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Tres años sin Andrés Montes

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“¡Esto se vende solo!” con su voz ronca, su abrigo hasta los pies, su sombrero y su siempre presente maletín portafolios, como una extensión de su mano. En un parking de Azca, a las cinco de la madrugada, tras un partido NBA, Andrés Montes tenía ese instinto para saber lo que debía “vender”, dónde y cómo. Y de la NBA, lo tenía claro: se vendía sola. En aquellos atractivos años en los que los chavales que relevaron a los Magic, Bird, Erving se iban haciendo adultos y comenzaba a acariciar el cénit de sus carreras, llámense Kemp, Shaquille, Larry Johnson Alonzo Mourning, todos ellos bajo la sombra de un renacido Michael Jordan, alzaban el estandarte de gran liga.

Los Lakers son una mentira, Daimiel. Esto es una mentira”. Con Antoni Daimiel como interlocutor, yo de privilegiado testigo, Andrés mostraba a su manera, la sorpresa de ver en el All Star  New York’98 a cuatro jugadores de los Lakers seleccionados (Shaquille, Eddie Jones, Nick Van Exel y el jovenzuelo Kobe Bryant). “¡Venga, hombre! ¿Un equipo que le eliminan 4-0 en semifinales de conferencia? Pero, ¿a qué estamos jugando?”  resonaba en los camerinos.  Vehemente expresando opiniones, tajante en mostrar sus ideales cargados de veteranía y una pizca de instinto en ver cosas que los demás no llegábamos a percibir.  Me tachó de loco cuando le dije que Larry Johnson, debido a sus graves problemas de espalda desde sus tiempos de Charlotte, estaba muy lejos de estar en la élite. La tenía guardada. A los pocos meses, al día siguiente del increíble triple más tiro adicional, que hizo ganar a los Knicks el tercer partido de la final de conferencia ante los Pacers en 1999, antes de cerrarse la puerta del ascensor, me mira y “¿Larry, qué?”. Me tuve que reír y decirle “Me tengo que callar”.

Desde Radio  Voz, con el que compaginó los primeros meses de retransmisión en Canal+, llegóAndrés, con un nuevo look de cabeza afeitada que se le ocurrió en la ducha, días antes de debutar en Canal+ según él, fue dando forma y creando el personaje. Los “Tú serás mi baby” (Lasa), “Desde Rusia  con amor” (Biriukov), “El chico más listo de la clase” (Azofra) o Pedro “Picapiedra” Rodríguez, se convirtieron en “Robin Hood” Nowitzki, “Cumbres borrascosas” Pollard, o “Soldado Universal” Walker. El gran Pepe Catalina, en uno de sus viajes a USA, dentro del vestuario de los Bulls, le cuenta a Steve Kerr, que en España, el narrador de los partidos, le apodaba “Wyatt Earp”. El bueno  de Kerr, cuenta Catalina, tuvo que soltar una carcajada tras su asombro. Lógico.

Crear un apodo no es que fuese fácil para Montes. Era algo natural, como el mero hecho de la sudoración: el cuerpo  pide expulsarlo. La arrolladora personalidad de Andrés le hacía que tuviese que soltar estas genialidades.

Y le digo que éstos eran muy buenos. Y cuando se pone España uno arriba, García me mira y casi me tengo que meter debajo de la mesa”. Tiempos maravillosos en Antena 3 Radio (que nadie los olvide, por favor), cuando intentó convencer a José María García que el equipo estadounidense de los Juegos Olímpicos de Los Angeles era imbatible. O aquel Samurai junto a Iturriaga y De La Cruz en el momento más histórico del baloncesto español.

Andrés Montes era de los que le encantaba comprar camisetas en sus viajes, música a ser posible también, testigo de lujo de mucha historia –“Drazen Petrovic se sabía todo el calendario de fútbol de Primera División. Era increíble cuando te decía el resultado de casi cualquier partido”, alabando su fotográfica memoria, sentado a su lado en el avión, disfrutó los 80 subido en un barco baloncestístico en el que quisieron montar en marcha muchos, demasiados periodistas. Y creó la marca Andrés Montes a partir de aquel Diciembre de 1995. Fecha donde poco a poco empezó a coincidir con una de las mentes más brillantes que yo he conocido y que supo cincelar aquel binomio Montes-Daimiel de ensueño.

Abrigo, sombrero, maletín y sus inseparables cd’s para el tema musical que cerrase la retransmisión NBA, una vez más, y que fuesen coleccionando aquella sucesión de momentos inolvidables que todos vivimos. Sí, la NBA se vendía sola. Sin embargo, él la hizo desfilar en carroza por todos los hogares de España. Ahí selló su legado. ¡Gracias, Andrés!

Antonio Rodríguez en twitter: @tonystorygnba

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