Shaquille O´Neal, la sonrisa y el dominio
Por Antonio Rodríguez
Shaquille miraba hacia arriba, hacia la copa de uno de los inacabables edificios de Times Square, viendo un enorme póster suyo publicitando zapatillas. "Demasiado tráfico" respondía a la pregunta si le llamaba la atención la zona. El único momento en que mostró cierta emoción fue al señalar que "en este lugar se rodó parte de Solo en casa 2", en su paseo por el mejor rincón del mundo para sentirse anónimo.
Aún así, con su enorme abrigo de cuero que le llegaba a los tobillos, con una enorme "S" de Superman grabado en la espalda de la prenda, con sus llamativos calcetines blancos y más flamantes aún zapatillas deportivas negras, grandes como dos embarcaciones, paseaba junto a su nuevo amigo Dennis Scott por New York por primera vez, y no pasaba desapercibido.
Era su primera visita al Madison Square Garden, poniendo a prueba su humanidad ante un sinfín de contrastes. Sus pantalones de chándal los sujetaba Arantxa Sánchez Vicario, preparada para disputar un torneo de tenis en el mismo escenario, y entre risas, comprobaba que medían casi lo mismo que ella. Y mientras calentaba en sesión de tiro junto a Jeff Turner, horas antes del encuentro ante los Knicks, se sentía minúsculo ante el inmenso marcador que bajado a la altura del parquet, parecía del tamaño de un apartamento en Manhattan.
Una vez en la pista, se enfrentó a Pat Ewing. El licenciado junto al aprendiz. Ambos gigantes con diferente experiencia, pero con la fama suficiente como para tener su propia línea de zapatillas. Pat Ewing, Hakeem Olajuwon y David Robinson dominaban la liga...en la pista. Los tres tenían en común que los medios de comunicación y los aficionados no eran algo que les entusiasmase. Si podían rehuir de ello, lo hacían. Shaquille sonreía, atendía, firmaba autógrafos y posaba para fotos. "Es una curiosa mezcla entre Terminator y Bambi" según su representante, Leonard Amato. Su sonrisa ya valía un millón de dólares, varios millones de dólares. Y todo esto, mientras O’Neal contaba con...20 años.
A mediados de los 80, Dale Brown, entrenador de Louisiana State por aquel entonces, dando una serie de clinics en Europa, paró en la base americana ubicada en Wildflecken, en Alemania. Allí se encontró con Shaquille, al que primero preguntó por su rango militar, y cuando le respondió que era hijo de un mando, y verle su 1,98 de estatura y su juventud, volvió a preguntarle si había elegido universidad para jugar al baloncesto en Estados Unidos. "No. Aún tengo 13 años", ante el asombro del entrenador.
Desde ese día y hasta que finalmente aceptó su invitación para cursar sus estudios universitarios en Baton Rouge, Dale Brown intentaba mantener en el anonimato al mocetón, que ya viajó junto a su padre a San Antonio, a cursar sus estudios de bachillerato. Por aquel entonces, todos los ojos de la nación estaban puestos en un pívot de 2.08, rápido, atlético y agresivo, que estuvo a punto de representar a Estados Unidos para los Juegos Olímpicos de Seúl –último descarte junto a Brian Shaw-, aún cuando estaba en el instituto. Su nombre: Alonzo Mourning. Y a bien que Dale Brown no veía nada mal que los focos se dirigieran al este del país.
O'Neal salta a la escena pública estadounidense en Louisiana State. "No digamos que Shaquille va a ser el próximo alguien. Dejemos que él sea el primer Shaquille" era la observación de Kareem Abdul Jabbar desde las gradas del pabellón en que lo vio jugar en directo por primera vez. Y a bien que fue cierto. Una vez fichado por los Lakers, "Sports Illustrated" dedicó una portada a los tres grandes centers de la historia de la franquicia: George Mikan, Jabbar y el propio O'Neal, con su camiseta recién estrenada. Los tres tenían eso en común: nunca hubo un precedente a ellos, de características parecidas para colgarles etiquetas. Fueron ellos, tal cual.
En NewCastle (Australia), durante un partido de exhibición, casi destroza el soporte de la canasta. Era el preludio. En su pabellón, en Baton Rouge, descubren que tal soporte que fija las canastas al parquet, fue desplazado más de diez centímetros cuando realizó un mate. "Había que darle un tranquilizante. Estaba en la rueda de calentamiento muy alterado" recuerda nuestro querido compatriota Mike Hansen, cuando en un partido en cancha de la universidad de Illinois, Shaq descubre que las canastas no están ancladas al suelo. Sin embargo, no le dejaron realizar un mate con la contundencia necesaria como para mover aquel soporte. Era impresionante. En Meadowlands, en cancha de losNets, ya con Orlando y tras uno de sus mates, sale corriendo despavorido porque todo el tablero -sin haberlo roto- se le viene violentamente encima, con el aro incluido. Y en Phoenix, ve como lentamente el contrapeso va cediendo hasta que el tablero lentamente fue bajando hasta la altura del parquet. Así era el angelito.
Olvídense de sus puntos, sus rebotes, sus tapones y sus porcentajes de tiros de campo (que a propósito, estaban entre los 10 mejores de todo el universo NCAA en todas esas categorías). Esa velocidad de ejecución supera a Mourning, a los "niños de papá" de Duke y a los recién llegados Fabulous Five. Y si dos años antes ya se le suponía entre los mejores pívots del planeta, cómo no, luce la elección número uno del draft de 1992 en la tierra de Disneyworld. Orlando lo espera, tras una travesía de tres años languideciendo en la competición.
Y pronto llega la magia a su lado, mucho más valioso que un simple penique. Anfernee Hardaway le hace soñar con pases imposibles. Se hacen dueños del Top-10 que cierra el "NBA Action". Claro, que Anthony Avent no era la mejor compañía para luchar bajo los aros. Y llega Horace Grant al equipo, y aquí ya pueden liderar la Conferencia Este. Los Knicks ya no llegaban tan alto. Ni el Jordan recién llegado tampoco.
Shaquille contaba con 22 años y consigue subir hasta una Final NBA. Demasiadas cosas, demasiado pronto. La poca entereza mental de Nick Anderson desde la línea de tiros libres y la poca solidez defensiva en los esquemas de Brian Hill, hacen que Rudy Tomjanovich y los Rockets celebren el título con el "nunca subestimes el corazón de un campeón". Olajuwon aún era el mejor, y O'Neal por primera vez en su carrera, se topa con alguien superior. Tocó un techo demasiado bajo para su enorme humanidad. Y lloró.
Lágrimas que intentó olvidar en la presentación junto a Jerry West con la camiseta de los Lakers, donde cambió el rumbo de la liga, aunque tardase más de lo previsto. Un "alley-oop" de Kobe en los focos del recién estrenado Staples, cogido a una mano y hundiendo con rabia el balón en el aro, supuso la catarsis de Shaquille. Corre toda la pista señalando a su compañero de éxitos al que abraza. Era un séptimo partido en final de conferencia ante los Blazers, y se consumaba una remontada de 16 puntos en el último cuarto. Y así empezó su primer título. Y llegó otro. Y llegó otro. Ni Miller, ni Iverson, ni Kidd. En las NBA Finals,el amo era él. Ni tan siquiera Kobe ponía objeciones. El balón era interior, y sus números estallaban estadísticas. Y es que, su pivote yéndose por línea de fondo, su visión en poste bajo como los pívots míticos y su liderazgo, habían sido aprendidos con tiempo y algún Señor Miyagi alrededor. Su lacra seguía siendo el tiro libre. Aquella ejecución cuya mecánica cambió en innumerables ocasiones, hasta dolía verla, sin plantearse que la mejor, era la primera "En la segunda mitad de temporada en su último año con nosotros, estaba entorno a un 80%" confesaba Dale Brown, su entrenador de universidad.
Guerras y disputas que solamente ellos sabrán, con escuetos "problemas de egos entre Kobe y Shaquille" y que dejaron correr, hicieron que la aventura se trasladase a Miami, donde obró otro milagro. Sus rodillas ya habían aguantado durante muchos años su subrepeso y claro que no eran las mismas. Pero Shaquille O'Neal, por sí solo, era majestuoso. Y cedió el liderazgo a un sublime Wade para remontar un 2-0 en la Final del 2006 ante Dallas, algo que no sucedía desde hacía 30 años para poner "patas arriba" todo South Beach.
Como en sus espectáculos de los All Stars, emulando a Nerón, se levanta desde el palco del gran circo de Phoenix, haciendo el gesto de colocarse un anillo en el dedo, para la algarabía de las masas. "Big Cactus" no cuajó en Phoenix. Y llegó a estorbar en la zona para el juego de Lebron en Cleveland. Y en Boston visitó demasiado tiempo la sala de espera y el desfile de los batines de las enfermeras. En el primer salto tras su reaparición en playoffs, vuelve a romperse. Ya era suficiente.
Y con la gracia de siempre, con el sentido del humor de su primera visita a New York, de los raps con Dennis Scott, de los bailes con Dwight Howard en los entrenamientos del All Star, anuncia con un vídeo doméstico colgado en twitter, que lo deja. Con su sonrisa del millón de dólares, por supuesto. Ese sello que se cotizará en televisión a partir de ahora. Desde aquel estrellato que quiso precipitar David Stern 19 años atrás, ahora dice adiós. A los aficionados nos costará mucho más decírselo. Nos quedaremos tragando saliva y diciendo un escueto: "GRACIAS".
Una delicia leerte, maestro.
Un gran articulo si señor. Eres un crack.
http://basketuniversitario.blogspot.com/
Bien, coño bien. Muy bien dicho.
Excelente artículo, Antonio. Como siempre.
After all these years following your career in the NBA I found out who you really are. I am from Puerto Rico and proud of it. I am also a proud American veteran who proudly serve my country (and by the way yours; USA).The comment you made about Puerto Rico was low, you are a freak!! Look like an Ape! Just because you have money that you earned thanks to us FANS!! You are a poor, insensible orangutan. Look at the mirror and what do you see? Yes you know admitted it,a monkey. Thanks for the reveal, want a banana? Have a wonderful day.
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