Cuando los árbitros dominan el baloncesto
Esta Copa se acabó. El más que merecido triunfo del Barça Regal supone el esperado broche a una competición que quizá haya ido algo de más a menos. Se empezó tan fuerte con ese partido repleto de sensaciones (pincha aquí para recordarlo) que, quizá, después, el torneo haya ido bajando.Valencia Basket fue un digno finalista, pero, como ya ocurriera en la semifinales ante Caja Laboral, a los taronja les faltó una marcha más cuando el Barça dio el giro de tuerca esperado en la recta final. El único equipo, nos guste o no, capaz de resistir ese empujón blaugrana en España, a día de hoy es el Real Madrid, y el cara o cruz de ambos entre el jueves cayó del lado catalán.
En la final Valencia, insisto, dio la cara. Faverani no dominó, pero no se escondió. Doellman no tuvo su mejor, pero siempre dio la cara. Ribas y Rafa Martínez mostraron ser un gran perímetros, con aroma nacional además, y Stefan Markovic hizo lo que debe hacer el base de un equipo que aspira a ser grande. Pero en esta España de crisis Barça y Real Madrid están no uno, sino dos escalones como poco por encima del resto. Y eso pesó sobremanera en una final en la que Marcelinho puso el ritmo y el Barcelona aniquiló por la profundidad de su rotación, con todos los "buenos" (Mickeal, Lorbek, Tomic, Oleson y el citado Huertas) a gran nivel, exceptuando a un Juan Carlos Navarro que desde luego no tuvo su día y ello le costó un MVP que se le sigue resistiendo. Pensemos que así le seguirá picando el gusanillo de lograrlo algún día y eso retrasará lo más posible su retirada.
Dicho esto, el hecho más preocupante de la final fue, en mi opinión, el arbitraje. Y no precisamente porque se favoreciera a uno ni otro. El hecho preocupante, en mi opinión, es que vivimos una final aburrida, y eso, ya sabéis, nos preocupa mucho a los de Tirando a Fallar, que básicamente perseguimos un baloncesto atractivo que venda cuanto más mejor y que, sobre todo, no vaya dirigido sólo al aficionado más fiel, sino que sea capaz de enganchar al seguidor medio al deporte en general. Y esta final no fue por ese camino. Si para empezar decimos que ni Perasovic ni Xavi Pascual plantean partidos que sean la alegría de la huerta, si continuamos con la ausencia de un MVP claro por el mal partido de Navarro y si pasamos por por las cuarenta y seis faltas que se señalizaron en el partido, concluiremos sin más remedio que este partido no pasará a la historia. Para colmo, faltó hasta la emoción de un partido igualado al final.
Desde el comienzo se pudo ver que el listón impuesto por Arteaga, Conde y Jiménez, iba a estar bajísimo. Acepto el tópico de que querían "que no se les fuera el partido de las manos". Prácticamente todos los contactos más o menos serios terminaban señalizándose como falta personal. Una falta, y otra, y otra, y otra más. Parones y parones en el juego. Por supuesto, si hay un esbozo de contraataque tras un robo de balón, el jugador rival de turno se encarga de dar el "abrazo del oso" al que se atreve a correr con el balón, y no se le pita falta antideportiva (entre otras cosas porque hoy día el reglamente lo permite, claro). Y el partido se convierte en un tostón durante varios minutos cuando hablamos de uno de los deportes más dinámicos que existe. ¿O es posible aburrirse viendo un partido como el del pasado jueves entre Barça y Real Madrid? Y otra falta. Y otra, y otra.
Para muestra, un botón. En el minuto 28 Bojan Dubljevic anota un triple para Valencia Basket que deja el marcador 54-46. En el siguiente ataque culé, Mickeal falla un triple. Y, a partir de ahí, el propio Mickeal hace falta sobre Rafa Martínez, que anota dos tiros libres. Ataca el Barça, y Lishchuk hace la quinta, permitiendo al posterior MVP del torneo anotar dos tiros libres más. Siguiente ataque valenciano, y otra falta sobre Martínez, dos puntos más desde el 4´60. Terminamos este ciclo infernal con otra falta sobre Mickeal y dos tiros libres encestados por el norteamericano. Es decir, prácticamente dos minutos de partido en el momento clave del mismo en los que no se tiró a canasta más que desde el tiro libre. Es imposible que esto enganche a nadie. ¿No es evidente? ¿Va a subir el `share´ así?
Al concluir el encuentro hablaba este hecho con varios compañeros de la prensa: "Es que si no cortas se van a matar a palos", era alguna de las respuestas que escuchaba. Lo que a mí no me cabe duda es que si no cortamos esta dinámica en la que ha entrado el baloncesto, especialmente en Europa, nos lo podemos cargar. Será un deporte para una élite selecta enamorada de la canasta, pero irá perdiendo poco a poco adeptos y no enganchará a los nuevos, que seguirán yéndose, qué cosas, a la NBA. En el Buesa Arena el mejor fue el Barça, pero el ritmo (lento) del partido final lo marcaron los árbitros. Y eso es una mala señal.
Urge, una vez más, un cambio en el reglamento. Más pronto que tarde. Promuevan el baloncesto espectáculo y dinámico ya.
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José M. Puertas en twitter: @josempuertas
(Fotos: ACB)