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Heliodoro Arriaga, Miguel Ángel San Martín y Miguel Garciarena, jefe de la Policía Municipal

A primera hora de la mañana del lunes 27 de noviembre de 1978 la banda terrorista ETA asesinaba en Villabona (Guipúzcoa) a HELIODORO ARRIAGA CIAURRIZ, brigada de la Guardia Civil retirado y conserje de la empresa metalúrgica Sacem.

Eran aproximadamente las 7:15 horas cuando Heliodoro, que acababa de abandonar su domicilio y se disponía a montar en su vehículo –aparcado en los soportales del edificio en el que vivía–, fue abordado por varios miembros de la banda que lo tirotearon a escasa distancia. La víctima fue alcanzada por cinco o seis impactos de bala en el pecho y el abdomen. En el lugar de los hechos se recogieron siete casquillos de bala del calibre 9 milímetros parabellum, marcas FN y Geco.

Varios vecinos, que se asomaron a las ventanas al escuchar las detonaciones, sólo tuvieron tiempo de ver el cuerpo sin vida de Heliodoro, tendido sobre un charco de sangre, junto a su automóvil, un Simca 1200. Un vecino que residía en el mismo edificio que la víctima contó cómo vivió el atentado:

Estaba a punto de levantarme para ir al trabajo cuando escuché los disparos. Me asomé a la ventana sin observar nada anormal. Poco después salía de casa para tomar mi automóvil y dirigirme al trabajo (...) Ya iba a arrancar, cuando vimos el cuerpo caído. Estaba en el espacio que quedaba libre entre el coche Simca (propiedad del fallecido) y un R-6 aparcado al lado. Al acercarme vi que la cara mostraba una palidez cadavérica, aunque me pareció que su boca se movía algo. Es entonces cuando nos ocupamos de avisar a su mujer y también al médico, que tiene su vivienda cercana a la nuestra (ABC, 28/11/1978).

Su esposa, Natividad Aguirre Leustegui, fue de las primeras personas en acercarse, aunque no pudo hacer otra cosa que comprobar que estaba muerto.

Para cuando he bajado a la calle, mi marido ya estaba muerto (...) No lo comprendemos. No podemos entender el porqué de esta muerte. Desde que nos casamos hace once años, vivimos en esta casa. Mi marido nunca se ha metido con nadie, ni tan siquiera alternaba en bares o sociedades. Era hombre de hogar, de casa al trabajo y del trabajo a casa. Cuando salíamos lo hacía conmigo y con nuestro hijo (ABC, 28/11/1978).

Los autores del atentado se dieron a la fuga en algún vehículo que les estaba esperando en las proximidades del lugar. La Guardia Civil del cuartel de Villabona montó, nada más conocerse la noticia, un amplio dispositivo de controles de carretera, sin conseguir ningún resultado. 

Los autores materiales del asesinato de Heliodoro no han sido juzgados. En el año 1982 José Manuel Arzallus Eguiguren fue condenado a 12 años como cómplice en el asesinato.

Heliodoro Arriaga Ciaurriz tenía 60 años y era natural de Viana (Navarra). Estaba casado con Natividad Aguirre Leustegui, vecina de Villabona y natural de Hernani, y tenía un hijo, Alberto, que tenía 10 años cuando su padre fue asesinado. Perteneció a la Guardia Civil hasta 1965, prestando servicio en Navarra, Logroño y Barcelona. Nunca estuvo destinado en Guipúzcoa como guardia civil. Dejó el Instituto Armado con 47 años y el grado de brigada y se trasladó a vivir a Villabona, donde conocería a Natividad, con la que se casó dos años después de instalarse en la localidad guipuzcoana. Desde que se retiró de la Guardia Civil, no volvió a tener ningún tipo de relación con este cuerpo. Cuando fue asesinado trabajaba en la empresa Sacem. Por Real Decreto 319/2005 de 18 de marzo, Heliodoro Arriaga fue ascendido con carácter honorífico y a título póstumo a subteniente de la Guardia Civil.

El 27 de noviembre de 1980 la banda terrorista ETA comete dos atentados con una diferencia de doce horas en San Sebastián y Logroño. En el primero de ellos, los terroristas tirotearon con pistolas y una metralleta al teniente coronel del Ejército y jefe de la Policía Municipal de San Sebastián MIGUEL GARCIARENA BARAIBAR.

Minutos antes de las nueve de la mañana, Miguel Garciarena salió de su domicilio y se dirigió al vehículo oficial, donde le esperaba José Antonio Díaz Montoya, su chófer, para conducirle a su despacho en la Jefatura de la Policía Municipal de San Sebastián. Cuando el coche se detuvo en el cruce de las calles Urdaneta y Easo para ceder el paso a los vehículos de la calle principal, dos individuos armados se colocaron frente al mismo y abrieron fuego contra sus ocupantes. A continuación se montaron en un coche, donde les esperaba un tercer terrorista, emprendiendo la huida. El tiroteo contra Miguel Garciarena provocó escenas de pánico entre los transeúntes, muchos de ellos niños de corta edad que acudían a un colegio cercano.

Garciarena fue alcanzado mortalmente en la cabeza, el cuello, el abdomen, mientras que Díaz Montoya fue herido en el brazo, pese a lo cual pudo conducir el vehículo hasta la casa de socorro. Ahí los médicos sólo pudieron certificar la muerte del militar. Presentaba ocho impactos de bala: tres en la cabeza, cuatro en el hemitórax, y otro más en el abdomen. José Antonio Díaz, chófer del Parque de la Policía Municipal, fue trasladado al Hospital de San Sebastián después de que se le aplicara una cura de urgencia en el antebrazo izquierdo, donde tenía una herida de bala con orificios de entrada y salida, y otra en la cabeza, en la que fue alcanzado superficialmente por un proyectil. En el lugar de los hechos se recogieron cinco casquillos de bala del calibre 9 milímetros parabellum, marca SF. En el asiento trasero del Seat 600 quedaron alojados una docena de proyectiles.

El automóvil utilizado por los terroristas había sido robado a punta de pistola a primera hora de la mañana en la parte vieja de San Sebastián, y su propietario abandonado atado a un árbol en un lugar cercano al barrio de Igara, después de que lo despojaran de su documento nacional de identidad y lo amenazaran en caso de que diera aviso a la Policía antes de las nueve de la mañana.

Los policías municipales de servicio en aquel momento se retiraron de la calle al conocer la noticia del atentado, concentrándose en la Inspección, donde celebraron una asamblea. A primera hora de la tarde decidieron mantenerse en paro durante tres días en señal de duelo. Los restantes funcionarios y empleados municipales, en otra asamblea celebrada en el Ayuntamiento, aprobaron la suspensión de todos los servicios durante dos días.

A iniciativa del alcalde de San Sebastián, Jesús María Alcaín, del Partido Nacionalista Vasco, a mediodía del mismo 27 de noviembre se reunió un pleno extraordinario y urgente. El portavoz del grupo Herri Batasuna recordó una moción presentada por su grupo en una ocasión anterior sobre las causas de la violencia, y anunció que no condenarían la "lucha armada" sin analizar sus motivaciones. Después de que los concejales de HB hubieran abandonado el pleno, se acordó por unanimidad la condena del atentado.

La capilla ardiente con el cadáver de Miguel Garciarena fue instalada en el Salón de Plenos del Ayuntamiento donostiarra. La viuda del fallecido colocó junto al féretro las condecoraciones militares que poseía. El funeral por su alma tuvo lugar al mediodía en la parroquia de la Sagrada Familia, en el barrio de Amara, en una iglesia completamente abarrotada. Presidieron el acto la viuda y otros familiares y asistieron el presidente del Gobierno vasco, Carlos Garaikoetxea; el delegado del Gobierno en el País Vasco, Marcelino Oreja; el capitán general de la VI Región Militar; los gobernadores civil y militar; el alcalde de San Sebastián, Jesús María Alcaín, y el diputado general de Guipúzcoa, Xabier Aizarna, ambos del Partido Nacionalista Vasco, además de José María Benegas, del Partido Socialista de Euskadi (PSE-PSOE) y representantes de otros partidos políticos. El féretro con el cadáver fue introducido a hombros de policías municipales de diversas secciones, cubierto con la bandera blanca y azul de San Sebastián. Para sumarse al duelo habían llegado expresamente delegaciones de la Policía Municipal de Burgos y Canarias. La ceremonia religiosa fue concelebrada por un hermano del fallecido, Joaquín Garciarena, de la orden de los capuchinos, y otros veintiún sacerdotes. Terminado el funeral, el párroco pidió por los altavoces que, respetando el deseo de la familia, no se alterase el carácter puramente religioso del acto, ni siquiera al abandonar la iglesia. El féretro fue introducido en un furgón, que lo trasladó hasta Vera de Bidasoa (Navarra), donde fue enterrado en el panteón familiar.

Por el asesinato de Miguel Garciarena han sido condenados por la Audiencia Nacional a 29 años de reclusión mayor José Antonio Esnaola Lasa, en 1985, y Nicolás Francisco Rodríguez, en 1990.

Miguel Garciarena Baraibar, de 63 años, nacido en Ezcurra (Navarra) y vascoparlante, estaba casado y tenía un hijo. Voluntario en la guerra civil, era teniente coronel del Ejército en situación de reserva e inspector de Policía en excedencia. Como teniente de la Policía Armada, estuvo destinado en Irún entre 1954 y 1957. Con el grado de capitán estuvo en San Sebastián, donde permaneció hasta 1968. Trasladado a La Coruña al acender a comandante, estuvo diez años al mando de la 81ª Bandera de la Policía Armada. En 1978 se incorporó a la Policía Municipal de San Sebastián como máximo responsable. Había recibido numerosas amenazas de muerte y por ese motivo se ausentaba largas temporadas del País Vasco. Tras un periodo de excedencia, se reincorporó a su puesto cuatro meses antes de ser asesinado. En octubre de 2008 el Ayuntamiento de San Sebastián rindió homenaje a Miguel Garciarena Baraibar, asesinado en 1980, y al agente Manuel Peronié Díez, en 1983, cuyos nombres figuran, desde entonces, en el recibidor de las dependencias del cuerpo policial junto al del agente Alfonso Morcillo, también asesinado por ETA.

Unas doce horas después, a las 21:40 de ese 27 de noviembre de 1980, la banda terrorista ETA hacía explotar un coche-bomba en la calle Ollerías de Logroño, provocando tres víctimas mortales. MIGUEL ÁNGEL SAN MARTÍN FERNÁNDEZ, comerciante, falleció en el acto. El inspector de Policía Carlos Fernández Valcárcel fallecería unos días después, el 2 de diciembre, mientras que el tercer amigo, Joaquín Martínez Simón, lo haría el 3 de enero de 1981. Sólo sobrevivió el cuarto amigo, José Luis Hernández Hurtado, que resultó herido en una pierna y en la cabeza. Otras cuatro personas resultaron también heridas por los cristales rotos por la explosión.

Miembros del grupo España de ETA habían recibido información de que un bar en Logroño era frecuentado por miembros de las Fuerzas de Seguridad. Para cometer el atentado, alquilaron un vehículo en Zaragoza en el que introdujeron tres ollas metálicas cargadas de Goma 2 y metralla, con un telemando para ser explosionadas a distancia. El coche-bomba fue estacionado cerca del bar y, cuando vieron que se acercaban los tres amigos, detonaron el artefacto. El coche-bomba saltó por los aires a 25 metros de altura y algunos de sus restos se hallaron a 50 metros de distancia.

En 1982 la Audiencia Nacional condenó a Isidro Echave Urrestrilla a 66 años de reclusión mayor por el atentado. En 1996 fue condenado por el mismo atentado a tres penas de 17 años de reclusión menor el hoy arrepentido Juan Manuel Soares Gamboa.

Miguel Ángel San Martín Fernández, conocido comerciante textil, tenía 51 años. Era propietario de Tejidos San Martín, en la calle Vara de Rey, próxima al lugar del atentado. Estaba casado y tenía dos hijos

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