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La hora de Paniagua: Aniversarios

Tirando a Fallar
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Muy pronto, a principios del mes de marzo de este año, la NBA pondrá a funcionar su gigantesca maquinaria de mercadotecnia y nos recordará que en este curso se cumple el 50 aniversario de una temporada que fue ciertamente mágica: la 1961-1962. Aquella fue la temporada de los 100 puntos del gran Wilt Chamberlain, un gigante amable, cuya hazaña volveremos a revisitar de nuevo este año, especialmente este año, como una suerte de peregrinación hacia el pasado.

Aunque no hay imagines de aquel evento, en el ideario de los aficionados de ayer y de hoy, aquellos 100 puntos de Chamberlain se han convertido en una especie de santo grial del baloncesto y han trascendido, hace ya mucho tiempo, las cuatro rayas de la cancha. Esos 100 puntos de Chamberlain son conocidos no solo por los más acérrimos aficionados al basket, sino también por aquellos fans que no le profesan una especial simpatía al juego de la canasta que tanto amamos algunos.

Y es que aquello fue, efectivamente, algo muy grande. Y no solo por esos 100 puntos. Aquella temporada, en sí misma, fue muy especial. Aunque a mí, que siempre he ido un poco contracorriente en estos temas, me gusta recordar que el equipo en el que jugaba entonces Wilt Chamberlain, los Filadelfia Warriors, no ganaron el título de campeón aquel año. Lo hicieron los Celtics de Boston. Unos Celtics que tenían en sus filas a Bill Russell, un gigante sin duda menos gentil que el gran Wilt, pero mucho más jugador de equipo que él. Aquellos Celtics del 62 nos recuerdan a todos que las hazañas individuales en este deporte hay que honrarlas como se merecen; faltaría más. Pero nos recuerdan también que hay que honrar, todavía mucho más, todo aquello que representaban aquellos Celtics del año 62: el juego en equipo, el equilibrio en el campo, la armonía casi perfecta.

Pero hete aquí que, en esta temporada del Señor, aparte de ese 50 aniversario de aquellos 100 tantos de Wilt Chamberlain, se celebra también otro aniversario. En este caso, se trata del 35 aniversario de algo que no se pudo ver en el campo, ni de algo que desató pasiones entre los fans de entonces. Se trata del 35 aniversario de una norma, la llamada "Regla Oscar Robertson", que toma su nombre de ese portentoso jugador afroamericano que jugó en los Royals de Cincinnati y en los Bucks de Milwaukee. Aunque el amigo lector seguro que lo conoce, me permito recordar algo que siempre digo sobre el gran Oscar, "the Big O": el hombre fue Michael Jordan antes de que existiera Michael Jordan. Y, precisamente, en aquella temporada 1961-62 consiguió una estadística que perdura –y que perdurará- más allá del tiempo y del espacio; nada menos que un triple doble que se lee así: 30,8 puntos, 12,5 rebotes y 11,4 asistencias de media por partido.

Pues bien, aquella "Regla Oscar Robertson" sirvió para que los jugadores de la NBA pudieran ser los primeros deportistas profesionales en la historia del deporte estadounidense en obtener el estatus de "agentes libres". Nada más y nada menos. Es decir, que los jugadores profesionales de la NBA fueron, básicamente, los primeros en ser libres para elegir sus destinos y para no quedar atados a un club de por vida como sucedía hasta entonces. Aunque suene un poco a la época del Sur esclavista, en la NBA había en aquella época una "ley de retención" que impedía a los jugadores cambiar de equipo si su club así lo decidía.

Hasta que un excelente abogado litigante llamado Jim Quinn, y otro letrado llamado Larry Fleisher, el visionario director ejecutivo de lo que entonces ni siquiera era una asociación gremial de jugadores -y una de las personas que más positivamente ha influido en mi vida, por cierto- consiguieron un acuerdo extrajudicial en los albores de la temporada 1976-1977. Aquel acuerdo sirvió para solucionar fuera de los tribunales una demanda interpuesta por los jugadores en la que Oscar Robertson era el primer demandante y Bill Bradley, el jugador de los Knicks de Nueva York, que luego llegaría a ser senador por Nueva Jersey, era el segundo de una larga lista de dpeotistas que buscaban, simple y llanamente, su libertad.

Mucho me temo, sin embargo, y más viendo cómo han funcionado los jugadores de la NBA en este pasado cierre patronal, que ninguno de ellos sabe mucho acerca de la historia de su propio sindicato. Y, por elevación, tampoco sabe mucho de la historia de su propio deporte.

Me imagino, y creo que no me equivocaré mucho, que el aniversario de la "Regla Oscar Robertson" no va a ser ni siquiera mencionado por la Liga NBA; y, ni mucho menos, por los propietarios de los clubes que la integran.

Porque mucho me temo, también, y más viendo cómo han funcionado los dueños en el pasado lockout, que alguno todavía no ha asumido que los jugadores ya pueden elegir su futuro y ya pueden negociar sus salarios como mejor les convenga.

Así que yo celebraré el 50 aniversario de aquellos asombrosos 100 puntos de Wilt Chamberlain como el primero de los fans. Por supuesto. Pero no olvidaré ese 35 aniversario de lo que fue una hazaña realmente impresionante. 

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Miguel Ángel Paniagua (publicado en Gigantes)

Miguel Ángel Paniagua en Twitter: @pantxopaniagua

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