Defensa de la alegría
Aquellos (presuntos) madridistas que en la pasada Final de Liga se mostraban aterrados ante la posibilidad de que el Madrid la ganara porque ello significaría la continuidad de Laso (luego no la ganó y aún así continuó); aquellos que tras la derrota (dos prórrogas incluidas) en cuartos de final de Copa ante el Barça escribieron qué bien, un partido menos para que llegue Obradovic; aquellos que durante la semifinal de este pasado viernes aún decían preferir que perdiera el Madrid para que echen a Laso de una vez, aquellos en suma que salieron en manifestación cuando Laso fue nombrado entrenador del Madrid debieron ver por fin el cielo abierto al acabar la Final Four. Si ya lo decían ellos que con este entrenador no iban a ningún sitio, si estaba claro que no era un técnico a la altura de la grandeza de la entidad, una institución de tal calibre necesita tener a su frente a lo más florido y granado del universo mundo, qué sé yo, un Obradovic, un Blatt, un Messina, un… ¿Messina, dije? ¿El mismo Messina que ya pasó por esa casa y que se infló a ganar títulos, como todo el mundo sabe? ¿El mismo que últimamente parece haberse situado por encima del bien y del mal, en un plano superior al del resto de los demás mortales? ¿El del discurso egocéntrico, victimista y un tanto mourinhizado de estos últimos tiempos, ese mismo que cuando le oyes o le lees casi parece que hubiera inventado él este juego? Es una idea, sí señor, recuperen a Messina (tampoco él se iba a dejar), no tienen más que ver (previa comparación de presupuestos) lo bien que le ha ido con CSKA. Rechace imitaciones.
Lo diré una vez más para que no queden dudas: no considero que Pablo Laso sea el mejor entrenador del mundo (ni falta que le hace, por otra parte), de hecho está lejos incluso de ser siquiera mi entrenador preferido, quede constancia de ello no vayan a pensar que como siempre le estoy defendiendo va a ser que somos cuñados o algo. No, no tengo ni tendré nunca el placer de conocerlo, pero ello no quita para que tome partido ante esa campaña de acoso y derribo a la que se le viene sometiendo desde que llegó a la casa blanca hace ya casi dos años. Por supuesto que cualquier entrenador por el mero hecho de serlo está siempre en el ojo del huracán, y por supuesto que si encima estás al frente de una institución como el Madrid pues entonces ya no digamos, a la que te descuidas te caen palos por todos lados. Pero te caen tras las derrotas, no necesariamente tras las victorias, aún menos antes de empezar a experimentar victorias ni derrotas. Laso jamás tuvo el beneficio de la duda, Laso aún no había dirigido su primer entrenamiento y ya le pitaban los oídos pidiendo su cese, de hecho empezaron a pitarle desde el mismo momento en que se anunció su nombramiento. Desde entonces cada derrota ha sido culpa de él y cada victoria ha sido a pesar de él, si éstos ya no son nadie, si tienen el peor equipo de su historia, ganarles no es que sea un éxito ni siquiera un logro sino que es una obligación para un equipo de la grandeza del Madrid, cuántas veces no habremos tenido que leer o escuchar cosas así incluso en referencia a su eterno rival. La grandeza, dichosa grandeza, esa cosa que lo explica todo, esa extraña vara de medir por la que esa sacrosanta institución sólo puede fichar a lo más laureado del planeta, medianías abstenerse. Fulanito no es jugador para el Madrid, Menganito no es entrenador para el Madrid por una mera cuestión de pedigrí, de no tener un currículum plagado de éxitos internacionales sin parangón o de no haber costado chorrocientos millones de euros. Ese es el criterio, y a partir de ahí todo técnico de relumbrón con ínfulas de semidiós será siempre el entrenador ideal para el Madrid por mucho que la cague, y a partir de ahí todo técnico de escaso bagaje y actitud humilde será siempre un advenedizo por muy bien que lo haga. A las pruebas me remito.
Tampoco quiero que se me malinterprete, tampoco creo que esa sea la opción mayoritaria ni mucho menos. Lo fue en un principio, no me cabe la menor duda, pero el propio Laso a fuerza de hacer bien las cosas ha invertido la tendencia de tal manera que en mi opinión (evidentemente no manejo estadísticas al respecto) hoy son ya muchos más aquellos que valoran su trabajo y su estilo de juego que aquellos que aún siguen pidiendo sistemáticamente su cabeza. Pero ese sector crítico aún por minoritario que sea sigue haciendo mucho ruido (mucho más que el resto, por supuesto), ese Frente Anti-Laso (en adelante FAL) no cejará en su empeño hasta conseguir finalmente su defenestración. El Madrid perdió la Final de la Euroliga ergo a partir de ahora ya no le quedará otra que centrarse en la Liga, una Liga que desde este mismo momento dejará de interpretarse como objetivo para pasar a convertirse en obligación. Si la gana nadie le dará la menor importancia, con ventaja de campo y con la superioridad mostrada a lo largo de toda la temporada regular pues qué menos, sólo faltaría. Pero si la pierde, ay si la pierde: si la pierde bien hará Laso en coger a su familia y marcharse de inmediato de vacaciones al último rincón de la última isla del último archipiélago perdido del Pacífico, a ser posible sin móvil y sin cobertura de Internet pero eso sí, bien provisto de bastoncillos de algodón para rascarse los oídos cuando éstos le empiecen de nuevo a pitar, es decir en cuanto el FAL (muy crecido de militantes para la ocasión) empiece de nuevo a (citaré a los clásicos) ladrar su rencor por las esquinas.
Laso, señalado unánimemente por el FAL (y allegados) como principal culpable (y quién si no) de la derrota ante Olympiacos, tendrá una significativa cuota de culpa, qué duda cabe. La tendrá como máximo responsable de un equipo que no supo administrar su imponente ventaja del primer cuarto, que encajó la friolera de 90 puntos en los tres siguientes, que no supo ver cuán bajo estaba el listón de los palos, que no fue capaz de aprovecharlo en su defensa del mismo modo que el rival lo aprovechó en la suya, que pecó de pardillo hasta la náusea. Laso tendrá una significativa cuota de culpa pero Laso no juega, sólo dirige. Si le apuntamos en el debe su dirección en la Final pues entonces también habríamos de apuntarle en el haber aquella magnífica reacción en el último cuarto de la semifinal, sus aciertos en la serie ante el Maccabi, tantas otras cosas. Hoy nos dicen que Laso está señalado por el dedo pero no sé entonces cómo deberían sentirse aquellos que no llegaron donde llegó Laso, teniendo en algún caso (sólo alguno) muchos más medios humanos y/o económicos para conseguirlo: Messina, Blatt, Mahmuti, Pedulakis, Pianigiani, pongamos que incluso Repesa, tantos otros (nótese que no incluyo a Pascual como tampoco incluyo a Tabak o Plaza, que bastante tuvieron, cada uno a su manera, con sortear las piedras que el destino fue poniéndoles en su camino). Hoy el Madrid es subcampeón de Europa y muchos hablan de fracaso; que lo será, no digo yo que no, dada la magna grandeza de una entidad en la que todo lo que no sea campeonar ya es fracasar; pero que si esto es fracaso explíquenme entonces cómo llamamos a lo de CSKA, Efes, Besiktas, Panathinaikos, Fenerbahçe, Maccabi, incluso Khimki. O más fácil todavía, comparen a este Madrid que aparentemente fracasó por perder la Final con aquel otro Madrid de hace un año que evidentemente fracasó por no alcanzar siquiera los cuartos de final. A corto plazo y al calor del momento puedo entender casi cualquier cosa, pero ¿es de recibo, aún por muy Real Madrid que seas, aún por muchas expectativas que generes, que el disgusto por ser Subcampeón de Europa sea superior al disgusto por caer en el Top16? Así está el patio.
Por primera vez en muchos años el Real Madrid (sección de baloncesto, of course) parece saber lo que quiere. Por primera vez en varios lustros el Madrid parece tener claro hacia dónde se dirige, por una vez todos sus integrantes parecen caminar unidos en una misma dirección. Una filosofía, un técnico ideal para desarrollarla, una idea de juego, unos jugadores adecuados a esa idea, un presupuesto que no será la octava maravilla del universo pero cuántos lo quisieran, un objetivo común. Lo que se llama un proyecto. Dicho así parece lo más normal del mundo, lo que haría cualquiera. Y sin embargo repase usted la trayectoria del Madrid desde que ganó la última Euroliga (dieciocho años ya, algunos que hoy se rasgan las vestiduras ni siquiera habían nacido por aquel entonces) y comprobará que si de algo ha carecido el Madrid durante todos estos años ha sido precisamente de ese concepto tan sencillo, proyecto. Cambiar de entrenador como quien cambia de camisa, Scariolo, Imbroda, Lamas, Maljkovic, Plaza, Messina, tantos otros que me dejo, cada uno de su padre y de su madre, cada uno con sus propias ideas y algunos ni siquiera eso, algunos limitándose a cubrir el expediente y dejándose llevar. Hoy por fin el Madrid tiene un proyecto, un proyecto evidentemente mejorable (sobre todo por la parte de dentro) pero es que de eso se trata, un proyecto no es jamás algo cerrado sino una base sobre la que ir construyendo y mejorando año tras año. Un proyecto que se podrá estrellar o no pero que por ahora les ha dado una Copa (2012) que no ganaba desde hacía casi veinte años y una Final de Euroliga que no jugaba desde hace dieciocho. Y aún así y todo no faltan los que quieren cargárselo, los que lo cambiarían gustosos por cualquier afamado técnico foráneo de rictus amargado y rancio pedigrí que llegara y lo pusiera todo del revés. Qué cosas.
Y además, que hay proyectos y proyectos. Hay madridistas futboleros que me cuentan que les encanta sentarse a ver a este Madrid de Laso (aunque luego lo hagan de pascuas a ramos), no como aquel de Messina que era un coñazo, cito textualmente. Del mismo modo que hay baloncesteros que no son precisamente del Madrid pero a quienes les encanta ver jugar a este Madrid, y que hasta habrían dado lo que estuviera en su mano por verlo alzarse con el título euroliguero por todo lo que ello habría representado para nuestro deporte, créanme que lo digo con conocimiento de causa porque a alguno lo conozco francamente bien. Esta cualidad, trascender a aficionados al basket ajenos al Madrid y a aficionados al Madrid ajenos al basket, es un valor añadido en el que deberían perseverar ya que no están los tiempos precisamente como para desperdiciar seguidores vengan éstos de donde vengan. Perseveren pues, mantengan el modelo, defiendan la alegría y no permitan que les pongan la cabeza mala con el ejemplo de los Kings del 2000, con que si este estilo podrá ser muy entretenido pero no sirve para ganar títulos o con frases hechas como aquella de que el ataque gana partidos pero la defensa campeonatos, como si este Madrid no defendiera (pregúntenselo al Barça o al Maccabi a ver qué opinan), como si una buena defensa o un buen rebote no fueran casi siempre el primer paso para empezar a correr, como si divertido fuera lo contrario de serio y no lo contrario de aburrido. De hecho a poco que se fijen descubrirán que ese mismo Olympiacos que se les llevó por delante no está tan lejos de estas mismas premisas, defensa al límite y luego ataque alegre, desinhibido y con múltiples opciones, no se meten cien puntos en una final de Euroliga (¿cuántos años hacía que no pasaba algo así?), aún por muchas facilidades que dé el rival, si después de matarte defendiendo no tienes luego esa frescura a la hora de atacar. El resultado no fue tanto una cuestión de estilo como de madurez, la que tiene por ejemplo Spanoulis, la que aún no tienen unos exteriores blancos que habrán podido ser campeones con la selección pero sin ejercer jamás el rol de líderes en esa selección, ese rol que ahora se les pide en el Madrid. La inmadurez se cura con el tiempo (aunque algún caso concreto que parece haberse quedado instalado para siempre en la adolescencia empiece a preocuparme), denles tiempo y recuerden una vez más aquel viejo axioma según el cual para aprender a ganar finales hay que perderlas primero. Quizás esto sólo haya sido el primer paso.
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José Díaz Tenorio en Twiiter: @Zaid5x5
(Fotos: Real Madrid y ACB)