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Sirvia y las alimañas

Si alargo el brazo desde la ventana, me parece tocar la cima pelada y agreste como el hocico de un caniche de peluquería. Luego podría acariciar las copas apretujadas de los árboles, bajar los dedos por la falda de la montaña como si amansara una coliflor verde. De verdad que podría hacerlo: tan a mano tengo las alturas del Puerto de La Morcuera, Miraflores de la Sierra, y tan buena gente parece la naturaleza; hasta que sacas el brazo por la ventana y te lo fríe el bicherío. Esto del amor a la naturaleza es como el amor a todo lo demás: un terrible malentendido. A cierta distancia, un abeto o tu prójimo reflejan la bondad de la Creación. Te dan buenas vibraciones, quieres acariciarlos. Todo te retribuye y todo recibe tu paga de amor en la exacta medida. El brezo, la abeja y el panadero se traman en el divino tapiz con pulcras puntadas. El ordo amoris de San Agustín va como un cañón cuando miras por la ventana. Prueba ahora a meter la mano en el aire. En vez de hacer senderismo, cosa que cansa muchísimo y lo expone a uno a las garrapatas, verifico las cosas del querer adentrándome en Cumbres Borrascosas

No es verano, técnicamente hablando, hasta que vuelvo a leer Cumbres Borrascosas. Ya pueden brillar las escamas de todas las serpientes multicolores o abrirse las esclusas de la tromba chancletera por aeropuertos y autopistas. Para este lector, la canícula empieza con la novedad, siempre nueva, de la llegada de Mr. Lockwood a la Granja de los Tordos y su escucha absorta de la narración del ama de llaves, Ellen Dean, sobre la insania amorosa de Heathcliff y Catherinne Earnshaw.

Como muestra Emily Bronte (1818-1848), el amor puede tener las entrañas muy negras y no hay nada noble ni fecundo en vivirlo consecuentemente. El amor mata; de hecho, el amor es la muerte misma y solo sobrevive cuando ha arrasado con todo lo demás, dice el tema de esta historia de amor y devastación, valga la redundancia.

El punto de vista de la narradora (la criada Nelly) y el punto de vista del que escucha y a la vez transmite la historia (Lockwood) son las dos llaves que abren el misterio artístico de una novela visionaria, adelantada, de la que manan placeres y sentidos nuevos con cada nueva lectura. La primera es una voz rústica, temerosa de Dios, fiel a las convenciones morales, obediente con sus amos, y, según ella misma se reconoce, apenas dotada para relatar los hechos de la tormentosa pasión de Heathcliff y Catherinne con la superficialidad de una comadre. El segundo es un diletante de ciudad bastante frívolo, que se afinca en la Granja de los Tordos huyendo del mundanal ruido y creyéndose un misántropo, hasta que topa con el aislamiento y la brutalidad de los moradores de la vecina Cumbres Borrascosas. Ambos narradores, que se alternan y se complementan en un prodigioso manejo del punto de vista que anticipa innovaciones que se desarrollan mucho después con Hawthorne (1804-1864) y James (1843-1916), entre otros, limitan, con sus propias limitaciones, la perspectiva del lector y le incitan a leer por debajo de lo que se cuenta. Su amor por Heathcliff, dice Catherinne, "se parece a las eternas rocas profundas". Pues bien, el lector tiene que bajar por su cuenta a esas simas de muertos y ver lo que se cuece en alma de los protagonistas. Su ideal amoroso desborda la educación y las convenciones de nuestros dos superficiales narradores. Es su perspectiva del amor cultivado, noble y donante de vida, su visión del amor a través de la ventana, lo que se derrumba. Ellos no van a guiarte. Sus ojos no están preparados para ver amarse a dos muertos. Al final de la novela, queda clara su impotencia cuando Lockwood contempla las apacibles tumbas de Catherinne y Heathcliff y no comprende cómo alguien puede "atribuir sueños inquietos a los que" duermen "bajo una tierra tan sosegada". Ese "alguien" eres tú, lector.

Leí por primera vez Wuthering Heights en la playa, a los 19, y resulté seriamente afectado, no solo por la revelación, sino por la insolación contraída en dos jornadas de inmersión hechizada en el texto, bajo un sol de justicia. Nunca había leído nada igual. Un lenguaje que era como el paisaje de la novela: salvaje, agreste, tormentoso. ¡El lenguaje puede inventar un paisaje! Puede ser el paisaje. Eso descubrí. Si las palabras pueden hacer tal cosa, pueden hacer lo que se propongan. Me quedo a vivir en las palabras. He leído Cumbres Borrascosas en la playa, en la piscina, en la montaña, entre plataneras, en México DF, en El Cairo, en un vagón del interrail atestado de estudiantes, en la estación de Roma Termini tumbado en el suelo con la cabeza sobre la mochila, en el puente viejo de Florencia, en Londres, en París, en Central Park, ... La he leído esta semana frente a una montaña de la Sierra de Madrid, mirándola por la ventana, pelada y frondosa. Durante el día estudiábamos el Catecismo y rezábamos. El amor ordenado y noble de los santos, el amor que tiene un sentido. Por la noche, después del examen de conciencia y una vez apagadas las luces, leía Cumbres Borrascosas.

Observé que en el pueblo hay una fuente en la que se recuerda, con una placa en bajorrelieve, a un pastor que prestó "un gran servicio a la ganadería" cazando alimañas. En la base de la fuente, alguien pintó con spray de color azul: "Te amo Sirvia".

He pensado que el amor humano tiene algo de santo, como librar de las alimañas al rebaño, y algo de fiera, como amar a Sirvia.

Cruceristas, hamaqueros, senderistas, chulos playa, españoles todos: en verano, mucha precaución con las cosas del querer. Luego llega septiembre y todo son malas caras.

Les dejo con dos escenas de la adaptación de Cumbres Borrascosas que realizó en 1992 el señor Peter Konsminski, con el señor Ralph Fiennes en papel de Heathcliff. La música es del señor Ruichi Sakamoto.

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comentarios
1 marcat, día

Aunque nunca estoy de vacaciones en verano, si encuentro muchos ratos para la lectura en el tiempo estival y, desde hace seis años no tengo un agosto sin El Quijote. ¡Qué la vamos a hacer! lo mio no son los best sellers de la última temporada. Leí Cumbres Borrascosas hace ocho o diez años y, reconozco mi insensibilidad o mi torpeza, pero no le saqué esa sustancia que seguro que tiene pues lo recuerdo como una historia muy entretenida, fácil de leer pero que no me impactó. Reconozco que casi siempre cuando me pasa esto con algún libro el malo no es el libro sino yo aunque también ha dado con algunos "ladrillos" impresos más que considerables, algunos best sellers. Pero esta reseña que hoy veo de Cumbres Borrascosas me recuerda que es, de verdad, uno de mis libros pendientes de releer (o quizás de leer de verdad por primera vez). Y es que la vida ajetreada de trabajo, obligaciones y prisas es más que imcompatible con un leer pausado y reflexivo pero hasta esto hay que aprenderlo. Cuando termine un librito de memorias de Francisco Umbral que tengo entre manos (y en el maletín de trabajo) este año empiezo agosto con Cumbres Borrascosas; luego irá El Quijote. Prometo contar mi experiencia por si les interesa. Feliz borrascoso verano, Don Victor.

2 EspeMall, día

Aiiihhh, Heathcliff!!! Mi Heathcliff!!!!!!!!!!!!!