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La hora de Paniagua: El espejo en el que se miran los Thunder

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Cuando mi director –y sin embargo amigo- Paco Torres publicó mi habitual columna anual de pretemporada con las predicciones de resultados para este curso, he de reconocer que sospeché que más de un lector podría sentir perplejidad ante mi elección del Oklahoma City como campeón de la Conferencia Oeste. Y que podría sentir todavía mucha más perplejidad ante mi elección de los Thunder como campeones de la Liga NBA en este año del Señor. De hecho, y sobre todo a través de Twitter, me llegaron no pocos comentarios al respecto. El más jocoso de ellos decía algo así como: "Paniagua da campeón a los Thunder en 2012; este hombre chochea".

La verdad es que uno ya va teniendo una edad, pero todavía no chocheo. Creo.

Tampoco es que mi elección del OKC como equipo del año en la conferencia Oeste fuera excesivamente arriesgada, la verdad. Ni tampoco era preciso haber concluido un Máster sobre Baloncesto NBA en la Universidad de Harvard para llegar a sospechar que los Thunder de OKC iban a ser uno de los equipos punteros esta temporada. Mucho más todavía en una temporada tan corta, tan extenuante, tan brutalmente desgastadora y tan llena de trampas. Una temporada ideal para un equipo joven, con buenas piernas y con mucho oxígeno por gastar. O sea, una temporada ideal para un equipo como los Thunder de Oklahoma City.

Pues bien, los Thunder de OKC ya son campeones de la –siempre dificilísima- Conferencia Oeste. Y además lo son con todo merecimiento. Ahora solo les queda salvar el escollo de los Celtics (o de los Heat) –escribo esta columna en la antesala del sexto partido entre ambos equipos- para llegar a la cima de la montaña sagrada que corona a los campeones.

Un dato: el Oklahoma City se convirtió la semana pasada en el decimoquinto equipo que vence una serie de playoffs de la NBA remontando un resultado adverso de 2-0 en su contra. Y esa formidable remontada vino frente a los Spurs de San Antonio. Nada menos.

Todo es opinable, faltaría más, pero sostengo que los Spurs eran el equipo que estaba jugando el mejor baloncesto durante los dos últimos meses de competición: que son los que de verdad cuentan, dicho sea de paso. De hecho, si alguien nos hubiera asegurado que el 29 de mayo –cuando los Spurs le endosaron el 2-0 a los Thunder en la serie- iba a ser la fecha del último partido que ganaría San Antonio esta temporada, seguramente habríamos pensado que ese alguien no estaba en sus cabales. Todos teníamos entonces la sensación de que los Thunder podrían competir con los Spurs; y que, posiblemente, podrían alargar la serie hasta el séptimo partido. Pero nunca pensamos, ni siquiera yo, que había apostado por ellos en la pretemporada, que podrían ganarle cuatro partidos seguidos a este soberbio equipo de los Spurs; a un conjunto excepcional que honra el juego del baloncesto una noche sí y otra también.

Me parece que el momento de epifanía de esta serie entre los Spurs y los Thunders llegó en el cuarto partido. Justo en ese encuentro, con los Thunder tratando de empatar la eliminatoria a 2, los hombres de Scott Brooks hallaron el camino hacia la victoria. Y lo hicieron parando al jugador más importante en el esquema de Gregg Popovich: a Tony Parker. Su dribbling y sus penetraciones estaban matando –literalmente- a los Thunder. Pero cuando los de Oklahoma encontraron el modo de parar la enorme sangría que les estaba produciendo el genial base francés, y sobre todo cuando lograron ralentizar el ataque de los Spurs, el decurso de la serie cambió hacia el lado del OKC de manera irreversible.

Sin embargo, incluso consumado ese 2-2, los Spurs mantenían ventaja de campo. Pero ya todo había cambiado. Los Thunder habían encontrado la llave de la arquimesa, la combinación de la caja fuerte de los Spurs y el aura de misterio táctico que siempre ha acompañado al San Antonio desde que Popovich es su entrenador quedó al descubierto.

Mi reacción inicial a esta derrota de los Spurs es de tristeza. Pero también de alegría. Así es la dualidad en el mundo del deporte. Un microcosmos habituado a las grandes hazañas que se convierte en poesía épica cuando la sangre joven desbanca a la vieja en una competición.

La trascendencia de los Spurs en el mundo de la NBA es enorme. Me explico. Hay mucha gente que se aficionó a la NBA durante los años 80 y 90 gracias a Magic Johnson y a Larry Bird. Muchos otros lo hicieron gracias a Michael Jordan. Pero hay mucha otra gente que se aficionó a la NBA no tanto por las figuras radiantes de la Liga sino que se engancharon por un equipo: por los San Antonio Spurs.

Más aún. Los ejecutivos de los Thunder no tienen reparo alguno -todo lo contrario, más bien orgullo- en afirmar que los Spurs de San Antonio son el modelo en el que se han basado para construir este maravilloso proyecto deportivo que están desarrollando en Oklahoma City.

Así que, sospecho que si alguien tenía que destronar a estos grandes Spurs, si algún equipo tenía que contribuir al inevitable final de una era en la que el San Antonio ha caminado por senderos de excelencia en la NBA durante los últimos 15 años, nadie mejor que los Thunder de Oklahoma City.

Que no son sino lo que fueron los Spurs un poco antes.

Para mayor honra de ambos.

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Miguel Ángel Paniagua(publicado en GIGANTES)

Miguel Ángel Paniaguaen Twitter: @pantxopaniagua

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