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La extraña pareja

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En aquellos tiempos en que la ACB aparecía con peso importante en los carruseles radiofónicos (ay, esos 80 que tan lejanos parecen), habría sido una locura pensar que dos jugadores norteamericanos que promediasen 1`7 y 2`8 puntos respectivamente, fueran merecedores de un artículo, salvo que fuera para dejar clara su ineptitud. Pero, o bien antes de sentarme ante el ordenador se me han cruzado los cables más de la cuenta, o bien creo que los dos individuos protagonistas de este texto bien merecen aparecer en él. Sin embargo, sí, en estos tiempos en los que tanto echamos de menos una vuelta a hace treinta años (qué cosas) en nuestro deporte, dos jugadores con tan poca aportación ofensiva pueden resultar verdaderamente claves en sus equipos. Es el caso de Dontaye Draper y Marcus Slaughter en el Real Madrid actual.

Los partidos del equipo merengue, cuando su rotación es completa y no hay lesiones, siguen un patrón relativamente estructurado, en el que cada jugador tiene claro, al menos hasta la fecha es así, en qué momentos estará en la cancha. Especialmente en lo que se refiere a Draper, al que resulta francamente extraño ver en la cancha antes del inicio del tercer cuarto, momento habitual de entrada en juego del base nacionalizado croata. En cuanto a Slaughter, no es tampoco improbable verle debutar en el juego en el tercer periodo, si bien es cierto que suele participar antes en la rotación de Pablo Laso. Y el caso es que esta extraña pareja, formada por el último jugador en minutos de los blancos (Draper, diez minutos), y el noveno en esa clasificación (Slaughter, catorce), resulta de suma importancia para el estado de forma madridista, en el que muchos consideran ahora mismo el mejor equipo de Europa.

Y es que seguramente uno de los secretos mejor guardados de este Real Madrid esté en estos dos jugadores. Norteamericanos llegados al baloncesto europeo, que podrían exigir o considerarse en un rol de estrella, principalmente Draper (ya lo fue en Croacia en el Cedevita, e incluso tiene un rol muy diferente cuando juega con Croacia, como pudimos ver en el pasado Eurobasket), y que sin embargo aceptan extraordinariamente un papel secundario pero crucial. Con un rol de un enorme peso en defensa pero mucho menor en importancia en ataque, que es donde casi todo jugador que se precie gusta de destacar.

En la reciente entrevista que mantuvimos para esta web con Clifford Luyk, entre otras de sus muchas perlas, el histórico ex jugador y entrenador blanco destacaba como punto de referencia de los scouts NBA las manos, añadiendo que las good hands de Rudy Fernández le situaban en un escalafón en ese sentido muy superior a un butter hands como el ex pívot blanco, Mirza Begic. Pues bien, fíjense bien en cada partido de las manos que tienen tanto Draper como Slaughter, y la capacidad que tienen para usarlas con suma inteligencia, principalmente en aspectos defensivos, claro. Muchos de los rivales del equipo de Laso son capaces de aguantar con mayores o menores dificultades los primeros veinte minutos, pero no resulta extraño encontrar que el estirón blanco del tercer periodo coincide con el plus defensivo que aporta la extraña pareja en defensa. Con Draper desesperando al base rival, robando balones tanto en bote, como en línea de pase, como en ayudas defensivas, y con Slaughter volviendo locos a pívots mucho más pesados que él por su tremenda movilidad e intensidad física, amén de un fantástico uso también de las manos en anticipación, que permite a los blancos, al igual que Draper, salir a toda pastilla y en situación de ventaja, hacia el aro rival. Y eso puede valer muchos puntos en un partido, aunque no los anoten ellos.

Slaughter llegó al Real Madrid, como Pablo Laso, por la puerta de atrás. Responde a un perfil de pívot bajito y móvil que se está poniendo de moda y en el que el mejor ejemplo (tan bueno atrás como Slaughter, pero mejor en ataque), es Kyle Hynes, actualmente en el CSKA y uno de los verdugos blancos en la pasada final de Euroliga con el Olympiakos. Obviamente no es ni será nunca un referente ofensivo, como podía ser un Ante Tomic al que vino a sustituir, pero las comparaciones con un su predecesor son igualmente odiosas en defensa, en este caso a favor del norteamericano madridista.

Draper, por su parte, fue fichado por el Madrid en aquella etapa en la que todos dudábamos de Sergio Rodríguez, que tenía pie y medio fuera del equipo blanco hasta que explosionó en una tarde de primavera en el Buesa Arena… Y hasta ahora no ha parado la onda expansiva. Sin embargo, Draper, que venía como teórica estrella tras su enorme paso por el Cedevita, ha sabido ajustarse a ese rol teóricamente de ostracismo, pero realmente vital para aumentar la intensidad blanca en defensa a la vuelta de vestuarios en cada duelo.

Son la extraña pareja del Real Madrid. Dos norteamericanos sin necesidad de ser estrellas y con capacidad para adoptar un rol mucho más secundario del acostumbrado por sus compatriotas en Europa. Rara avis en el baloncesto europeo, pero piezas cruciales en el éxito de un equipo que enamora, aunque a ellos no se les note tanto como a otros.

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José M. Puertas en twitter: @josempuertas

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