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La imaginación sirve para un roto y para un descosido

Están los personajes de Conrad, esos marinos recios atraídos por la imaginación pero conscientes de que no pueden permitírsela; tienen demasiada responsabilidad con el resto de la tripulación, vidas humanas que dependen de la vigilia realista del capitán. Los héroes de Conrad suelen resolver este trastorno bipolar proyectando su imaginación directamente sobre los peligros reales del mar. En los momentos de peligro para la tripulación, cuando el mar y los elementos desatan su furia, la autoridad y el conocimiento de estos capitanes se manifiestan con clarividencia y objetividad. No sólo salvan, sino que inspiran y sirven de ejemplo. Para John Berger, los capitanes de Conrad son el "vehículo de una imaginación que responde a un ideal de servicio".

Y luego están los revolucionarios y los románticos, esa lacra. George Steiner ilustra sobre el lugar de la imaginación durante la Revolución Francesa. Así, por ejemplo, el programa sobre la emancipación femenina hizo de Antígona un mito emblemático. De aquellos polvos, estos lodos. El feminismo no ha dejado de inventarse desde entonces a la heroína de Sófocles. Somos "sólo los intérpretes de interpretaciones", nos advierte Montaigne en el umbral de un tiempo en el que se vuelve lícito apropiarse del ascua de la imaginación ajena y arrimarla a nuestra sardina. "Sólo intérpretes de interpretaciones": qué gran lema para Rodríguez Zapatero y su "nación discutida y discutible", o para el Tribunal Constitucional y sus sentencias a la carta, lo mismo para los Albertos que para los pro-etarras.

Los revolucionarios utilizaron el mito de Antígona para encubrir la subordinación real en la que seguía la mujer después de 1789. La exaltación de la hija de Edipo es "un sustituto de la realidad", señala Steiner. "Filósofos, poetas y pensadores políticos aclaman un acto de grandeza femenina y afirman ciertos principios frente a los poderes cívicos. Pero lo hacen en fausse situation sabiendo (con remordimiento o con complacencia) que el trato ofrecido en 1789 no se observaba en modo alguno o se observaba sólo marginalmente".

Y en esas seguimos, imaginando para mentir. En cierto modo, no hemos superado la infancia romántica y revolucionaria. Muy pronto, en LD Libros comentaremos dos tradiciones distintas de imaginar: la de Berger, en Un hombre afortunado. Historia de un médico rural (Alfaguara, 2008), y la que describe Steiner en Antígonas. Una poética y flosofía de la lectura (reeditado por Gedisa en este 2009), sobre la recepción del personaje de Sófocles a lo largo del XIX y del XX.

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comentarios
1 matmat, día

… Y están los caballeros, divinos o maltrechos andantes, Roldán y Don Quijote, aquellos a los que un solo segundo de plática les basta para recordarnos que “por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. Enhorabuena por el blog. Os deseo buenos ratos y mucho éxito.

2 splash, día

Victor gago, me vas a obligar a leer un montón de libros que desconozco. Perdona mi ignorancia. jajajjaj. ¿Por que no recomiendas libro de a 10€ en vez de a 29€? ¡Estamos en crisis!

3 Erbilyos, día

Soy firme partidario de la imaginación que nos ayuda a comprender el mundo y la vida, que nos da ejemplos humanos creíbles que nos sirven de referencia o incluso de modelo. Conrad es un buen ejemplo. De la imaginación que nos traslada a las nubes (léase: grandes ideales, mitos, etc.) desconfío más que de un billete de 500 euros, porque no se puede trasladar a la vida y al mundo real. ¿Recordáis de quién decían que tenía la cabeza en las nubes y los pies en un charco de sangre? Claro, ésto último proporciona al hombre algo que lo primero no puede dar: el éxtasis. Lord Jim palidece al lado del resplandeciente Rey Arturo (perdón por mi anglo-afición); pero, mientras que no está en nuestras mortales manos ser el Rey Arturo o Lanzarote, sí podemos llegar a ser Lord Jim, redimiéndonos de un acto de cobardía como lo hizo él. El Quijote trata de eso, ¿no? Si Alonso Quijano, en lugar de leer tonterías, se hubiera dedicado a leer a Séneca, a Plutarco, a Tito Livio o a Jenofonte (o cualquier otra lectura sensata), tal vez habría podido llegar a ser un pequeño Montaigne, haber alcanzado algo de sabiduría y ser respetado en su pueblo. Pero esa especie de "locura divina" que le entró por querer ser Lanzarote les encanta a todos esos que admiran a los revolucionarios. Y no era más que un loco, un idiota entrañable, pero un idiota. Punto pelota. Víctor, me ha hecho gracia esa frase: "...los revolucionarios y los románticos, esa lacra". ¿Sabes que en Cuba y en Venezuela se llama "lacra" a una persona depravada?

4 Erbilyos, día

Tiene gracia: sin darme cuenta de ello, he escrito el anterior comentario escuchando a Wagner, al que no suelo escuchar. Otro de esos que excitan la imaginación romántica de los grandes ideales y de los mitos. John Boorman lo utilizó ampliamente en su adaptación cinematográfica de la leyenda artúrica y el resultado fue portentoso: es de esas obras de la imaginación que te provocan el éxtasis romántico, y que te hacen incluso llorar de nostalgia por un mundo y una época que jamás existieron.