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Récord de velocidad: ¿Aeronáutica o automovilismo?

Estos paréntesis entre cada carrera de F1 nos permite hablar de otras cosas que tiene mucho que ver con el motor. Hace una semana lo hice con Paul Newman –y es verdad que hay muchos otros nombres destacables en este mundo– y esta vez quiero hacerlo con uno de los sueños del ser humano: la velocidad.
 
El siglo XX ha estado lleno de intentos para batir distintos récords y entre ellos, uno de los más anhelados ha sido siempre el de velocidad. Es más que interesante la evolución estética de los coches que lo han intentado pero tecnológicamente los avances han sido aún más espectaculares. Hay una frontera entre la aeronáutica y el automovilismo pero me temo que no se ha podido definir del todo ya que los últimos coches supersónicos más parecen aviones o cohetes con ruedas y sin alas que otra cosa. Sin embargo, los estándares exigidos les permitían ser considerados aún como coches.
 
Poco antes de iniciarse el siglo XX (exactamente el 29 de abril de 1899), ya se había batido una frontera mítica: la de los 100 km/h. Lo hizo el belga Camille Jenatzy con un coche llamado "La Jamais contente" (la jamás contenta) que más parecía un cohete con ruedas (en la foto de la izquierda) y que estaba impulsado por electricidad. Tuvieron que pasar unos  siete años para llegar a los 160 km/h, más significativa por superar las 100 millas por hora. La progresión a partir de ese momento fue durante varias décadas muy rápida. A mediados de los años 20, comenzó a sonar el apellido Campbell y un coche llamado Blue Bird. Malcolm Campbell dedicó gran parte de su vida a la investigación y a intentar batir el récord mundial. Y vaya que lo logró. En 25 de septiembre de 1924 marcó el primero (235.21 km/h) para hacerlo por última vez el 3 de septiembre de 1935 (484.620 km/h) aunque en este caso sobre una milla. En total, unos nueve récords mundiales. En ese periodo de tiempo, el 21 de marzo de 1926, Henry Seagrave batió el récord con la particularidad de hacerlo con un coche que no había sido construido para tal efecto. Lo logró con un impresionante Sunbeam Tiger de 4 litros apodado "Ladybird" (a la derecha) con 245.10 km/h.
 
La velocidad fue subiendo año a año, cada vez con coches más espectaculares. En los años 60 el apellido Campbell volvió a aparecer. Donald, hijo de Malcolm, heredó la pasión de su padre y también los récords. Fue el 17 de julio de 1964 con el Bluebird CN7 (a la izquierda) en el lago Eyre de Australia. Resultado: 644.96 km/h. Donald tenía además una particularidad. No sólo lo intentaba sobre ruedas sino también sobre agua y ahí también batió varias marcas. Murió donde más disfrutaba: en el Bluebird K7 mientras lo intentaba (primer vídeo) una vez más sobre el agua de Coniston en Lancashire (Inglaterra). El récord del 64 de Campbell fue el último marcado en Europa. Los siguientes fueron todos logrados en EEUU, sobre todo en los Bonneville Salt Flats en Utah. Fue ahí mismo donde el estadounidense Gary Gabelich marcó un nuevo hito con el Blue Flame (a la derecha), superando los 1.000 km/h. Exactamente fueron 1001.67 km/h y el récord duró unos largos 13 años. Después de esta marca, había un objetivo claro: la barrera del sonido.
 
Tuvimos que esperar ni más ni menos que 27 años. En 1983, Richard Noble batió el récord mundial con el Thrust2 en el desierto de Black Rock en Nevada (EEUU) con 1019.47 km/h, pero eso casi no llamaba mucho la atención. El sonido era ahora la ambición. El Thrust SuperSonic Car –creación británica de Richard Noble (el mismo que condujo el Thrust2), Glynne Bowsher, Ron Ayers and Jeremy Bliss–, era el elegido para intentarlo. Andy Green, un prestigioso piloto de caza del Ejército del Aire británico, fue el encargado. Se le instalaron dos motores Rolls Royce, los mismos usados por el avión de caza Phantom II, que consumían 18,2 litros de combustible por segundo en aceleración y en su máximo desarrollo 5.500 litros por cada 100 kilómetros. Fue el 15 de octubre de 1997 (segundo vídeo) cuando se logró con una velocidad de 1233.704 km/h rompiendo por primera vez con un coche la barrera del sonido. Las crónicas cuentan cómo los ingenieros gritaron de júbilo cuando supieron que lo habían logrado, no por los indicadores digitales sino por el sonido que generó el Thrust SSC (en el vídeo se oye claramente) al romper dicha barrera. Además, el récord llegó exactamente cuando medio siglo y un día después de que Chuck Yeager lo hiciera con un avión, el Bell X-1. Son ya 11 años sin intentarlo. Con el último récord se había roto una auténtica barrera del hombre. Ya superada, se comenzarán a buscar sin duda alguna nuevos retos.
 

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