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Bobby Fischer se fue a la guerra

Estoy convencido de que no será ésta la última vez que hable aquí del divertidísimo libro "Bobby Fischer se fue a la guerra. El duelo de ajedrez más famoso de la historia", (Editorial Debate, 2006) obra de los periodistas de investigación de la BBC David Edmonds y John Eidinow. Por encima del fútbol o del boxeo, el tenis ha sido siempre mi deporte favorito. Sin embargo reconozco que nunca me atrajeron las personalidades de los grandes tenistas, jamás me pregunté cómo serían las vidas de Bjorn Borg o Boris Becker, qué pensarían al respecto de las cosas John Mc Enroe o Pete Sampras o qué comportamiento tendrían Guillermo Vilas o Ivan Lendl. Salvo rarísimas excepciones los tenistas, al igual que los futbolistas, siempre me han resultado poco interesantes. Seguramente estaré cometiendo una injusticia al generalizar, pero esa es la pura verdad.
 
En el caso del boxeo, la "maquinaria" funcionó conmigo justo al revés: las vidas de los boxeadores, tormentosas en muchos casos, apasionantes en otros, vidas de auténtica película, me hicieron interesarme por el deporte del boxeo. Es decir, la pasión por el boxeo vino después de la pasión por las biografías de aquellos que tenían el coraje de subirse a un cuadrilátero para dar y recibir golpes. Necesito precisar esto porque, tras la publicación de un par de artículos míos sobre ajedrecistas, algún lector creyó erróneamente que yo era un especialista en ajedrez. Nada más lejos de la realidad. Del ajedrez, deporte del que conozco, como casi todo el mundo, el movimiento de las piezas y poco más, me llaman la atención los jugadores de ajedrez. Y, por encima de todos ellos, me interesa mucho la vida del Gran Maestro estadounidense Robert J. Fischer. Sin embargo no creo que el indudable magnetismo de Fischer (un "mimofante", cruce entre una mimosa y un elefante según acuñó el novelista Arthur Koestler) logre que me interesen los movimientos de las partidas de ajedrez más allá de quienes los ejecutan. Por otro lado, tampoco me subiré jamás a un ring con ánimo de pelear con nadie, le tengo demasiado miedo al dolor como para cometer esa locura.
 
Decía al principio que no será ésta la última vez que hable de "Bobby Fischer se fue a la guerra". De hecho, si no se tuercen demasiado las cosas, tengo pensado realizar en el mes de agosto una serie de artículos sobre el libro y, desde luego, sobre "el duelo de ajedrez más famoso de la historia", el que enfrentó hace treinta y cuatro años en Reikiavik a Fischer y Borís Vasilievich Spasski con el campeonato del mundo en juego. El objeto del presente artículo no tiene otro objeto que el de suscitar la curiosidad del lector de Libertad Digital acerca de la complejísima personalidad de Fischer y de aquella serie de partidas político-ajedrecísticas que tuvieron a todo el mundo pendiente de Islandia. No en vano, el propio Koestler tuvo una ingeniosa reacción nada más saber que tendría que informar sobre aquel duelo: "Es curioso volver a ser corresponsal de guerra después de tantos años". Spasski levantó el peón de la reina y lo avanzó dos casillas. Enfrente suyo sólo tenía una silla giratoria vacía. Seis minutos después apareció Fischer en la sala, levantó el caballo del rey negro y lo colocó en f6. Empezó el "match del siglo". Comenzó la guerra.

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comentarios
1 zzizzou, día

Buenos días Juamna y amigos: Decirte Juanma que me he quedado con ganas de sabar el desenlace de la partida, esperaremos... Comentar, que ha sido impresionante el rememorar el madrid de baloncesto, leyendo el comentario de Ben y las anotaciones de Baudillo.A ver si el señor que tenemos de presidente se da cuenta que el Madrid de baloncesto nos sigue interesando y ha tenido mucha historia (aunque para eso tendría que llamar a Ben y Baudillo, porque seguro que no sabe ni le interesa lo mas mínimo, como estamos viendo). Ojalá tuviesemos un Jaquotot (QED)que volviese a dar la catagoría que tiene y se merece el Madrid de Baloncesto. Aún así hay que hacer un monumento a la gente que año tras año va a dar su apoyo al equipo a pesar de las políticas nefastas de los últimos presidentes en el baloncesto. Un saludo

2 gerenton, día

Juanma, Deberías entrar más en el ajedrez. Y verificar los duelos antiguos, entre Capablanca y Alekhine, o, más tarde, comprender la diferencia entre las dos "escuelas", por así decirlo, romántica y posicional. Y ver como un señor, Thal, se jugaba la vida (profesionalmente hablando) inventándose combinaciones suicidas y sacando partidas imposibles. O Nimzowitch, el inventor de un tipo de juego, que acabó loco. O los duelos recientes... Deberías entrar más.

3 baudilio, día

Gracias por tu mención zzizzou; hasta se me han subido los colores. Pero Ben y yo nos limitamos tan sólo a recordar viejos tiempos. Casi todos los grandes ajedrecistas han sido, por decirlo suavemente, un tanto peculiares. De Fischer creo recordar que leí que en aquella celebre final no compareció por un quítame allá esos espías (decía que le espiaban los rusos) y que luego se coló subrepticiamente en la habitación de Spasski para dejarle una nota de disculpa. También que se había construido un tablero flotante para practicar en la piscina. A ver si entre las cosas que nos cuente Juanma, hay algo de esto y me confirma los recuerdos. Saludos

4 UrbanMin, día

1. P4D, C3AR Reivindico esta notación, que considero autoexplicativa y mucho más lógica. Nombra con naturalidad los sitios del tablero. Tanta que un crítico de una partida dice, de su movimiento 27, cuando ya no quedan rastros de la colocación inicial de las piezas: "la apertura de la columna alfil-dama y su ocupación por las torres negras decidirá la partida..."; y tiene en cuenta que tanto el blanco como el negro tienen un punto de vista parecido, casi idéntico. Todavía no me he acostumbrado a recitar el abecedario para ver cuál es la columna "f", a calcular mentalmente si la fila "6" es la segunda o la tercera de las negras, a que los avances del negro sean retrocesos numéricos y viceversa,... La mera notación "descriptiva" (así la vi nombrada en un manual, significativo epíteto) tiene información sobre qué quiere hacer el jugador desde el punto de vista de la lógica del ajadrez. "Y entonces el general López ordenó que una unidad de étite remontara el cauce del arroyo Ix para atacar por sorpresa las posiciones asediantes en el alto". Traducido a "notación ortogonal" quedaría: "Y entonces el general López ordenó que una unidad de étite siguiese la línea quebrada 35º12'33"N-27º46'21"W -> 35º14'52"N-27º45'17"W -> ..." ...como si más que un informe comprensible fuese el log del GPS (además, si lo he hecho bien, tales coordenadas estarían en el Atlántico y el informe sería de una batalla naval en vez de terrestre... ¡ni siquiera eso queda claro!).

5 Kruzader, día

Me alegra que se cite a Koesteler (Arthur Koestler) en un artículo de deportes; está tan injustamente olvidado...