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Papá cumple 200 años

¿Por qué no ha de tener España su portero, cuando no hay casa medianamente grande que no tenga el suyo? En Francia eran antiguamente los suizos los que se encargaban de esta comisión; en España parece que la toman sobre sí algunos vizcaínos. Y efectivamente, si nadie ha de pasar hasta hablar con el portero, ¿cuándo pasarán los de allende si se han de entender con un vizcaíno? El hecho es que desde París a Madrid no había antes más inconveniente que vencer que 365 leguas, las landas de Burdeos y el registro de la puerta de Fuencarral. Pero hete aquí que una mañana se levantan unos cuantos alaveses (Dios los perdone) con humor de discurrir, caen en la cuenta de que están en la mitad del camino de París a Madrid, como si dijéramos estorbando, y hete que exclaman:

––Pues qué, ¿no hay más que venir a pasar? ¡Nadie pase sin hablar al portero!

De entonces acá cada alavés de aquellos es un portero, y Vitoria es un cucurucho tumbado en medio del camino de Francia; todo el que viene entra; pero hacia la parte de acá está el fondo del cucurucho, y fuerza es romperle para pasar.

Pero no ocupemos a nuestros lectores con inútiles digresiones. Amaneció en Vitoria y en Álava uno de los primeros días del corriente, y amanecía poco más o menos como en los demás países del mundo; es decir, que se empezaba a ver claro, digámoslo así, por aquellas provincias, cuando una nubecilla de ligero polvo anunció en la carretera de Francia la precipitada carrera de algún carruaje procedente de la vecina nación. Dos importantes viajeros, francés el uno, español el otro, envuelto éste en su capa y aquél en su capote, venían dentro. El primero hacía castillos en España, el segundo los hacía en el aire, porque venían echando cuentas acerca del día y hora en que llegar debían a la villa de Madrid, leal y coronada (sea dicho con permiso del padre Vaca). Llegó el veloz carruaje a las puertas de Vitoria, y una voz estentórea, de estas que salen de un cuerpo bien nutrido, intimó la orden de detener a los ilusos viajeros.

––¡Hola! ¡Eh! ––dijo la voz––, nadie pase.
––¡Nadie pase! ––repitió el español.
––¿Son ladrones? ––dijo el francés.
––No, señor ­––repuso el español asomándose––, son de la aduana.

Pero ¿cuál no fue su admiración cuando, sacando la cabeza del empolvado carruaje, echó la vista sobre un corpulento religioso, que era el que toda aquella bulla metía? Dudoso todavía el viajero, extendía la vista por el horizonte por ver si descubría alguno del resguardo; pero sólo vio otro padre al lado, y otro más allá, y ciento más, repartidos [por] aquí y allí como los árboles en un paseo.

––¡Santo Dios! ––exclamó––. ¡Cochero! Este hombre ha equivocado el camino; ¿nos ha traído usted al yermo o a España?
––Señor ––dijo el cochero––, si Álava está en España, en España debemos de estar.
––Vaya, ¡poca conversación! ––dijo el padre, cansado ya de admiraciones y asombros––; conmigo es con quien se las ha de haber usted, señor viajero.
––¡Con usted, padre! ¿Y qué puede tener que mandarme su reverencia? Mire que yo vengo confesado desde Bayona, y de allá aquí maldito si tuvimos ocasión de pecar, ni aun venialmente, mi compañero y yo, como no sea pecado viajar por estas tierras.
––Calle ––dijo el padre––, y mejor para su alma. En nombre del Padre y del Hijo...
––¡Ay, Dios mío! ––exclamó el viajero, erizados los cabellos––, que han creído en este pueblo que traemos los malos y nos conjuran.
––Y del Espíritu Santo ––prosiguió el padre––; apéense y hablaremos.

Aquí empezaron a aparecerse algunos facciosos y alborotados, con un Carlos V cada uno en el sombrero por escarapela.

Nada entendía a todo esto el francés del diálogo; pero bien presumía que podía ser negocio de puertas. Apeáronse, pues, y no bien hubo visto el francés a los padres interrogadores:

––¡Cáspita! ––dijo en su lengua, que no sé cómo lo dijo––, ¡y qué uniforme tan incómodo traen en España las gentes del resguardo, y qué sanos están y qué bien portados!

Nunca hubiera hablado en su lengua el pobre francés.

––¡Contrabando! ––clamó el uno.
––¡Contrabando! ––clamó otro; y ¡contrabando! fue repitiéndose de fila en fila. Bien como cuando cae una gota de agua en el aceite hirviendo de una sartén puesta a la lumbre álzase el líquido hervidor y bulle, y salta, y levanta llama, y chilla, y chisporrotea, y cae en el hogar, y alborota la lumbre, y subleva la ceniza, espelúznase el gato inmediato que descansado junto al rescoldo dormía, quémanse los chicos, y la casa es un infierno; así se alborotó, y quemó y se espeluznó y chilló la retahíla de aquel resguardo de la nueva especie, compuesto de facciosos y de padres, al caer entre ellos la primera palabra francesa del extranjero desdichado.
––Mejor es ahorcarle ––decía uno, y servía el español al francés de truchimán.
––¡Cómo ha de ser mejor! ––exclamaba el infeliz.
––Conforme ––reponía uno––: veremos.
––¿Qué hemos de ver ––clamaba otra voz­–– sino que es francés?

Calmóse, en fin, la zalagarda; metiéronlos con los equipajes en una casa, y el español creía que soñaba y que luchaba con una de aquellas pesadillas en que uno se figura haber caído en poder de osos, o en el país de los caballos, o en Hounhois, como Gulliver.

Figúrese el lector una sala llena de cofres y maletas, provisiones de comer, barriles de escabeche y botellas, repartidas aquí y allí, como suele verse en las muestras de las lonjas de ultramarinos. ¡Ya se ve!, era la intendencia. Dos monacillos hacían en la antesala con dos voluntarios facciosos el servicio que suelen hacer los porteros de estrado en ciertas casas, y un robusto sacristán, que debía de ser el portero de golpe, los introdujo. Varios carlistas y padres registraban allí las maletas, que no parecía sino que buscaban pecados por entre los pliegues de las camisas, y otros varios viajeros, tan asombrados como los nuestros, se hacían cruces como si vieran al diablo. Allá en un bufete, un padre más reverendo que los demás comenzó a interrogar a los recién llegados.

––¿Quién es usted? ––le dijo al francés.

Y el francés, callado, que no entendía. Pidiósele entonces el pasaporte.

––¡Pues!, francés ––dijo el padre––. ¿Quién ha dado este pasaporte?
––Su Majestad Luis Felipe, rey de los franceses.
––¿Quién es ese rey? Nosotros no reconocemos a la Francia, ni a ese don Luis. Por consiguiente, este papel no vale. ¡Mire usted ––añadió entre dientes––, si no habrá algún sacerdote en todo París que pueda dar un pasaporte, y no que nos vienen con papeles mojados! ¿A qué viene usted?
––A estudiar este hermoso país ––contestó el francés con aquella afabilidad tan natural en el que está debajo.
––¿A estudiar, eh? Apunte usted, secretario; estas gentes vienen a estudiar; me parece que los enviaremos al tribunal de Logroño... ¿Qué trae usted en la maleta? Libros... pues... Recherches sur... Al sur, ¿eh? Este Recherches será algún autor de máximas; algún herejote. Vayan los libros a la lumbre. ¿Qué más? ¡Ah!, una partida de relojes: a ver... London... ése será el nombre del autor. ¿Qué es esto?
––Relojes para un amigo relojero que tengo en Madrid.
––De comiso ––dijo el padre, y al decir de comiso cada circunstante cogió un reló, y metióselo en la faltriquera. Es fama que hubo alguno que adelantó la hora del suyo para que llegara más pronto la del refectorio.
––Pero, señor ––dijo el francés––, yo no los traía para usted...
––Pues nosotros los tomamos para nosotros.
––¿Está prohibido en España el saber la hora que es? ––preguntó el francés al español.
––Calle ––dijo el padre––, si no quiere que le exorcice ––y aquí le echó la bendición por si acaso. Aturdido estaba el francés, y más aturdido el español.

Habíanle entretanto desvalijado a éste dos de los facciosos, que con los padres estaban, hasta del bolsillo, con más de tres mil reales que en él traía.

––Y usted, señor de acá ––le preguntaron de allí a poco––, ¿qué es? ¿Quién es?
––Soy español y me llamo don Juan Fernández.
––Para servir a Dios ––dijo el padre.
––Y a Su Majestad la Reina nuestra señora ––añadió muy complacido y satisfecho el español.
––¡A la cárcel! ––gritó una voz––. ¡A la cárcel! ––gritaron mil.
––Pero, señor, ¿por qué?
––¿No sabe usted, señor revolucionario, que aquí no hay más reina que el señor rey don Carlos V, que felizmente gobierna la monarquía sin oposición alguna?
––¡Ah! Yo no sabía...
––Pues sépalo, y confiéselo, y...
––Sé y confieso, y... ––dijo el amedrentado dando diente con diente.
––¿Y qué pasaporte trae? También francés... Repare usted, padre secretario, que estos pasaportes traen la fecha del año 1833. ¡Qué de prisa han vivido estas gentes!
––¿Pues no es el año en que estamos? ¡Pesia a mí! ––dijo Fernández, que estaba ya a punto de volverse loco.
––¡En Vitoria ––dijo enfadado el padre, dando un porrazo en la mesa–– estamos en el año 1º de la cristiandad, y cuidado con pasarme de aquí!
––¡Santo Dios! ¡En el año 1º de la cristiandad! ¿Conque todavía no hemos nacido ninguno de los que aquí estamos? ––exclamó para sí el español––. ¡Pues vive Dios que esto va largo!

Aquí se acabó de convencer, así como el francés, de que se había vuelto loco, y lloraba el hombre y andaba pidiendo su juicio a todos los santos del Paraíso.

Tuvieron su club secreto los facciosos y los padres, y decidiéronse por dejar pasar a los viajeros; no dice la historia por qué; pero se susurra que hubo quien dijo que, si bien ellos no reconocían a Luis Felipe, ni le reconocerían nunca jamás, podría ocurrir que quisiera Luis Felipe venir a reconocerlos a ellos, y por quitarse de encima la molestia de esta visita, dijeron que pasasen, mas no con sus pasaportes, que eran nulos evidentemente por las razones dichas.

Díjoles, pues, el que hacía cabeza sin tenerla:

––Supuesto que ustedes van a la revolucionaria villa de Madrid, la cual se ha sublevado contra Álava, vayan en buen hora, y cárguenlo sobre su conciencia: el Gobierno de esta gran nación no quiere detener a nadie; pero les daremos pasaportes válidos.

Extendióles en seguida un pasaporte en la forma siguiente

AÑO PRIMERO DE LA CRISTIANDAD

NOS fray Pedro Jiménez Vaca. ––Concedo libre y seguro pasaporte a don Juan Fernández, de profesión católico, apostólico y romano, que pasa a la villa revolucionaria de Madrid a diligencias propias; deja asegurada su conducta de catolicismo.

––Yo, además, que soy padre intendente, habilitado por la Junta Suprema de Vitoria, en nombre de Su Majestad el Emperador Carlos V, y el padre administrador de correos que está ahí aguardando el correo de Madrid, para despacharlo a su modo, y el padre capitán del resguardo, y el padre Gobierno que está allí durmiendo en aquel rincón, por quitarnos de quebraderos de cabeza con la Francia, quedamos fiadores de la conducta de catolicismo de ustedes; y como no somos capaces de robar a nadie, tome usted, señor Fernández, sus tres mil reales en esas doce onzas, que es cuenta cabal ––y se las dio el padre efectivamente.

Tomó Fernández las doce onzas, y no extrañó que en un país donde cada 1833 años no hacen más que uno, doce onzas hagan tres mil reales.

Dicho esto, y hecha la despedida en regla del padre prior, y del desgobernador Gobierno que dormía, llegó la mala de Francia, y en expurgar la pública correspondencia, y en hacernos el favor de leer por nosotros nuestras cartas, quedaba aquella nación poderosa y monástica ocupada a la salida de entrambos viajeros, que hacia Madrid venían, no acabando de comprender si estaban real y efectivamente en este mundo, o si habían muerto en la última posada sin haberlo echado de ver; que así lo contaron en llegando a la revolucionaria villa de Madrid, añadiendo que por allí nadie pasa sin hablar al portero.

(Mariano José de Larra [1809-1837], "Nadie pase sin hablar al portero o los viajeros en Vitoria", La Revista Española, 1833; reproducido en Larra. Artículos políticos, Miguel Castellote Editor, Madrid, 1973).

***

Correspondencias

Del maestro bandarra y Ciruela

De: Felipe Gonzlez Caballero [mailto:xxxxxx@hotmail.com]
Enviado el: martes, 24 de marzo de 2009 20:05
Para: hojadereclamaciones@libertaddigital.tv
Asunto: Patetismo en grado sumo

Un saludito a LDLiBros. VA Que Viene:

Me pareceis patéticos.

Me voy a poner en plan Jimenez Los Santos.


La presentadora patética. Me parece en sus comentarios una persona sin sentido. Comentarios sin fuste que dan vergüenza ajena.


El señor del traje. Si porque los comentaristas se describen, uno como un señor trajeado. Tan formal él. Parece tan creible y no tiene fondo alguno " No somos sectarios, no somos de izquierdas por lo tanto no somos sectarios" patético. Que lo sepas. Hay sectarios en la izquierda y los hay en la derecha como tu querido. Y luego esta el otro tertuliano el que va vestido de guai. Con su camisa sin corbata, un chico normal y corriente sin embaramientos. Pero este es el peor, va de cañero y es francamente decepcionante. Parece, cuando lo ves, que va ha decir algo interesante y luego mete la pata hasta el fondo. Yo que entiendo de libros más que él. Porque lo noto. Porque es cierto. Me deja pasmao. Este tio es de lo más deprimente que he visto en comentario de libros.


Me gusta vuestro programa porque cuando estoy bajo de moral me lo pongo y veo las barbaridades que decis con impunidad y como si supieseis algo y me divierto de lo lindo. Pienso que todavía hay gente que como el payaso serio hace reir pareciendo que dice algo profundo.

Pena me dais como me da el Jimenez los santos. Sois mi radio (la cope) y mi televisión favorita. Sois mi momento de diversión y relax. No convenceis ni a vosotros mismos. Saludos campeones.

***

Lecturas: Todo lo que quería decir sobre Gustav Flaubert (Guy de Maupassant), Diario de un lobo (Mariusz Wilk), igual Jadzhi Murat (León Tolstói).

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comentarios
1 jlh, día

Hola. Lo del socialista felipe gonzález p es algo que a los habituales del blog de Don Pío no nos sorprende, la verdad. Allí tenemos unos cuantos trolls socialistas que cobran del psoe por insultar a Don Pío y a todos a aquellos que no pensamos como ellos, y se dedican a hacerlo un día tras otro. Desde mi punto de vista indican la importancia que le dan los socialistas a la propaganda, pues atacan en todos los frentes, sin menospreciar a ninguno. Lo que dice el individuo este es lo habitual en este tipo de socialistas: insultos, e intento de debilitar la moral del contrario. Por otra parte, si los socialistas os insultan es porque os ven peligrosos, pues temen que podáis extender el amor a la libertad y la democracia. Y en eso creo que tienen razón, sois un auténtico peligro para los amantes de las dictaduras. Lo que yo creo que hay que hacer con este tipo de gente es aprender de ellos (de lo que escriben y como lo escriben, y cuando lo escriben) sobre propaganda, pues como son profesionales del tema se puede aprender mucho estudiándoles. Aunque también es cierto que resultan desagradables. Un saludo.

2 jlh, día

Sobre la condición de porteros de España de los vizcaínos. Los nacionalismos en España se inventaron en España en el siglo XIX para luchar contra España. Y no se crearon en cualquier sitio, sino en las regiones de acceso a España desde Europa (desde Francia, más concretamente): Cataluña y las Provincias Vascongadas. No se crearon los nacionalismos en ninguno de los antiguos reinos, como Aragón, Mallorca, Valencia, o Navarra. Tampoco se crearon los nacionalismos en una región interior, como Extremadura. No. Los nacionalismos se crearon en los pasos de Europa a España. Lugares muy estratégicos, sin duda. Alguien decidió, y llevó a la práctica, en el siglo XIX que España tuviese unos porteros cuyas intenciones no fuesen defender España, sino destruirla.

3 elvis_ca, día

No dejan de resultarme curiosos los personajes como el arriba-reclamante Rafael por ese extraño masoquismo punk que practican cuando de divertimento divulgativo o simple entretenimiento se trata. En el primer párrafo uno de los presentadores le resulta deprimente y decepcionante pero es que en la apostilla final, cuando ya ha decidido que el programa le gusta (!), siente pena por sus realizadores y ya de paso por Federico (lo que lo conceptua como progre de manual o pepero reloaded) para terminar confesando que se divierte y relaja.

4 elvis_ca, día

perdón Felipe González por cambiarte el nombre por Rafael

5 Erbilyos, día

Otro detalle chusco de la "correspondencia" del tal Felipe González: afirma saber más de libros que Mario Noya ("Porque lo noto. Porque es cierto") y su carta está tan mal redactada, con tantas faltas y frases sin sentido gramatical, que su presunción resulta ridícula y grotesca. Ni siquiera ha escrito bien su nombre en el apartado de "remitente". Por su forma de expresarse, debe de ser una víctima de la LOGSE. Al principio de su carta, dice que se va a poner en plan Jiménez Losantos y yo todavía estoy esperando... No le llega ni a la altura de los juanetes. Por el amor de Dios. Por cierto, yo tampoco entiendo a esta gente que afirma divertirse con gente a la que detesta. Coincido en que la intención de esta gente es desmoralizar. Pero este individuo no tiene entidad suficiente para ello. Gracias por el artículo de Larra. Este no lo conocía. Recomiendo la lectura del reciente artículo de Arcadi Espada sobre la muerte de Larra: http://www.arcadiespada.es/2009/03/24/24-de-marzo/

6 doiraje, día

No le deis mayor importancia a críticas de este nivel, talante y talento. Se descalifica solito. La mezcla de soltura, desparpajo y competencia de la que hacéis gala ha de poner enfermo a más de uno. A palabras necias...

7 vikinga, día

Me encanta el "amigo patético". Tan alto nivel de crítica literaria es difícil de superar. Creo que el argumento "Porque lo noto,porque lo se" es rotundo. Yo noto que soy mejor tenista que Rafa Nadal, lo se. A ver quién es el listo que se atreve a contradecirme. Al menos podría habernos nombrado un par de sus libros preferidos, aunque me temo que ya estarán en el foso de los leones. En fin, pobriño, el se ríe con LD y nosostros nos reimos con el. Quid pro quo.

8 paserifo, día

Qué triste lo de la correspondencia. Vamos a ver. Aparte de no saber ejcrevir bien el apellido del gran Jiménez Losantos, no sabes que el pronombre personal “tú” lleva tilde en la «u». Esto se llama tilde diacrítica, esto es, para distinguir esa palabra del adjetivo posesivo “tu”. Si tu miopía te lo permite, date cuenta de que los pronombres llevan más intensidad que los adjetivos, aunque esto nos llevaría a hablar de la influencia de las moras latinas en el idioma español, y eso sí que sería una digresión en toda regla. Mira, a mí no me gusta CNN plus, que la tengo gratis en la TDT nacional. Como no me gusta, no la veo. Y así no me hago mala sangre. Tampoco veo TVE, ni el canal 24 horas, ni tetacinco, ni cuatro gatos, ni abúrretres... Yo sólo leo libros en inglés, en francés o en español. De los traducidos, antes tengo que saber si están razonablemente bien traducidos. Escucho la COPE porque es muy divertida: La mañana de 10 a 12 es de lo mejor de la radiodifusión en España. También es genial A cielo abierto, La linterna, Tiempo de juego, El Tirachinas, La Estrella Polar, Camino del Sur... También es genial Rock&Gol, sobre todo desde que algún genio ha decidido transformar la radio clásica en una emisora de música experimental nihilista. Asqueroso, vamos. El resto de mi ocio audiovisual lo invierto en los programas de LDTV que me descargo de youtube (gracias a mi superscript de perl me ahorro la publicidad y los cortes, por cierto), esucho la música que me gusta, y la que no me gusta, la ignoro. La salud es lo más importante. No sólo la del hígado y la de los riñones, sino también la del páncreas y la del bazo. Pobre hematopoyesis. Cuídate de las esclerosis que afectan a los sentidos. Si no te gusta el gran Víctor Gago, un periodista con una gran sensibilidad estética, no lo mires. Si no te gusta el tío Noya, pues no lo mires. Y si no te mola Carmen Carbonel, pues háztelo mirar porque empiezas a precuparme. ¡Y niños, recordad, DNFT! Salud

9 Anavmor, día

Totalmente de acuerdo con PASERIFO. Lo de Carmen Carbonell clama al cielo!!!!! El tiempo escasea. Hay que ser gañán para perderlo en cosas que no te interesan...