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José-Miguel Ullán

Hola. Acabo de enterarme de que este sábado ha fallecido José-Miguel Ullán (Villarino de los Aires, Salamanca, 1944). Le dedican dos notas necrológicas en El Mundo y El País. ¿Sólo eso? Si no por poeta extremo, en un tiempo en el que se estila y se premia, como él mismo dijo, que el poema vaya con el currículum vitae en la boca, al menos deberían haberse estirado por maestro de periodistas. Lo ha sido para mí. Un maestro excluyente, acreedor de una devoción fanática. Leía sus crónicas culturales en El País de los años 80 (cualquier parecido con el panfleto progre actual, pura coincidencia) y deseaba acelerar el tiempo, llegar a COU, hacer la selectividad cuanto antes y largarme de Canarias a estudiar Periodismo o lo que fuera; pero largarme, vivir y escribir como Ullán. Quería ser como Ullán. Ya sé que sonará como una fricada más a estas alturas, cuando lo suyo es decir que uno quiere ser como Beckham, o como se escriba (me da pereza buscar en Google para ponerlo bien y, además, tengo que salir pitando). En sus crónicas, lo culto y lo macarra, la erudición y el pop, la visión sublime y el habla callejera, giraban en un tio vivo de la inteligencia, el escepticismo y el humor. Nadie me ha vuelto a parecer tan exacto e incómodo, desafiante y mordaz. Su voz siempre estaba en el centro del meollo, atenta a todo, sin dejar de estar en los extremos. Era capaz de ir de San Juan de La Cruz a Miguel Bosé en la misma crónica. Sabía de coplas ––rescató del olvido a Miguel de Molina–– y de sonetos. Luego descubrí su poesía, y ya me quedé para siempre. Era lo mismo, pero mejor. Es capaz de encabezar un poema con un epígrafe de un rap de La Mala Rodríguez, que, tocado por Ullán, suena a místico, a Santa Teresa: "Dame de beber de eso que nunca se agota". O algo así. Me da pereza buscar. Tengo que salir pitando, y ya no estoy de humor. La misma aversión a lo establecido, el mismo pudor, la misma hondura, la misma respiración del idioma: rabiosa, excéntrica, lúcida, extrema. Radical, dicen. Sí, supongo, lo que ocurre es que radical sirve hoy para todo. No lo conocí personalmente. Hace unos meses, con ocasión de la publicación de Ondulaciones. Poesía reunida (1968-2007) en Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, pedí permiso a Mario Noya para entrevistarle. El director del programa me autorizó, pero en la editorial, una amable portavoz del departamento de Prensa me dijo que el Sr. Ullán estaba convaleciente. Hoy he sabido lo siguiente. Adiós. Tengo que salir.

Empuñadura

A Luis Fernández

Era un poeta joven, apenas conocido.
Tenía ante sus labios
el verde edén, añiles barcas, grises
cuchillos libres, nubes jaldas,
castos
huesos sin fiebre, la embaidora liria
de mil manzanas redentoras,
ágape
con agujeros del destierro, un cáliz
para brindar por otro cielo
y plumas
donde el eclipse se detuvo...
Entonces,
desde su edad y su terror,
arpando, vino al misterio
y apagó las velas.

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