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Como apestados

“Como apestados”, dicen que los tratan. Y lo son. Guadalajara es la irrupción insoportable de lo real que se exige taponar a cualquier precio. Porque duele. Taponar bajo montañas de hojarasca mediática, que es lo que, en las sociedades modernas, permite transubstanciar lo real en sucedáneos inocuos a la medida. Y, es verdad, Guadalajara desmiente este bobalicón cuento de hadas que hace veces de discurso político en España, desde hace ya algo más de un año y medio. Y, es verdad, en Guadalajara irrumpió, al menos un instante, la terrible certeza de que la incompetencia, en política, acaba siempre por convocar a la muerte. Por eso es tan urgente borrar toda memoria de aquellos once muertos; borrar a sus familias, sus amigos; borrar cuanto recuerde que existieron; y que dejaron de existir porque alguien los mandó a la muerte, ni siquiera por maldad, por estupidez homicida. Estorban quienes llaman al recuerdo. Serán borrados de la imagen pública: estorban en este fingido jardín de infancia en el que dicen que vivimos; retórico y perfecto. “Como apestados”. Lo son.

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