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Engraciano González Macho, empresario, y Luciano Cortizo, comandante de Artillería

En torno a las 20:00 horas del 22 de diciembre de 1988, la banda terrorista ETA asesina en Zarauz (Guipúzcoa) al empresario de hostelería ENGRACIANO GONZÁLEZ MACHO. Hacía apenas seis meses que Engraciano había abierto en Zarauz un pub, el Antxi, y ahí se encontraba cuando el etarra Juan Carlos Balerdi Iturralde entró y se pidió una consumición. Minutos después le descerrajó dos tiros en la cabeza que provocaron la muerte en el acto de Engraciano, que se encontraba en ese momento detrás de la barra del pub. Fuera del local aguardaba un segundo terrorista para cubrir la acción de Balerdi Iturralde, y un tercero esperaba a ambos en un vehículo en el que emprendieron la huida.

La misma noche del asesinato, el gobernador civil de Guipúzcoa, José Ramón Goñi Tirapu, acusó a ETA del mismo y señaló al mismo "comando que el pasado domingo colocó un coche-bomba en Éibar y mató a un policía", en referencia al agente José Antonio Barrado Recio. Asimismo, Goñi Tirapu señaló a los medios de comunicación que en el pub se habían encontrado tres casquillos de bala "de la misma munición que utiliza el comando Éibar".

Pocos meses después, en abril de 1989, la Guardia Civil desarticuló el grupo Éibar de ETA y detuvo a varios de sus miembros: Juan Carlos Balerdi Iturralde, alias Eneko, Jesús María Ciganda Sarratea y Fermín Urdiain Ciriza (hermano de Juan Ignacio, que había sido detenido por la Policía francesa cuatro días antes). El Gobierno Civil de Guipúzcoa indicó que, antes de ser reducido, Fermín Urdiain efectuó dos disparos con su pistola contra un guardia, que respondió con una ráfaga intimidatoria. Las mismas fuentes señalaron que Fermín Urdiain dejó de disparar porque se le encasquilló la pistola y que al ser reducido preguntó insistentemente al guardia que por qué no le había matado. Balerdi Iturralde, alias Eneko, Ciganda Sarratea y Urdiain Ciriza fueron condenados en 1990 por la Audiencia Nacional a sendas penas de 30 años de reclusión mayor por el asesinato de Engraciano. El mismo fallo encontró culpables del delito de asesinato por cooperación necesaria a José Cándido Zubicaray Badiola y José María Beristain Urbieta, por lo que fueron condenados a sendas penas de 27 años de reclusión mayor.

Engraciano González Macho, de 41 años, era natural de Ondárroa (Vizcaya). Estaba casado con Ester Bidasoro y tenía dos hijos, un muchacho de 15 años y una niña de 10. La banda terrorista ETA acusó a Engraciano de estar vinculado con el tráfico de drogas, acusación que utilizó como justificación del crimen. Su viuda rechazó categóricamente cualquier relación de su marido con las drogas, pues también se había especulado en los medios de comunicación con que el empresario había abandonado Ondárroa instalándose en Guetaria tras haber recibido amenazas por dedicarse, precisamente, al tráfico de estupefacientes. La madre de Engraciano González fue incluso a hablar con Goñi Tirapu, entonces gobernador civil de Guipúzcoa, para pedirle que limpiara el nombre de su hijo. Así lo contó el propio Goñi Tirapu en El confidente: la negociación ETA que sí funcionó (Espasa Calpe, 2005):

Era una mujer mayor, menuda, vestida de luto y con una profunda expresión de tristeza. Se sentó frente a mí y, sin más preámbulos, me pidió que limpiara públicamente el nombre de su hijo de las calumnias vertidas por los asesinos y sus cómplices (...) Conmovido, hablé con un periodista, le conté el drama de aquella mujer y le pedí que, por favor, y en aras de su mayor repercusión, desmintiera desde las páginas de su periódico cualquier relación de Engraciano con el narcotráfico. La media hora de conversación se resumió en una línea escondida entre las miles de líneas de un periódico perdido entre el montón de periódicos que se escriben todos los días" (citado por Alonso, R., Florencio Domínguez, F., y García Rey, M. Vidas Rotas, Espasa 2010, pág. 703).

Engraciano González Macho fue la última víctima mortal del año 1988 en el que la banda terrorista ETA asesinó a diecinueve personas.

El viernes 22 de diciembre de 1995 la banda terrorista ETA asesinaba en León mediante una bomba-lapa colocada en los bajos de su vehículo al comandante de Artillería del Ejército LUCIANO CORTIZO ALONSO, que falleció en el acto, hiriendo de gravedad a su hija de 18 años Beatriz Cortizo Ordóñez, con lesiones en el abdomen, las piernas y los brazos. La joven fue intervenida de urgencia por espacio de siete horas. En el curso de la operación, los médicos le extirparon el bazo y le reconstruyeron zonas de la pierna y el brazo izquierdos que habían quedado seriamente dañadas.

La explosión de la bomba también causó lesiones de menor consideración a tres transeúntes que pasaban por la avenida de Ramón y Cajal, una vía muy céntrica de la capital leonesa. Diego Fouces Martínez, de 25 años, sufrió lesiones en la pierna izquierda y traumatismo facial, quedando ingresado en un centro hospitalario de León. Los otros dos heridos –Aroa Castro Díez, de 16 años, herida en la cara, y José María Fernández González, de 56, con heridas leves en una pierna–, fueron dados de alta pocas horas después.

El militar había recogido momentos antes a su hija y comenzó a circular con el vehículo por las calles de León, sin ser consciente de que llevaba adosada una bomba en los bajos del mismo. La explosión del coche del comandante Cortizo se produjo a las 13:25 horas a la altura del número 6 de la avenida de Ramón y Cajal, justo en el momento en el que el vehículo se había parado en un semáforo en rojo, en el que también había detenidos otros siete u ocho coches. El vehículo del comandante, un Ford Orion color crema metalizado, quedó totalmente destrozado. Minutos después de la explosión dos hombres y una mujer salieron huyendo en un Peugeot de color gris con matrícula de Bilbao, circulando a gran velocidad por las calles céntricas de la ciudad, según indicaron varios testigos presenciales del atentado.

Pocos minutos antes de que el artefacto hiciera explosión, unos doscientos alumnos habían abandonado la Academia Cervantes, próxima al lugar de los hechos. Así lo confirmó el director de la misma que relató que en el momento del atentado sintieron "una explosión que hizo temblar el edificio; vimos una gran bola de humo y, cuando bajamos a la calle, nos encontramos con un cadáver destrozado junto a la acera, a una joven grave y a otros heridos". El centro escolar estaba en el primer piso del número 8 de la avenida de Ramón y Cajal, al lado del semáforo en el que en ese momento se encontraba detenido el vehículo del comandante Cortizo Alonso. También en los alrededores del lugar de la explosión se encuentran los institutos Legio VII (donde estudiaba Beatriz, la hija del comandante Cortizo) y Juan del Enzina. La tragedia podría haber sido mucho mayor, porque muchos estudiantes celebraban por los alrededores el inicio de las vacaciones navideñas.

Luciano Cortizo viajaba habitualmente en su coche particular como medida de seguridad recomendada por el Gobierno Militar, que había desaconsejado el uso de vehículos oficiales, especialmente desde el brutal atentado sufrido por el capitán Juan José Aliste en Salamanca en el mes de noviembre de ese mismo año cuando una bomba-lapa le seccionó ambas piernas. Ni los autores de este atentado, ni los del comandante Cortizo, fueron identificados, detenidos y juzgados.

La capilla ardiente con los restos mortales de Luciano Cortizo Alonso se instaló en la sede del Gobierno Militar de León. Al día siguiente tuvo lugar el funeral por su alma en la catedral de León.

Luciano Cortizo Alonso, de 44 años, estaba casado con Margarita Ordóñez, y tenía dos hijos: Beatriz, de 18 años, que resultó gravemente herida en el atentado, y un chaval de 17 años. Era natural de La Rúa (Orense), aunque llevaba varios años destinado en el cuartel general del Mando de Artillería de Campaña de León, con base en Ferral del Bernesga. Vivía a quinientos metros del lugar donde fue asesinado. Especialista en psicotecnia militar y en sistemas de dirección de tiro y localización de objetivos, el comandante Cortizo llevaba veinticuatro años en el Ejército. Ingresó en las Fuerzas Armadas en julio de 1971 y estuvo destinado en el Regimiento de Artillería de Campaña número 15 de Cádiz y en el CIR número 12 de León. El día que ETA segó su vida iniciaba sus vacaciones de Navidad. Unos días después del atentado, la hija del comandante asesinado declaraba desde el Hospital del Insalud de León que "los de ETA" eran "unos auténticos cobardes que no dan la cara" y que, cuando se recuperase, su vida tendría que continuar "aunque ahora, sólo somos tres y no cuatro, como cuando vivía mi padre" (Diario de León, 03/01/1996).

El de Luciano Cortizo Alonso fue el cuarto atentado cometido por ETA en Castilla y León en un mes y medio, y el último con víctimas mortales de 1995, sumando un total de dieciocho asesinados por la banda terrorista en ese año.

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