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Un poquito de tongo

La campaña para las europeas de Elena Valenciano no comenzó con buen pie. En varias ocasiones, cuando ha intentado salir a la calle para transmitir a los electores el programa del PSOE, se ha encontrado con abucheos e incluso insultos. Así le pasó en el barrio del Cabañal, en Valencia, y así le sucedió también en un mercadillo de Torrejón. Los socialistas han perdido a pulso el estado de gracia ante la opinión pública. Se los percibe, con razón, como los principales responsables de la ruina de nuestro país. Los innumerables y escandalosos casos de corrupción en los que se han visto envueltos han terminado de asentar en la mente de todos la imagen de que no son otra cosa que depredadores del presupuesto, que se amparan en un discurso demagógico de defensa del bien común para sostener su lucrativo negocio particular.

Aunque lo más interesante de las próximas elecciones europeas es ver cuánto caen PP y PSOE con respecto a hace cinco años, y si esa caída significará el fin del bipartidismo, también es relevante quién de los dos partidos se alzará con la victoria y cuánto sacará a su rival. Y en ese sentido, todos los sondeos publicados hasta la fecha coincidían en señalar que la ventaja del PP era clara. Elena Valenciano no da la talla.

Pero en esto llegó Cañete.

Para sorpresa de todos, el debate televisivo entre Cañete y Valenciano (un debate que ni siquiera llegó al 10% de cuota de pantalla) lo ganó la candidata socialista. Tanto en las formas como en el fondo. O más bien deberíamos decir que lo perdió el candidato popular, porque dio la sensación de que Arias Cañete hubiera salido a pelear con una mano atada a la espalda.

Y para rematar la jugada, ayer el candidato popular se despachaba con unas declaraciones casposas en Antena 3, donde dijo que a él le resultaba difícil debatir con una mujer, porque si abusas de tu superioridad intelectual te tildan de machista. No cabe manera más machista de justificar su pobre papel en el debate.

Dado que Cañete no es nada tonto, y dado que es uno de los ministros más sólidos que ha tenido este país en las últimas décadas, es imposible evitar la sensación de que estamos asistiendo a un tongo. Y quizá tengamos que buscar la explicación de lo que está pasando, en los mensajes cada vez más reiterados sobre la necesidad de una gran coalición entre PP y PSOE.

Como venimos advirtiendo en este programa hace meses, después de las próximas elecciones, en las que ninguno de los dos grandes partidos tendrá mayoría suficiente, se formará un gobierno de concentración entre populares y socialistas. Y eso que nosotros venimos anunciando se está viendo confirmado por las palabras de dirigentes de una y otra formación. Si hace unos días Felipe González se descolgaba hablando de las bondades de esa gran coalición, ayer era la vicepresidenta Sáenz de Santamaría la que decía que no es el momento, pero sin descartarla. "Cada cosa a su tiempo", dijo doña Soraya.

Y en esa pretensión de gobernar juntos puede que radique la explicación de la aparente torpeza de Cañete. Rajoy y Rubalcaba se necesitan mutuamente. Si el PSOE ganara claramente el próximo día 25, Rajoy se vería en un apuro y en su partido crecerían las voces reclamando una vuelta a los principios ideológicos del PP, y reclamando también el cumplimiento del programa electoral. Y eso haría imposible el gobierno de coalición con el PSOE. Por el contrario, si el PP vence con claridad el día 25, quien pasará un mal trago será Rubalcaba, que podría verse sustituido al frente del PSOE por alguien más dispuesto a echarse a la izquierda, lo que también imposibilitaría el gobierno de coalición.

Esa es la razón de que el PP de Rajoy y el PSOE de Rubalcaba necesiten desesperadamente NO ganar con claridad. Da igual quién quede primero, siempre que no venza por mucho. Es decir, siempre que su adversario pueda hablar de empate técnico.

La aparente torpeza de Cañete, ¿es un intento de ayudar a una Elena Valenciano que se muestra incapaz de obtener por sí misma un buen resultado? Si no lo es, lo parece. Una Valenciano desvaída y desdibujada se ve de pronto empatada a la baja con un Cañete que adopta tintes prehistóricos y cavernícolas.

El problema de esa estrategia de igualación a la baja es que nos podemos encontrar, al final, con un empate técnico entre PP y PSOE, pero porque los dos se hayan hundido hasta el mínimo posible.

Aunque no voy a ser yo quien llore por ello. Si la estrategia de jugar al empate lleva a los dos grandes partidos a hundirse en la irrelevancia, mayores esperanzas tendremos de que las fuerzas regeneradoras (UPyD, Ciudadanos, Vox) irrumpan con fuerza en estas elecciones.

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