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La hora de Paniagua: CAA Knicks

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Hace tan solo unas semanas, Mister Jim Dolan, dueño de los Knicks de Nueva York y de su compañía nodriza, Cablevision, ofreció un contrato en blanco a Todd Musberger, el agente de Phil Jackson, para que su representado entrenara a los Knicks. Ahora, oficialmente, el club neoyorquino niega esa oferta. La realidad es que el singular patrón quiere ir sobre seguro y no le apetece exponerse a un no rotundo del Maestro Zen.

De modo que el club de Nueva York ha iniciado ya el proceso de renovación de su entrenador actual, Mike Woodson, a quien desean quitar la etiqueta de interino y proponerle que sea el técnico que guíe al equipo hacia las verdes praderas de la victoria.

Hasta aquí todo correcto. Que los Knickerbockers propongan a Mr. Woodson para el cargo de entrenador jefe por delante de Phil Jackson es su absoluta potestad. Además, el entrenador Woodson cuenta con el apoyo inequívoco de los pesos pesados de la plantilla, tiene las bendiciones de los directivos del área técnica y, lo que es más importante, cuenta con el nihil obstat del gran jefe Dolan. Ni que decir tiene que Woodson también tiene el plácet de Isiah Thomas, el eterno consejero áulico del club quien, contrariamente a lo que se dice y se lee, sigue influyendo mucho en Mister Dolan y en el propio Woodson.

Sin embargo, hay un hecho que distorsiona, y además peligrosamente a mi juicio, lo que en circunstancias normales debería ser un proceso normal de renovación contractual en la liga NBA: una de tantas renovaciones de contrato; más o menos larga; más o menos dificultosa.

Resulta que los Knicks han hecho algo que no es infrecuente en el mundo del deporte profesional: tratar de que un empleado suyo cambie de representante. Pero lo que sí es infrecuente, y además resulta muy chocante, es el modo tan evidente en que los Knicks lo han hecho. No sólo han aconsejado a Mike Woodson que cambie de agente (hasta ahora le llevaban sus asuntos el veterano –y muy buen tipo, por cierto- Joe Glass y su hijo Keith), sino que le han recomendado que contrate los servicios de una influyente agencia, con base en California, llamada Creative Artist Agency (CAA en su acrónimo inglés).

Para poner a la agencia CAA en perspectiva: esta mega compañía tiene en su cartera de clientes, entre otros artistas, deportistas y muchas otras gentes de bien, a nombres tan reconocibles como George ClooneyMeryl StreepBrad PittSandra BullockOprah WinfreyJulia RobertsSteven SpielbergWill SmithNovak DjokovicLeBron JamesDwyane Wade, y al jugador de los Knicks, y líder nominal del equipo, Carmelo Anthony.

Además, CAA cuida también los intereses de Mark Warkentien (presidente ejecutivo) y de Allan Houston (manager general), las personas que toman decisiones deportivas en los Knicks. Lo cual, además de un conflicto de intereses flagrante, podría indicar una violación de las muy poderosas leyes antitrust estadounidenses. De hecho, Keith Glass decía el otro día que él y su padre no descartan llevar a los tribunales a CAA por presunta violación de las susodichas leyes antimonopolio. A priori, me parece que podrían tener un caso sólido en sus manos.

Desde la perspectiva del básquet europeo, todos estos asuntos de representación y de presuntos monopolios de las agencias de representación en los clubes se contemplan con otra mirada. O simplemente no se contemplan. En este Viejo Continente tenemos agentes que son a la vez propietarios de clubes, y tenemos también agencias que prestan dinero a determinados clubes en dudosa situación económica para luego monopolizar escuadras enteras con sus clientes: desde el primer jugador hasta el último utillero, pasando por el entrenador y por los gestores deportivos.

Semejantes conflictos de intereses son flagrantes e indiscutibles. Pero, lo que es todavía peor, dañan la credibilidad de las competiciones y las ponen bajo sospecha de manera irremediable. Sin embargo, el básquet europeo siempre ha tenido un enfoque muy laxo –o ni siquiera ha tenido enfoque- a la hora de abordar estos temas.

Pero me sorprende mucho que suceda esto en la siempre rígida, y casi siempre éticamente irreprochable, NBA de Mr. David Stern. Que una compañía con tantas ramificaciones como CAA pueda llegar a monopolizar las decisiones deportivas de un club como los Knicks, colocando en puestos estratégicos a sus representados, es algo relativamente nuevo en la Liga NBA. Pero el factor más relevante de toda esta historia es que la pulcritud ética que se le supone a un club de la NBA, en este caso a los Knicks de Nueva York, y por supuesto a la propia Liga NBA, queda manifiestamente en entredicho.

La cuestión aquí, repito, no es que Mike Wookdson merezca o no ser entrenador de los Knicks. La cuestión es que la creciente influencia de la agencia CAA en los Knicks de Nueva York ha hecho que ya se haya vetado, por ejemplo, la alternativa más lógica – y naturalmente la más deseada por los fans del equipo- para el banquillo de los Knickerbockers: Phil Jackson.

Ni que decir tiene que las razones que subyacen en esta decisión de los Knicks de echarse en brazos de CAA son variadas. Y, desafortunadamente, ninguna de ellas tiene que ver con el baloncesto: como, por otro lado, cabía esperar.

Esta historia de CAA y los Knicks trata, sobre todo, de dos ingredientes cada vez más frecuentes en el mundo del deporte profesional; dos elementos que están casi siempre presentes en el deporte moderno y que reducen al sufrido aficionado a ser un mero espectador: el poder y el dinero.

Para la gente de CAA, controlar los Knicks de Mr. James Dolan significa controlar el Madison Square Garden, que también es de Mr. James Dolan, claro. Y controlar el mítico Garden abre innumerables vías para los muchos, y buenos, clientes de la división de Show Business a los que representa la poderosa agencia.

El éxito del legendario equipo neoyorquino en la cancha se torna entonces secundario. Y mucho más secundario todavía se torna el hecho irrefutable de que, mediante esa penetración en todos los estamentos importantes de la Casa Knicks, la credibilidad de la competición NBA quede dañada de manera muy evidente.

Pero supongo que eso, para las buenas gentes de la CAA y de los Knicks, es un efecto meramente colateral.

Miguel Ángel Paniagua (publicado en GIGANTES)

Miguel Ángel Paniagua en Twitter: @pantxopaniagua

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