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Yo amo a España

Ayer, el primer ministro británico, David Cameron, anunció que el referéndum para la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea se celebrará el 23 de junio. En su anuncio oficial, Cameron prometió que hará campaña en favor de la permanencia, pero lo cierto es que varios de sus ministros y casi la mitad de su partido son firmes partidarios de dejar la Unión Europea, así que el referéndum se presenta complicado. Veremos qué es lo que sucede.

Pero de lo que quería hablarles no es del referéndum en sí. En su discurso, Cameron deslizó una frase que constituye toda una declaración de intenciones y que define perfectamente la labor de un político: "Yo no amo a Bruselas, yo amo a Gran Bretaña". Está claro, con solo leer esa frase, qué intereses son los que defenderá Cameron en todo momento, ¿verdad?

Comparen esa frase con la actitud paleta y servil que nuestros políticos españoles demuestran día a día en todo lo tocante a la Unión Europea. ¿Recuerdan ustedes, por ejemplo, al ministro de Asuntos Exteriores, García Margallo, hablando de que "tenemos que ceder toneladas de soberanía a Europa"?

¿Se imaginan ustedes a Rajoy, a Sánchez, o incluso a Rivera, diciendo "Yo no amo a Bruselas, yo amo a España"? ¿Verdad que no? El único de los cuatro actuales líderes políticos que podría decir “Yo no amo a Bruselas” es Pablo Iglesias; pero tampoco ama a España, así que ni siquiera él nos sirve.

Y ahí radica el principal problema de nuestra situación política: estamos gobernados por personas que no son conscientes (o simulan no ser conscientes) de que su obligación es defender los intereses nacionales de España… no los de la burocracia de Bruselas. Por personas que simulan creerse que Europa es de verdad una unión. Por personas que simulan no darse cuenta de que Alemania defiende en todo momento los intereses de Alemania y Francia, los de los franceses.

PP y PSOE están embarcados, desde hace tiempo, en una carrera de disolución de la soberanía nacional en dos direcciones: por arriba, hacia la Unión Europea; por abajo, hacia las autonomías. Y el resultado es que nadie defiende los intereses de España y de los españoles. Somos ya un país de tercera, en el seno de una unión cada vez menos unida.

Andamos estos días enredados en quién presidirá el inestable gobierno al que los resultados del 20-D nos abocan. Cuando en realidad lo que deberíamos es estar preguntándonos qué queremos ser.

¿Queremos seguir siendo un país incapaz de plantear en ningún foro internacional sus reivindicaciones? ¿Queremos seguir siendo un país cuyos líderes políticos se comportan en las reuniones internacionales como pueblerinos agradecidos, deslumbrados porque el señor conde les haya invitado a su mesa? ¿Queremos seguir siendo un país en el que ninguno de los líderes de los principales partidos es capaz de hablar con claridad de cuáles son los intereses de España, por contraposición a los de sus socios comunitarios?

Europa no es una nación. Europa no es un país. Europa no es una unión. Europa es solo una agregación coyuntural de estados, con intereses contrapuestos. Y por eso Europa no pinta nada en el terreno internacional, incapaz siempre de mantener una postura común sobre ningún tema: desde Yugoslavia a Siria, pasando por Ucrania, la Unión Europea no ha perdido la ocasión de demostrar que, en realidad, no existe. Es solo una ficción.

Lo que sí existe es España. Lleva existiendo muchos siglos. Pero tenemos unos políticos empeñados, por un lado, en borrar esa España que sí existe, para disolverla en una Unión Europea que no es tal. Y, por el otro lado, empeñados en crear de manera artificial una "unión española de autonomías", que traslade a España los mismos problemas de descoordinación que Europa tan claramente experimenta.

¿A quién beneficia eso? A los españoles, no, desde luego, porque nuestros intereses están cada vez peor defendidos y cada vez perdemos más energías en rozamiento interno. De beneficiar a alguien, será a los socios principales de la Unión Europea, que ven cómo España desaparece como competidor.

Lo que ha hecho Cameron es profundamente desleal para con sus socios comunitarios, porque quiere conseguir una posición de privilegio. Pero es que él a quien debe lealtad es al pueblo inglés, que es quien le elige y le paga el sueldo. Y son los intereses del pueblo inglés los que debe defender. Incluso en contra de sus socios comunitarios. Incluso a costa de sus socios comunitarios.

¡Yo quiero que alguien me regale un político así! Quiero un político que ame a España por encima de todo. Y al que se le llene la boca diciéndolo.

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