La hora de Paniagua: Si lo construyes, ¿vendrán? (y II)
“…Porque nos recuerda todo lo que una vez fue bueno y que podría ser bueno otra vez. La gente vendrá, Ray. La gente, definitivamente, vendrá”. (Extracto de la película “Field of Dreams”, “Campo de Sueños”).
Parece muy claro que a los Nets de Brooklyn les falta, en este su año inaugural, esa combinación de superestrellas necesaria para ser un equipo relevante en la siempre competida liga NBA. Pero, sobre todo, les faltan esas estrellas rutilantes que se tornan tan necesarias cuando se va a empezar a jugar en una nueva casa y en un nuevo estadio. Además, los Nets están ubicados en un espacio vital en el que los Knicks de Nueva York son, a pesar de todo el sufrimiento que han infringido a sus fans últimamente, una auténtica religión en la ciudad. En definitiva, los Nets de Brooklyn deberán ser algo nuevo, algo realmente diferente, y además de manera inmediata, si quieren ser los príncipes de la Gran Manzana.
Una de las vías que parecen haber elegido los Nets para ser distintos es el lujo. Un ejemplo. Los cien palcos de lujo del Barclays Center – que se venden a 275.000 dólares anuales cada uno y cuyo diseño ha sido inspirado por el rapero Jay-Z, dueño minoritario del club- ofrecerán platos de los mejores chefs de la ciudad y tendrán mucho más espacio que los de cualquier otra Arena de cualquier otro club de la Liga NBA. Mención aparte merece la llamada “Suite Prokhorov”, un palco que va más allá del lujo, ubicado justo en el centro de la cancha. Un palco que será para uso único y exclusivo del dueño de los Nets y de su entorno. Un entorno que suele ser amplio y variopinto, dicho sea de paso. Al palco en cuestión –que tiene casi 50 metros cuadrados de superficie habitable- ya le denominan el “Loft de Prokhorov”.
Otra vía que han buscado los Nets de Brooklyn para llamar la atención es la provocación: en el sentido más boxístico de la expresión. Me explico. En prácticamente todas las notas de prensa del club que me han llegado a mi correo e-mail y que han sido publicadas con motivo de su llegada al barrio, los Nets han hecho alusión, de manera sistemática y preconcebida, a los Knicks de Nueva York. Quizás el mejor ejemplo de esta provocación sea el que da el propio dueño del club. El señor Mikhail Prokhorov no pierde ocasión de referirse a Mr. James Dolan, su homólogo y dueño de los Knicks de Nueva York, con una expresión muy propia de mi compañero, y sin embargo amigo, Tomás Guasch. El oligarca ruso llama a Míster Dolan: “that little man”, “ese hombrecillo”, en una traducción más o menos liberal de la expresión.
Otro tema. Los Nets aseguran que habrá un mínimo de 2.000 entradas disponibles cada partido a precios muy asequibles: aseguran que esos billetes de gallinero costarán entre 15 y 17 dólares. Ojalá sea así y la gente que tiene menos poder adquisitivo –que suele ser la más entregada a la causa de su club- tenga oportunidad de ver a sus jugadores en vivo. Aunque sea a vista de pájaro.
Pero, por otro lado, me temo que el barrio acabará pagando la factura inmobiliaria de Bruce Ratner, los caprichos culinarios del rapero Jay-Z, y ese ostentoso “Loft de Prokhorov”. Cuando se empezó a hablar del Barclays Center de Brooklyn, los políticos locales, los constructores y los prohombres del barrio, prometieron a los brooklinitas que el nuevo estadio traería trabajo y viviendas asequibles para todos. Hablaron de 10.000 trabajos fijos, de 1.500 temporales, y de 2.500 viviendas de costo medio-bajo, exactamente. Al final de la historia, y como siempre suele suceder en estos casos, una vez inaugurado ya el Barclays Center, no hay ni trabajo, ni viviendas, para las gentes de Brooklyn.
Conozco bastante bien el barrio y lo que me preocupa, aparte de todas esas promesas incumplidas por los ricos y poderosos, es un tema muy familiar para todos: el tráfico. La intersección entre Flatbush y Atlantic suele ser un cuello de botella de tráfico de proporciones casi bíblicas, sobre todo en la “rush hour”, en la hora punta: cuando la gente del barrio se desplaza al downtown neoyorquino a trabajar o a hacer gestiones. Así que prefiero no imaginarme cómo será ese tráfico cuando las buenas gentes de las zonas residenciales, de los otros barrios, y del centro de la ciudad vengan a ver jugar a los Nets en el Barclays Center.
Con todo, a pesar de las falsas promesas, de la rotura de la estética urbana, del mas que previsible tráfico diabólico los días de partido y del ya evidente encarecimiento de precios en el barrio, la idea de recuperar un club deportivo profesional 55 años después de que a los brooklinitas les robaran los Dodgers (beisbol), con nocturnidad y alevosía, es muy atractiva para casi todos los vecinos.
Porque, de alguna manera, estos nuevos Nets, les unen con el pasado glorioso que significaron los años maravillosos que aquellos míticos Brooklyn Dodgers fueron el orgullo del barrio.
Por eso estoy convencido de que la gente vendrá. Definitivamente vendrá.
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Miguel Ángel Paniagua (publicado en GIGANTES)
Miguel Ángel Paniagua en Twitter: @pantxopaniagua