El abrazo del oso, el cáncer del baloncesto
Los viernes por la tarde suelo jugar al baloncesto. Detrás de nosotros, suele ocupar la instalación una peña que juega a fútbol sala. El último día que fui a jugar me salí un poco antes y me senté en el banco donde suelen esperar a que terminemos. Y entonces escuché aquello:
"No conozco deporte más aburrido que el baloncesto. Es que no hay quien lo vea, es aburridísimo", decía una voz.
"A mí me pasa igual, yo sólo puedo ver algún partido de la NBA, y muy de vez en cuando. De aquí, como mucho el último cuarto de un Madrid-Barça, y si está emocionante", confirmaba otra voz, más grave.
No daba crédito a aquello que había escuchado. Y pensaba: "¿Será posible que diga eso alguien que juega a fútbol? Si en algo le gana el baloncesto al fútbol es en dinamismo, en "que pasen cosas siempre" por favor...".
Aquellas dos frases que escuché llevan en mi cabeza todo el fin de semana. "¿Será verdad lo que dijo aquel chico? ¿Seré yo el que está equivocado?"
En la tarde del sábado, estuve viendo un rato el Lagun Aro-Manresa, un auténtico drama por la permanencia en el que se vio un gran espectáculo anotador, un partido de los que gusta. Pleno de acierto de cara al aro y emoción para un 94-90 final. Me repuse un poco. "Lo del viernes no tenía sentido", pensé.
Y en estas, llegamos a la mañana del domingo. "¡Barça-Caja Laboral, vaya partidazo!". Y me dispuse a verlo, aunque Navarro no jugara una vez más, aunque el ambiente en el Palau sea frío, otra vez, y aunque Caja Laboral venía un poco revuelto tras su mala racha y todo el asunto Cabezas.
No se jugaban la vida (la sensación es que al Barça le da igual ser segundo o tercero en la liga regular, de ahí que no fuerce a Navarro), y el ambiente en la grada no invitaba a nada. Así que, como es lógico, el duelo empezó al tran tran.
El problema surge cuando te das cuenta de que no es sólo tran tran. Tras el primer cuarto, con el marcador 14-14 (¡Guau!), eché un ojo a la estadística, y el dato resultó demoledor: 10 canastas en juego, y 14 faltas personales. Recordé entonces aquello de "Cuando los árbitros dominan el baloncesto" (pincha aquí para leerlo), y aquella frase volvió a mí como una exhalación.
"No conozco deporte más aburrido que el baloncesto. Es que no hay quien lo vea, es aburridísimo".
Aunque no lo parezca, la gente paga por ver canastas, no por ver pitar faltas. Pero continué viendo el partido, que para eso soy de baloncesto, y continué asistiendo a un espectáculo insoportable. A cada mínimo intento de correr por alguien de uno de los dos equipos, ¡Zas! Llegaba el zarpazo del oso, o lo que algunos llaman la falta táctica. Esa acción terrible para nuestro deporte que consiste en que un jugador se olvida de jugar a baloncesto y sólo intenta evitar que el otro equipo corra. A ello se sumaban porcentajes de tiro mejorables, pero no era eso lo que me preocupaba. Entré en un bucle infernal. Intentaba correr el Barça, y el Heurtel o Cook de turno repetía el abrazo del oso. Si intentaban correr los vascos, Sada, Rabaseda u Oleson dejaban claro que eso era una quimera. Allí no habrían corrido ni los Lakers del Showtime. Era, sencillamente, imposible. Y el baloncesto, el deporte más dinámico que conozco, se volvía pesado y feo.
De vez en cuando levantaba la vista para ver por La 1 el Real Madrid – UCAM Murcia, y veía a Sergio Rodríguez intentando correr y a Josep Franch haciendo... El abrazo del oso. Y lo peor es que ninguna de esas faltas es antideportiva, reglamento en mano. O eso parece.
Volví al Palau, y en un tiempo muerto, escuché a uno de los entrenadores (da igual quién, los dos dirían lo mismo):
"¡¡No permitimos ninguna contra, las cortamos todas!!
Porque claro, los árbitros insisten en que el partido no se les escape, y pitan una falta, y otra y otra en contactos mínimos que a un jugador de balonmano le darían la risa, matando parte del espectáculo, nos guste o no. Pero cuando se trata de favorecer algo el espectáculo, penalizando a aquellos que no quieren jugar, sino sólo destruir, pitamos una faltita cuando a un jugador le abrazan por salir a la contra, evitando una posible canasta espectacular. Y aquí no corre nadie. Bueno sí, corren los que están abandonando nuestro deporte porque, sencillamente, les aburre, por extraño que a los del baloncesto nos pueda parecer.
Creo firmemente que no hay más opción que un cambio en el reglamento. Creo que no puede ser falta casi cualquier contacto en el juego estático. Pero sobre todo creo que debe ser falta antideportiva toda aquella que busque cortar un contraataque. Todas. Así más de uno se cortaría más. Y así el baloncesto volvería a ser el deporte dinámico que puede ser. Porque así es como podrían correr los Lakers del Showtime.
Por favor, señores que mandan, cambien ya el reglamento, o su aplicación. Si no, temo que aquella frase seguirá zumbándome en la cabeza: "No conozco deporte más aburrido que el baloncesto. Es que no hay quien lo vea, es aburridísimo".
PD: Gracias a Sito Alonso y Jaume Ponsarnau por jugar a lo que jugaron el sábado. Por un momento, fui feliz y olvidé esa frase que volvió a mi cabeza en la mañana del domingo.
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José M. Puertas en twitter: @josempuertas
(Fotos: ACB)