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Sólo un paréntesis

Madrid, hacia  las siete de la tarde, se trueca en una de aquellas aldeas fantasma de los westerns del John Ford de mi infancia. Calles desiertas donde sólo impera el frío. Así, todos los años. 24 de diciembre.  Como un paréntesis en el tiempo: siempre el mismo. La ciudad es de cristal. Helado y silencioso.

Siempre el mismo, como en cada atardecer de Navidad, silabeo ahora el poema que evoca ese frío que "estará en mí hasta que yo muera". No lo silabeo yo. Es él quien me conjura, como una vana apariencia vagando por calles demasiado frías, demasiado desoladas. Irreales, aún más que nosotros mismos. Aún más que el hombre que escribió, hace siete décadas, las palabras de alquimia demasiado sabia que forjan el verso:

"De estas ciudades quedará lo que ha pasado a su través: el viento".

Felicidad a todos, pese al frío.
Si es posible.

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