Menú

Déjenme que les cuente la triste historia de Duk Koo Kim y Boom Boom Mancini (y 2)

Warren Zevon, un viejo, valiente y, por supuesto, olvidadísimo rockero americano, autor de la canción She quiet me man, que forma parte de la película Cowboy de medianoche, Excitable boy, disco con el que logró el mayor éxito de su carrera puesto que en él aparecía Werewolves in London, Racha de mala suerte en la escuela de baile o Higiene sentimental, se fijó en la historia de Mancini y le dedicó una canción: "hicieron comentarios hipócritas al respecto, pero el nombre del juego es recibir un golpe y devolverlo". En la letra de Boom Boom Mancini encontramos la respuesta a la pregunta del millón: "Alguien debió haber parado la pelea, y me dijo que fue él". Pero no es tan sencillo. Si yo, que estoy cómodamente sentado delante de mi Compaq Presario 1500, saboreando la segunda taza de café de la mañana, recién levantado de la cama después de haber visto por enésima vez El loco del pelo rojo, hubiera sido Greene, quizás habría decidido parar la pelea en el decimotercer asalto... O quizás no.

Sugar Ray Leonard, que alguna experiencia tiene al respecto de la materia que nos ocupa, estaba comentando el combate aquella tarde para la CBS, y Kim también le engañó a él: "pensé que ya estaba agotado, pero de repente me hizo cambiar de opinión". Por momentos, el coreano parece un liviano saco de huesos a punto de quebrarse, pero al instante siguiente se despierta y se revuelve y golpea el rostro de su rival como haría un tigre lanzándose sobre su presa. A Greene sólo le falta convertirse en el jamón y el queso de aquel sandwich mixto; con esto quiero decir que el árbitro, que separa varias veces a los contendientes y que revisa los guantes de Kim en un par de ocasiones, no puede estar más encima de lo que está sin pasar directamente a estorbar. Mancini domina claramente la pelea y su actitud sobre el cuadrilátero es igual de agresiva que siempre, pero Kim no acaba de caer. Boom Boom pretende terminar por la vía rápida, pero el coreano, que no comparte la visión de las cosas que tiene su rival, sólo sueña con perder con honor.

El final ya es conocido por todos. Al inicio del decimocuarto asalto, Mancini se lanza definitivamente a por Duk Koo Kim y, tras recibir un impacto en la nariz, éste se rinde y cae desplomado. En realidad aquella pelea fue muy reñida y a nadie habría extrañado que la historia hubiera acabado justo al revés, con Boom Boom tendido sobre la lona y el chico del pantalón de color mostaza, nuevo campeón mundial, apuntando con sus guantes directamente hacia el cielo gris de Las Vegas, la ciudad del juego. Pero el Consejo Mundial de Boxeo rebajó las peleas de quince a doce asaltos, justificando su decisión en el hecho de que un estudio había demostrado que en esos tres rounds se sufrían la mayoría de lesiones importantes. Mancini dejó de boxear porque ya no quería entrenar, y alguien le dedicó una película y una canción a Kim en Corea. Lenny Mancini lo tenía claro: "un día aparecerás en todos los titulares de la prensa, y al siguiente serás olvidado para siempre". A lo mejor para siempre no. Mancini fue un buen boxeador y Kim un hombre valiente con muy mala suerte. Sencillamente, no acabó bien.

Herramientas

1
comentarios
1 Nevers, día

Cuando era todavía un adolescente -o menos- vi por televisión la muerte de Johnny Owen, aquel peso gallo galés al que se conocía como "el esqueleto". Hace poco se me ocurrió buscarlas en el youtube y las volví a ver. Tal como lo recordaba. También muy triste.