defensa e intensidad, líder ofensivo en un equipo que juegue veloz. Su tiro nunca va a ser el que queremos que sea, y aun así, según avanzaba el torneo, y sobre todo tras bote, se mostró más cómodo en la media distancia y en el tiro libre. Pero no, nunca va a ser un tirador fiable. Sergio Rodríguez ha ido de más a menos durante el verano, quizá incómodo por su rol en la rotación, y posiblemente una de las principales víctimas del galimatías táctico del equipo ante Francia, si no el que más. Qué decir de José Calderón, del que yo exigiré siempre más contundencia física, no limitarse sólo a dirigir y tirar, sino explotar aquella penetración exuberante hacia el aro que desde hace varios años no vemos, pero que recluido e incómodo como escolta aún se las apañó para ser el tirador más fiable de España en la segunda fase, aunque ahí sea un jugador del montón. No me gustó Rudy Fernández, escondido por momentos, y sólo capaz de crear de verdad cuando él mismo iniciaba la jugada, botaba, y terminaba lanzando su habitual triple desequilibrado, en el que es maestro, pero del que no se puede abusar en partidos como el del miércoles. Finalmente, Sergio Llull sigue siendo un jugador con España diferente al del Real Madrid, más centrado en defender y correr, más sus clásicos triples liberados, sobre todo laterales, porque el juego no empieza por él, y se siente menos importante que en su club, donde es Capitán General. Por desgracia, y como digo por unas u otras razones, ninguno estuvo a su nivel real ante Francia, y la decisión, o la dejadez del banquillo de abocar al equipo al "PauNavarroSistema" terminó por ahogarles, como había ocurrido hace un año con el "ChachoMarcSistema", eso sí, en un equipo bastante más limitado que este.
Si alguien ha llegado hasta aquí, mi enhorabuena y las gracias por aguantar. Necesitaba liberar tan decepción, tanta tensión, tamaño fracaso. Porque la que se nos viene encima es de aúpa. El Eurobasket de 2015 será crucial para estar o no en Río 2016. Juegue o no la generación del 80, y lleguemos o no a Brasil, calentemos motores para lo que vendrá después, o desde el verano que viene si las cosas se tuercen. El propio Ángel Palmi lo reconoció hace unas semanas en Tirando a Fallar. Las alarmas llevan tiempo encendidas en la Federación Española de Baloncesto. Quizá por eso, que la posible despedida del mejor equipo de nuestra historia haya sido tan nefasta por una serie de decisiones tan sumamente mal tomadas, duele aún más.
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José M. Puertas en twitter: @josempuertas