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Henry Thornton, filantropía y prudencia: Aquellos maravillosos personajes

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En La tendencia del pensamiento económico, Hayek dedica un ensayo a la vida y obra de Henry Thornton (1760-1815), banquero, teórico monetario, filántropo… Como teórico monetario su obra principal es Paper Credit, reseñada aquí por José Ignacio del Castillo.

Me han llamado la atención sus intensas actividades filantrópicas en la sociedad inglesa que le tocó vivir.  Además de figurar entre los miembros destacados que presionaron para la abolición del tráfico de esclavos.

Ahí van algunos extractos, que podéis encontrar en las páginas 319-321 del mencionado libro.

Durante veinticinco años, Thornton proporcionó los recursos que le permitieron a Y mantener sus escuelas para pobres.

Las obras caritativas de la Secta [Clapham, en la que participaba activamente] no se limitaban a los ingleses por una parte y los paganos por la otra. Durante las guerras napoleónicas, cuando se supo de la terrible miseria que asolaba a Alemania, fueron de nuevo Thornton y X quienes organizaron reuniones y colectas públicas para recaudar fondos destinados a la ayuda.

Sobre su posición financiera y su actitud hacia las riquezas, escribe Thornton en 1809 en sus diarios:

Gracias a la Divina Providencia, he disfrutado de ingresos considerables y generalmente crecientes durante los últimos veinte años. Pero me he fijado la regla de no amasar una gran fortuna. Cuando mi padre murió, recibí de él cerca de 40.000 libras, mientras que antes solo había recibido de él la muy modesta suma de 6.000 libras. Mis ingresos han aumentado a 8, 10, o  incluso 11 o 12.000 libras por año, de cuya suma bastan generalmente para mis gastos 4 ó 5.000 libras, y cerca de 2 ó 3.000 libras se dan en obras de caridad. Mi riqueza era mucho mayor antes de mi matrimonio, y a veces se acercaba quizá a la profusión. El número de mis hijos (ahora 8) y las deficiencias de mi salud, junto con la consideración de que algunos pueden heredar de mí una constitución frágil, lo que podría dar lugar a gastos por encima de lo ordinario, me inclina a ahorrar ahora 2 ó 3.000 libras por año, porque sin olvidar mi compasión por los pobres deseo siempre recordar lo que dijo el Apóstol: “Quien no cuida de su propia casa es peor que un infiel”.

Prudencia y responsabilidad financiera exquisita la de Thornton.

Se ve que llevaba una contabilidad completísima de todas sus actividades de gastos e ingresos. Ahora escribe Hayek:

Está demostrado que, hasta su matrimonio en 1796, Thornton se había fijado la regla de gastar en obras de caridad seis séptimos de sus ingresos. [Y esto lo demuestran con una nota de pie de página donde aparecen extractos de sus cuentas durante 4 años]

Más evidencias de su actividad filántropica, ahora de una carta de un amigo suyo sobre él:

Era muy generoso, sus obras de caridad no han sido igualadas desde su muerte… Antes de su matrimonio, sus caridades ascendían a 10.000 por año, y lo más extraordinario es que no daba nada sin averiguación: no era la gran entrega de una gran suma particular para el alivio de otros lo que satisfacía su conciencia; no se sentía solo un administrador para separar una gran porción de sus recursos destinada a la clase generar de los indigentes, sino también un administrador en la distribución detallada de esas sumas. No bastaba que no gastara en sí mismo, sino que al gastar en otros debía hacerlo rendir en la mayor medida posible. En consecuencia, daba su tiempo tanto como su dinero, sacrificio que en opinión de X no debe de haber costado menos de 5000 por año más, ya que si lo hubiera dedicado a su negocio bancario habría obtenido beneficios mucho mayores y evitado pérdidas cuantiosas. Si hubiera dejado una fortuna muy grande, podría haberse dicho que estas caridades, magníficas como eran, solo representaban sus gastos superfluos; pero su ingreso era principalmente para su vida, y su fortuna es relativamente pequeña. Sin embargo, dejó a sus hijos un nombre más valioso y un ejemplo más precioso que cualquier otro empleo de su tiempo habría producido.

Muy buen punto eso de que no se conformaba con repartir el dinero que le sobraba para que se hiciera lo que se creyera oportuno con él, una vez que él hubiera limpiado su conciencia y se hubiera quedado tranquilo, con la mente relajada y su ego altruista satisfecho. En cambio, seguía cuidadosamente lo que se hacía con su dinero para que fuera a usos ‘productivos’. Esto podría trasladarse al tema de la ‘ayuda externa’, la efectividad de esa ayuda, la gestión que realizan las organizaciones que administran esa ayuda, etc… O a la filantropía de algunos que pueden repartir mucho dinero pero luego olvidarse de él y de su gestión. Quizá aplicar criterios económicos a la ayuda externa sea lo mejor para los países más pobres.

Y ya que estoy, encontré este otro extracto interesante. Sobre la actividad bancaria en esa época dice Thornton:

El negocio bancario es en extremo deseable. Se adapta maravillosamente a mi mala salud, y la Providencia de Dios ha sido muy misericordiosa conmigo al acomodar así mi profesión a mis circunstancias… Un poco de sentido común, asistencia regular, un espíritu de generosidad y gentileza que no degenere en el despilfarro y el servilismo, junto con una integridad a toda prueba, son los puntos principales que deben considerarse.

Una integridad a toda prueba… ¿Cumplen los banqueros actuales (y pasados) estos requisitos?

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