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Abrines, ¿Debe ser convocado ya con la selección?

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Reconozco que nadie en este país ha ilusionado tanto en los veranos como Pau Gasol. Llegado el momento de dar la lista de seleccionados, ver incluido su nombre en el evento internacional que se avecinaba, era motivo de eso: de ilusión. El poderío de ésta nuestra Selección Nacional, el poder soñar con el máximo metal, no solamente con metal, creaba ese tipo de sentimiento que, para los que hemos pasado mucha hambruna, resultaba más placentero que a las nuevas generaciones.

Uno, aterrado delante de espejo viendo cómo las canas proliferan, también recuerda alguien que cada primavera también inspiraba ese tipo de sensaciones. Recuerdo cada Mayo a mi querido y respetado Antonio Díaz Miguel cómo, entusiasmado porque le llegaba el turno, leyendo un papel con los convocados, formando su lista de 12 que conformaban el Equipo Nacional. Y la de Antonio, he de reconocer que era una travesía más complicada, más duradera y cargada de ahínco y optimismo, porque nos tenía, antes de nada, que convencer que lo que se avecinaba, era atractivo. Y lo hacía.

En un país nuestro más polideportivo, asumiendo siempre la posición en la que se encontraba el fútbol, su figura irradiaba excitación e ilusión a partes iguales. Convencía hasta el más anónimo que ‘su turno’ necesitaba tanta atención como una Copa del Rey de fútbol, enfrentamiento con el que solía coincidir en las más ocasiones, e intentaba sacar a flote ese deporte metido en el mismo rasero que el balonmano, el tenis o el voleibol. Antonio consiguió que media España estuviese delante del televisor viendo las evoluciones de sus chicos en un Campeonato de Europa que se disputó en casa, en Barcelona, porque lo que era quimérico, ganar a los todopoderosos soviéticos en 1973, fue como un deseo concedido. Y salió a hombros. Y a partir de ahí, cuando llegaban los primeros calores, su sola presencia en una rueda de prensa, nos animaba a todos.

España quedó cuarta en un Eurobasket (Belgrado’75) y quinta en un Mundial (Puerto Rico’74), cuando aquello era impensable. ¿Les parece rancio y de otra época? ¿Les parece escaso? Pues les recuerdo: España consiguió una cuarta posición en el Eurobasket Belgrado’05 y sextos en el Mundobasket Turquía’10. Vale que no estaba Pau Gasol. Pero nadie nos dijo que no pudiésemos conseguir el oro en aquellas citas. Y aquella selección setentera, casi por cabezonería de su seleccionador, lograba lo que te das cuenta con el tiempo, sea la época que sea, que son buenas posiciones . Y se ganó credibilidad más que sobrada.

Unos malos años, porque el equipo se hizo viejo, nos hizo caer a las catacumbas, en Lieja’77 y la tragedia de lo que llamaban por aquel entonces, bajar a la ‘segunda división’ europea. Sí, se hizo vieja. Ahora, hagan el ejercicio de buscar el paralelismo con la actual bendita generación del 80, en puertas de cumplir hoy día los 33 años. Y allí se presentó Antonio, en la primavera de 1979, con las pilas cargadas nuevamente y con la bandera de la renovación, porque para el Preeuropeo (recuerden, jugar fase previa antes de Eurobasket, porque había que ganarse los méritos de volver al primer nivel continental), fueron nombrados hasta 7 novedades. ¡7 nada menos! Rullán, Santillana, Manolo Flores, De La Cruz y José María Margall deberían liderar a un grupo de mozalbetes con 20 años recién cumpliditos, imberbes ellos -hasta Iturriaga, oiga-, que debían aupar a nuestro baloncesto español. Con la lesión de Juan Corbalán para esa competición, a causa de una grave lesión de tobillo, Joaquín Costa, José Luis Llorente, Pedro César Ansa, Juan Manuel López Iturriaga, Juan Antonio San Epifanio, Fernando Romay y Juan Fermosel tenían el cometido de no fallar. Y no lo hicieron.

Y tras ganar en el infierno de Salónica a Grecia, se clasificaron para el Eurobasket de Turín. Y se ganó a la URSS. Otra vez. Y aunque el puesto final fue una sexta posición, las sonrisas y las palmaditas fueron el resultado de un sabor de boca más que dulce. Aquellos chicos crecieron y llegaron tales éxitos, que movieron a todo un país en masa a seguirles, hasta la culminación de una madrugada de Agosto, donde a un tal Michael Jordan se le veía más la suela de sus zapatillas que los ojos. Pero eso fue otro cuento.

Estamos en vísperas de un verano en el que, ¿qué se supone que debe hacer nuestro seleccionador ahora? ¿Cual debiera ser las medidas que debe tomar Juan Antonio Orenga para formar los 12 elegidos? A meses vista de un Eurobasket tardío en Eslovenia,, con una exigencia limitada, me lo estoy preguntando. Y es que, no dejo de asombrarme en esta recta final de temporada 12-13 de las actuaciones de Alex Abrines. El escolta mallorquín, inédito la mayor parte de la competición, brilla y se complementa en el engranaje azulgrana como un jugador de peso más. Y somos conscientes de todo lo que hemos hablado, opinado e incluso sacado chascarrillos sobre él, en el "Tirando a Fallar" en los últimos meses. Es el ejemplo más claro de la tesitura en la que juzgará Orenga o los demás le obligaremos a situarle. ¿Debe Juan Antonio Orenga convocar para la Selección Nacional a Alex Abrines?

Mi introducción buscando el paralelismo con los tiempos de hoy día, me hace decir que sí de forma rotunda. Alex Abrines es alguien de contrastada categoría (Jugador más valioso en el pasado Eurobasket junior, capaz de sentenciar partidos como lo hizo en Santiago de Compostela con sus triples o mantenerlos a flote como en sus últimas actuaciones europeas). Antonio Díaz Miguel creó unas bases que hoy día son respetadas. Una de ellas, la de ir acogiendo a esta nueva familia a los jugadores con proyección y talento. Se hizo con Francisco Javier Zapata en el Eurobasket de Atenas’87, con Silvano Bustos en Roma’91, con Juan Carlos Navarro y Raül López en Sidney’00 y con Rudy Fernández en Atenas’04. Algunos ya aportaban en su primera convocatoria y fueron importantes. Otros se quedaron a medio camino y otros inéditos. Por eso son una apuesta. Pero soy de los que defiendo que hay que apostar por ellos. Aunque viajen como decimosegundo jugador, siempre tendrán un primer contacto, un primer asentamiento. Y hasta pueden resultar importantes en el devenir de un campeonato, que nunca se sabe.

Abrines ha jugado pocos minutos, sí. Créanme que Romay tuvo un gran crecimiento por los minutos que de forma obligada debió jugar en la Selección, ante la ausencia de bajas importantes que se tuvieron en un momento dado. En proporción, muchos más minutos que en en Real Madrid en aquellas circunstancias. Y creció con ello. No exigiremos un rendimiento a Abrines. Pero sí reconozco que me gusta la idea que sea convocado. Pensemos que además, lo de los escoltas en Eslovenia estará complicado, con la baja más que probable de Navarro y por los problemas físicos de la última campaña, quizás la de Rudy Fernández también. El tema del escolta se queda muy huérfano. Y ya no sé si el papel de Orenga es que arriesgue con aquellos que están realizando una campaña de mérito y que puedan ayudar con la elástica nacional, sea el caso de Alberto Corbacho, Pablo Aguilar, Nikola Mirotic -este es caso más complejo- o Xavi Rabaseda. Hay que empezar a crear un futuro y creer en los que vienen pujantes. Cometeríamos un error exigiendo el oro en Eslovenia, créanme. No debiera ser una meta obligada ni su objetivo a cualquier precio. Y contagiaríamos una ilusión especial por un equipo renovado en el que volvamos a valorar cada triunfo, como antaño, sin dar ninguna victoria a priori. Y si eso supone quedar sextos, pues ¿qué quieren que les diga?, bendito. Eso es hasta sano. Semillas y primeros pasos que quizás aceleren un futuro más brillante. Y ahora, me gustaría escuchar vuestra opinión: ¿debiera ir Alex Abrines a la Selección? ¿Algún nuevo más?

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Antonio Rodríguez en twitter: @tonystorygnba

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