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Perdón, perdón, Fidel Castro


"Una que se autotitula funcionaria de un partido que dice que es socialista o socialdemócrata. No quiero mencionar nombres de partido, pero que sepan muy bien que estamos con ojo avizor y con una buena colección de datos en la mochila"

Castro, de nuevo. Acerca de doña Trinidad Jiménez. Fascina la complacencia cínica en Europa – pero en España tal complacencia toca su hipérbole – hacia esa bestia. Como si en ella se envidiase aquella veta pura de maldad que algo, en el predador que somos, siempre añora. Como si el Caudillo habanero nos pusiera en escena ese exceso en lo cruel que las sociedades civilizadas soportan únicamente en la ficción: literatura, teatro, cine…, tiranos cuyo irreal anacronismo permite sonreír de lejos, por debajo de la inconfesa gratificación libidinal del espanto.

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Y él lo sabe. Sabe que es el monstruo sobre cuya pintoresca repugnancia exorcizan aún los europeos – pero España es hipérbole – los últimos resquemores culpables de una retórica asesina, que no hace tanto tiempo fue la nuestra. Martin Amis describió, hace un par de años, en su soberbio Koba el Temible, la lógica de ese fantasma que pudre la conciencia europea. Nadie bromea jovialmente al evocar Auschwitz, nadie que no fuera un loco o un perfecto degenerado podría permitirse bromas obscenas acerca de los seis millones de judíos que exterminó el nazismo. La sonrisa, la indulgencia, son de curso común al evocar, sin embargo, el pecadillo juvenil de nuestro stalinismo, el de una fracción asombrosa de europeos, a lo largo de casi medio siglo. Sonreímos, displicentes: ¡éramos tan jóvenes! Tanto como, en 1934, los angélicos retoños de las SS.

Escucho, en la televisión, lamentar a una bienintencionada periodista: “¿Cómo puede alguien joven ser tan maleducado para increpar en público a un anciano?” Intento hacerme la misma pregunta, cambiando los nombres. Donde la conmovida voz dice Santiago Carrillo, pruebo a poner Adolf Hitler. No funciona.

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Y el último asesino al cual forjó la staliniana acería de “hombres de un material” distinto, Fidel Castro, el último constructor de miseria, de terror, de hombre nuevo y el que no a la cárcel, férreo en la clara certeza de haber sido llamado a morir en su misión despótica, sabe eso. Y juega con la miseria moral de nuestra Europa enferma. Y juega con la miseria moral de nuestra España incomparablemente más enferma. Sonreímos. Bono le suplicó perdón hace tres días. ¿Cómo pudo caer en la indelicadeza de compararlo siquiera con otro vulgar tirano, minúsculo a su lado? ¿Cuánto va a tardar, esta vez, doña Trinidad Jiménez en ir a lamer la suela de sus botas? Se admiten las apuestas.

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P.D.: ¿Alguien atisba qué insinúa Fidel Castro al advertir a los socialistas españoles de la "buena colección de datos" que, "ojo avizor", archiva amenazante en su "mochila"?

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