Anoche soñé con mi perfil de Twitter entre sudores. Cogía y respondía a todo el mundo sin decir nada. Le daba a reply y luego a send a todo lo que aparecía en mi timeline, pero no ponía una palabra, ni un mísero sonreir y guiñar. Yo quería escribir algo, como César Vallejo, pero me salían 140 caracteres de espuma. Ya digo que fue horrible y también adictivo, como solo los sueños pueden ser una cosa y la otra. Alguien que era Enrique Dans y al mismo tiempo era Paula Vázquez puso que estaba en el Mercadona. Quise felicitarle de un modo jovial y recomendarle el muesli Hacendado con siete cereales, pasas, manzana, plátano y un 33 por ciento de fibra. Supuse que esa clase de ofertas siempre vienen bien a un intelectual o una atleta del baile y el naufragio. Es una suerte vivir con Twitter y poder comer con fundamento, aunque a veces echo de menos una buena guerra y entiendo un poco al Buen Soldado Svejk: “a esta hora estaríamos todos muertos”. No iba a decirle cosas así, ni mucho menos, o estoy seguro de que Paula Vázquez (en realidad , Enrique Dans) me habría bloqueado y yo no se lo habría reprochado. Solo pretendía compartir un sencillo truco de la cesta de la compra con un referente de la inteligencia que va al Mercadona, como tú y como yo, y te lo cuenta con un emoticono de sonreir y guiñar. Carolina Kurnikova hace caca y Enrique Dans va al Mercadona (si es que no era Paula Vázquez con el pareo de bailar y naufragar). Todos iguales, cuerpos y mentes jiñando y guiñando. ¿Qué más se puede pedir a la democracia?  Era digno de recomendarse, el muesli, el árido vertedero de baile y naufragio de la fibra y las pesadillas. Pero envié una respuesta tras otra sin palabras y me bloquearon, todos me bloquearon en el Twitter, todos dándole al botón de bloquear al tipo de las respuestas en blanco, bloqueando la incontinencia muda desde los aeropuertos, las colas del paro, los gimnasios, los telemaratones, los hipódromos, los escaños, los teatros, las bibliotecas, los tribunales, los manicomios,  desde cualquier sitio donde se trafica con la simpatía, la angustia y la mentira. Hubo uno que me bloqueó desde la sala donde cantaba Travis, lo cual me sentó como una puñalada trapera. En el sueño, solo conservaba como amigo al misterioso Asador Rebelde, quien, a juzgar por sus tweets, parecía bastante quemado y anunciaba la reconversión de la parrilla en pista de baile lento.  La gente está fatal.