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Una taza de tila electoral

Estamos lejos de las elecciones, pero ya empiezan a cundir los nervios entre quienes tienen que enfrentarse a las urnas el 28 de abril. Y también entre sus partidarios.

Hay cosas que se dan por sentadas, como el hundimiento de Podemos o la irrupción de Vox. Pero a partir de ahí, todo parece ser incertidumbre. Hay quienes se preguntan, sinceramente preocupados, si existe posibilidad de que Sánchez vuelva a configurar un gobierno frankenstein. De hecho, los mensajes triunfalistas que lanza Moncloa, aludiendo a supuestos sondeos internos muy favorables, siguen encontrando, inexplicablemente, quien se los crea.

A esas personas preocupadas por un eventual triunfo de Sánchez y una reedición de su actual pacto de gobierno, yo les invitaría a hacer un pequeño ejercicio de lógica:

- Si los datos demoscópicos reales fueran favorables a los intereses de Sánchez, ¿qué necesidad tendría Sánchez de arrastrar por el fango la imagen del CIS, retorciendo sus barómetros para aparentar fortaleza? La respuesta es que ninguna. Si Sánchez se ve obligado a arruinar todo el prestigio acumulado del CIS, obligándole a hacer el ridículo mes tras mes, es porque esos supuestos datos favorables sencillamente no existen.

- Si los triunfalistas sondeos internos del PSOE existieran realmente, ¿qué necesidad tendría Sánchez de retorcer las instituciones, amenazando con aprobar decretos-ley de carácter propagandístico con las Cortes ya disueltas, a sabiendas de que los tribunales van a echar abajo todo lo que consiga aprobar? La respuesta es que ninguna. Si Sánchez se ve obligado a recurrir al filibusterismo legislativo es porque necesita captar unos votos que en realidad no tiene.

Analicen Vds. las acciones de Sánchez. Lejos de ser las propias de alguien que se sabe ganador, son las que cabría esperar de alguien que pelea a la desesperada. El gladiador que sabe que va ganando, empuña la espada; el que arroja arena a la cara del contrario es el que se sabe perdedor y necesita recurrir a lo que sea para sobrevivir. No es fortaleza lo que traslucen las acciones de Sánchez, sino debilidad.

De hecho, la propia convocatoria de elecciones, lejos de ser una jugada maestra de quien controla los acontecimientos, es un movimiento obligado de quien sabe que el tiempo juega en su desfavor. De las nueve encuestas publicadas desde que se anunció la convocatoria de elecciones, ni una sola da un solo escaño de crecimiento a la suma PSOE+Podemos. Como mucho, Sánchez podría aspirar a reeditar su actual mayoría con una mayoría aun más raspada que la que tiene actualmente, que es de solo 4 escaños. Entonces, ¿para qué ha convocado elecciones? Para eso, ¿no hubiera sido más inteligente seguir gobernando hasta 2020? Si sus datos internos fueran tan buenos y si su demagogia legislativa fuera tan efectiva, ¿para qué disolver? Mejor seguir haciendo demagogia con el dinero de los españoles un año largo más.

Evidentemente, algo falla. Si Sánchez disuelve las Cortes para enfrentarse a la incertidumbre de unas elecciones que, como mucho, le van a dejar como está, no es porque se trate de una buena jugada, sino porque ha elegido la menos mala de las opciones posibles. Lo cual indica que el paso del tiempo juega contra él, no a su favor. De lo cual se deduce, a su vez, que ni siquiera él mismo confía en que la demagogia legislativa y el impostado triunfalismo demoscópico detengan el deterioro del PSOE. En concreto, si Sánchez ha disuelto es para que el PSOE pueda intentar salvar los muebles en mayo, en las elecciones autonómicas y locales, no por otra cosa. Y si no se han hecho coincidir las elecciones generales con las locales y autonómicas es porque Sánchez no es un activo, sino una marca tóxica.

Digan lo que digan las encuestas, el último sondeo real de opinión lo hemos tenido en diciembre en las elecciones andaluzas. Y el resultado es que Podemos se hundió y el PSOE no solo no recogió ningún voto de ese hundimiento, sino que se hundió también. ¿Por qué creen ustedes que las elecciones generales habrían de ser distintas? ¿Por qué creen Vds. que el tema catalán habría de castigar a Susana Díaz, que pasaba por allí, y no a Pedro Sánchez, que ha llegado a la Moncloa de la mano de los responsables del golpe de estado?

Si el tema catalán no fuera a pasar factura a la izquierda a nivel nacional, ¿creen Vds. que los barones del PSOE se verían obligados a hacer alarde de españolidad, que Errejón hablaría de recuperar la bandera española o que Mónica Oltra arremetería contra los nacionalistas catalanes como lo ha hecho esta semana? ¿Qué necesidad tendría Sánchez de escenificar una ruptura con los golpistas si su alianza con los golpistas no le pasara factura electoral? Y por último: ¿de verdad creen Vds., como Sánchez, que los españoles son tan tontos como para quedarse tranquilos con simples escenificaciones y perdonar el apoyo a los golpistas? Si el PP está sufriendo un durísimo castigo electoral por no ser suficientemente duro con los golpistas, ¿de verdad creen Vds. que el PSOE no va a sufrir castigo por compadrear con ellos?

Son todas esas consideraciones las que me llevan a ver las elecciones del 28-A con un razonable optimismo. A lo mejor me equivoco: en condiciones perfectamente controladas de presión, temperatura y volumen, el cuerpo electoral hace lo que le sale de las narices. Pero no lo creo: creo que la gente es mucho más inteligente y sensata de lo que nuestros políticos querrían. Y creo que el español medio sabe reconocer a los trileros a leguas de distancia.

Así que aquí ando, contemplando con tranquilidad cómo evolucionan las cosas. Y creo que Vds. también deberían estar tranquilos.

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