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'Mildred Pierce': si eres mala, eres mejor

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Todo en Mildred Pierce, la miniserie dramática de HBO basada en la novela de James M. Cain (El cartero siempre llama dos veces), viene avalado con un aire de importancia y prestigio. Nada menos que 28 nominaciones a diversos premios en total, de las que ha obtenido –entre otras- el Satellite a la mejor miniserie del año, así como el Globo de Oro a su espléndida protagonista, una Kate Winslet que compone aquí una de las mejores interpretaciones de su carrera. Una vez visto al completo el trabajo del realizador cinematográfico Todd Haynes (Lejos del cielo), compuesto de cinco capítulos de aproximadamente una hora de duración –cada uno de ellos es, casi, una película por sí mismo-, no es para menos. Aunque es cierto que Mildred Pierce no engancha desde el primer momento (al fin y al cabo, estamos ante un drama de época basado en una novela reconocida por la crítica), sería francamente triste que ese aire importante y prestigioso que mencionábamos distanciase al espectador de una historia adulta e intima puesta en escena con un gusto exquisito.

En la ciudad de Los Angeles y en plena Gran Depresión de los años 30, una madre de clase acomodada, Mildred Pierce, decide dejar a su marido Bert. Pero es sólo el comienzo de su historia. Lo que sigue a continuación son los intentos de la mujer por mantener su estatus social trabajando de camarera –toda una deshonra en la época-, así como su apasionado romance con un rico heredero y la inauguración de su propio negocio, un restaurante en el que Mildred demostrará unas inesperadas dotes de emprendedora. No obstante, todo ello se verá oscurecido y empañado debido a sus hijas. Dejando a un lado lo que ocurre con la pequeña Ray, la situación con la talentosa Veda (interpretada por Evan Rachel Wood en su madurez) tomará tintes cada vez más desdichados e incluso siniestros…

No es la primera vez que la novela de James M. Cain desembarca en la pantalla. En 1941, Joan Crawford logró su único Oscar de la Academia gracias a Michael Curtiz y al mismo papel que aquí afronta Kate Winslet de manera magistral. El papel de Mildred Pierce es, sin lugar a dudas, una verdadera bicoca para toda actriz que se atreva con él, y en este caso la labor de la británica –escuchen, si no me creen, el acento californiano que adopta con pasmosa facilidad- sobrepasa toda clase de expectativas.

Mildred Pierce es también la ocasión perfecta para que Todd Haynes desarrolle con más detalle algunas de las ideas que ya aparecían en Lejos del cielo, su particular homenaje al melodrama clásico de Douglas Sirk que protagonizaron Julianne Moore y Dennis Quaid, y que ganó el Óscar al mejor guión en 2002. En cada uno de los cinco episodios de este melodrama en formato épico, Haynes afronta un tema de manera más o menos conclusivo, a pesar de que –como en la vida misma- todo queda a expensas de desarrollarse en los posteriores capítulos. Un procedimiento que se aprecia especialmente en la subtrama referente a la relación de Mildred con Veda, que se manifiesta al principio de manera alterna y después cada vez más constante, y que cristaliza como el hilo principal de la historia en el último episodio. Esta estructura, no obstante, provoca cierta lentitud en la narración, así como una falsa impresión de pomposidad que no hace ningún favor a las intenciones y la calidad del trabajo presentado por Haynes.

Si en Lejos del cielo el personaje de Julianne Moore tenía que lidiar con la homosexualidad de su esposo, así como con una evidente atracción sexual hacia su jardinero negro que la llevaría a chocar con todas las convenciones sociales, en Mildred Pierce la protagonista tiene que afrontar su independencia con todas las consecuencias, aunque –de nuevo- ello suponga nadar a contracorriente de lo aceptado en su círculo social… y de forma inesperada, enfrente a la mujer con su propia hija de una manera incómodamente violenta. En ambos casos, bajo la cáscara de una existencia establecida y familiar parece palpitar una tormenta de pasión, deseo y dolor enquistado a lo largo de años, y conducirá a las protagonistas a una suerte de catarsis adulterada: el precio a pagar para el triunfo será siempre demasiado caro.

Maldad femenina

La relación de Mildred con su hija Veda, primero una mocosa malcriada pero brillante, y luego una mujer egoísta, imprevisible y casi diabólica, resulta verdaderamente inquietante. Las sucesivas discusiones entre ambas –como ésa a colación de un piano- resultan terroríficas, y en ellas Haynes hace de la sutileza su mejor arma: la competición que la indefensa Mildred establece con su hija, apenas una niña superdotada que le habla de igual a igual, pone la carne de gallina en tanto apunta, ya desde el principio, lo que será la perdición definitiva de la heroína. Una relación de dependencia de una madre con su hija que contrasta con la sutil manipulación a la que Mildred somete a los tres hombres que se cruzan en su camino, un elemento que aporta gran variedad de capas de complejidad al personaje.

En efecto, y al igual que en Lejos del cielo, el realizador pone en escena de forma sobria y calculada el fracaso sentimental y familiar de una heroína a contracorriente, así como el dolor y la frustración que provoca el declive personal o de la persona amada, y que en Mildred Pierce sucede en paralelo al triunfo profesional de la protagonista. También existen, naturalmente, recursos más dramáticos como el clásico y lacrimógeno puñetazo del destino, que en la que nos ocupa se manifiesta en el tremendo golpe de efecto del segundo episodio, sin duda uno de los momentos álgidos de la historia.

¿Frío o calor?

Haynes trata de observar todo con una aparente frialdad que en realidad es una de sus mejores armas expresivas. Ver, a modo de ejemplo, momentos capitales como la reacción de Mildred ante la dichosa tragedia que acontece en ese segundo capítulo, o cuando ésta escucha por la radio a su hija cantando un aria, al final del cuarto. Haynes consigue que tanto éstos como los instantes más intrascendentes (Mildred esperando sentada en un restaurante, momento que la cámara observa desde el exterior) parezcan conducir a cierta inevitable y ominosa tragedia.

Hay un poco de todo en Mildred Pierce, un drama que hace acopio de todos los recursos del género con un plus de valentía adicional, al representar de forma abierta y descarnada –a veces explícita- temas que antes figuraban de forma más encubierta como la infidelidad o el sexo. Los desnudos masculinos y femeninos que se dan de cuando en cuando, de todas formas, no escandalizarán al espectador habitual de HBO, ciertamente habituado a arrebatos carnales.

Mildred Pierce ha sido emitida en España por Canal + y acaba de salir a la venta en formato DVD.

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