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Los escolios de Gómez Dávila

Dieter nos invitó ––a Mario y a mí–– a hablar de los libros que regalaríamos o recibiríamos con gozo, si nos los regalasen. No me canso de regalar y regalarme los Escolios a un texto implícito, de Nicolás Gómez Dávila (1913-1994).

Escolios ––del griego schólion, comentario–– son notas al margen, que aquí se interpolan en un texto ideal que no aparece pero debemos imaginar a partir de esta colección de apostillas fragmentarias. Para Gómez Dávila, el fragmento es la forma del "pensamiento honrado": se corresponde con la infinidad de partículas que contienen el universo entero y asume que "el hombre vive entre fragmentos". El discurso "tiende a ocultar las rupturas del ser", mientras que el fragmento acepta las cartas con las que el hombre lúcido juega en la interpretación del sentido. El aforismo no renuncia al absoluto, esa "maravilla de las maravillas", sino que atisba el universo "en cada uno de sus aparentes fragmentos". Su obra consiste en repertorios de aforismos, que él presentó como Notas, Escolios y Nuevos Escolios a un texto implícito.

La coherencia de sus conclusiones y la identidad de estilo y asunto conforman un auténtico sistema filosófico pese a su forma fragmentaria: una rareza de la inteligencia, un erudito (leía perfectamente en latín y griego; su biblioteca de treinta mil volúmenes aparece fotografiada en esta edición de los Escolios al cuidado de Jacobo Siruela) que escribió desde y para la tradicíón, pero con un ojo puesto en la carne del mundo.

Fiel (a su modo, es decir, provocador y heterodoxo) a la doctrina cristiana y reaccionario orgulloso de su condición, Nicolás Gómez Dávila fustiga inmisericordemente todos los dogmas de la modernidad: la democracia, el industrialismo, la pornografía, la cultura de masas, los ansiosos desplazamientos, la Iglesia postconciliar...

Su estilo tiene "la dureza de la piedra y el temblor de la rama". Sobrio, preciso, diamantino, fulgurante. También en esto, Gómez Dávila es un raro en la selva de exuberancias barrocas e invenciones mágicas de la literatura hispanoamericana del siglo XX. Tan raro, aristocrático y deslumbrante como Borges y Mutis. Como señala Franco Volpi en el prólogo de esta edición, la mejor forma de entrar en la inteligencia de Gómez Dávila es zambullirse aleatoriamente en sus escolios.

Aquí les dejo a ustedes una muestra:
La historia no es venerable como obra del hombre, sino como lugar de unas cuantas epifanías gratuitas.

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Es difícil simpatizar con el clero moderno desde que se volvió anticlerical.

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Limitemos nuestra ambición a practicar contra el mundo moderno un metódico sabotaje espiritual.

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La historia literaria enseña que la obra de todo gran poeta se divide en dos partes: la que seguimos admirando y la que influyó sobre la literatura.

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Los pecados que escandalizan al público son menos graves que los que tolera.

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Llamamos historia a lo que acontece a quien tenga alguna clase de importancia.


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Única alternativa en este fin de siglo: cuartel oriental-burdel occidental.

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Las revoluciones de la izquierda sólo cambian el orden de los naipes.
La Revolución es inútil mientras no se inventen barajas nuevas con palos inéditos.

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El reaccionario, hoy , es el antípoda del conservador. Es decir: del defensor de la democracia burguesa de ayer contra la democracia pequeñoburguesa de mañana. Pero el reaccionario nada espera de una revolución. Cuando el tedio y el asco engendren tiempos propicios, la reacción no será trivialmente revolucionaria sino radicalmente metanoiática".


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El izquierdista inteligente admite que su generación no construirá la sociedad perfecta, pero confía en una generación futura. Su inteligencia descubre su impotencia personal, pero su izquierdismo le impide descubrir la impotencia del hombre".

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La política es la ocupación de las almas vacías.

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El liberalismo no ha luchado por la libertad sino por la irresponsabilidad de la prensa.


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El mundo moderno nos obliga a refutar tonterías, en lugar de callar a los tontos.


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El progresista se sulfura, de viejo, viendo que la historia archiva lo que llamó progreso de joven.

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Nada enternece más al burqués que el revolucionario de país ajeno.

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El hombre inteligente llega pronto a conclusiones reaccionarias. Hoy, sin embargo, el consenso universal de los tontos lo acobarda.

Cuando lo interrogan en público niega ser galileo.


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El mundo moderno ya no censura sino al que se rebela contra el envilecimiento.

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Sólo son "verdades eternas" las tautologías. Toda verdad es una epifanía casual.


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Respetar a nuestros superiores es ante todo una prueba de buen gusto.

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La verdad no se adopta, se engendra. Procreada y autónoma a la vez.

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4
comentarios
1 SrSugran, día

Obra maestra los escolios. Yo los compré hace años a Amazon, en cinco volúmenes, tras el encendido elogio de Pablo Molina. Imprescindibles.

2 iuris, día

Desconocía esta obra. Y confieso que también al autor. Pero después de leer los fragmentos que has puesto en el post va a ser cuestión de hacerse con alguno de los "escolios". Este fragmento me ha gustado especialmente: "El mundo moderno ya no censura sino al que se rebela contra el envilecimiento". Un saludo

3 matmat, día

Buenos días amigos! Víctor, como no conozco autor ni libro he ido a ver si lo vendían en "La casa del libro" y de paso me he leído el "sesudo comentario" progre que lo reseña. Os lo dejo a continuación, comprenderéis que después de leerlo he decidido comprarlo inmediatamente puesto que si suscita tanta alergia progre ... debe ser realmente bueno. Gracias Víctor! "Para comenzar, debo decir que los fundamentos que subyacen al pensamiento de Nicolás Gómez Dávila me resultan perfectamente ajenos. Es más, en la medida en que uno puede atreverse a hacer aseveraciones metafísicas tajantes, creo que son completamente erróneos. La concepción ultracatólica de la realidad como coartada positiva de un escepticismo radical, la vieja y obstinada querella contra la democracia (tan antihistórica, porque en la idea de democracia se reúne lo mejor de Grecia y lo mejor del cristianismo occidental), la fruición en denunciar los ideales de ilustrados de Igualdad, Justicia, Progreso, etcétera... (ninguno de los cuales obliga a una fe ciega, porque, como el mismo Gómez Dávila nos dijo, `ser civilizado es poder criticar aquello en que creemos sin dejar de creer en ello`)... todas estas concepciones de fondo me parecen inconsistentes y desde luego no me mueven a ninguna simpatía. Incluso diré que cuando afloran a través de algunos de los rarísimos aforismos de Gómez Dávila que incurren en su detestada bêtise, siento un cierto alivio: por ejemplo, cuando dice `quien no vuelve la espalda al mundo actual se deshonra` o también `aun la derecha de cualquier derecha me parece siempre demasiado a la izquierda`. En efecto, es tranquilizador para un progresista -y no tengo más remedio que confesarme como tal, más allá de las estrictas demarcaciones de la izquierda y la derecha- considerar rechazables las conclusiones"

4 Aleon, día

Excelente sugerencia, Víctor. Iré a buscarlo en la Casa del Libro, a ver si me lo mandan a estas gélidas tierras.