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Sobre la blasfemia

Ayer comentábamos la noticia de que el Parlamento danés ha derogado, con el único voto en contra de los socialdemócratas, el artículo del Código penal que castigaba los insultos contra las religiones.

Evidentemente, el objetivo de la derogación (y la razón de que los socialdemócratas hayan votado en contra) no es permitir los insultos contra la religión cristiana (que en todo Occidente son desgraciadamente habituales, incluso aunque estén castigados en teoría), sino equilibrar el campo de juego, permitiendo también los insultos contra el Islam. El tema es especialmente sensible en Dinamarca, puesto que fue allí donde se publicaron las famosas viñetas de Mahoma, que tan violenta reacción provocaron en los países musulmanes.

Desde mi punto de vista, la iniciativa es un error. La libertad de expresión no lo ampara todo: yo no puedo desde estos micrófonos, por ejemplo, difamar a nadie, ni ridiculizar a mi vecino porque me haya mirado mal al cruzarnos por la escalera. Existen límites que la libertad de expresión no permite traspasar. ¿Deben ser los insultos a las religiones uno de esos límites? En mi opinión, sí. Y así figura en el Código Penal español, y así figuraba hasta ahora en el Código Penal danés.

Lo que la libertad de expresión ampara, y debe amparar, es la crítica a las religiones. Yo debo tener derecho a decir que tal o cual religión es falsa, o a pedir que tal o cual religión sea prohibida, o a criticar los postulados y creencias de tal o cual religión. Pero una cosa es criticar desde el respeto y otra muy distinta es insultar. Para criticar al Cristianismo o al Islam, no necesito hacer mofa de esas religiones, ni herir de manera innecesaria los sentimientos de quienes las profesan, ni ridiculizar o difamar a sus fieles.

Hay una diferencia fundamental entre decir "El Islam no protege suficientemente los derechos de la mujer" y decir "El Islam es una religión de cerdos machistas". Igual que no es lo mismo decir "Es vergonzoso que la Iglesia Católica ocultara casos de pederastia", que decir "Los católicos son unos defensores de la pederastia". En ambos casos, lo primero es una crítica razonada y razonable; lo segundo es un insulto gratuito. La diferencia, como digo, estriba en una sola cosa: el respeto.

Para ejercer el derecho de crítica a una religión, no hace falta recurrir al insulto, ni es necesario hacer mofa de sus postulados, ni de sus fieles. Para criticar los postulados morales de la religión católico no es necesario vestir a una drag-queen de Virgen María. Para decir que el Islam es actualmente la religión que profesan más terroristas no es necesario publicar una caricatura de Mahoma con una bomba como turbante. Se pueden decir las mismas cosas sin insultar.

Obviamente, lo que estoy diciendo suscita dos cuestiones. La primera es: ¿dónde acaba la crítica y dónde empieza el insulto? Una persona que profese una determinada religión puede sentirse insultada por lo que otros consideran que es una simple crítica razonable. La diferencia entre crítica e insulto es difusa y subjetiva, así que ¿dónde están los límites? La respuesta a esta cuestión es la misma que para los casos de atentados al honor: ¿dónde termina la crítica a un personaje público y dónde comienza el atentado contra su honor? Si yo subo en el nivel de descalificación a un personaje público, llega un momento donde traspaso el límite de la libertad de expresión y me pueden condenar judicialmente. Son los jueces los que determinan cuándo se ha traspasado el límite, y lo hacen analizando caso por caso. Y, por supuesto, se tiende a primar la libertad de expresión. Pero hay casos en los que se ha traspasado la línea tan descaradamente, que el juez termina castigando al que no supo medir sus palabras.

La segunda cuestión es más peliaguda: ¿por qué no se puede hacer mofa de las religiones y sí de otras ideas, como por ejemplo de las ideas políticas? Este es el punto fundamental: ¿deben tener las religiones una protección extra, de la que no gozan otros tipos de ideas? En mi opinión (y aclaro que yo carezco de ideas religiosas), sí. La religión afecta a las personas de modo profundísimo, abordando los problemas fundamentales de nuestra propia existencia: cuál es el propósito de nuestra vida, qué hay más allá de la muerte... Y precisamente porque la religión es tan importante para tantos miles de millones de personas en todo el mundo, en mi opinión debe contar con un plus de respeto.

Pero reconozco que mi opinión es discutible en lo que a esto respecta. Si consideramos que la religión merece un poco de protección especial, entonces sí debe estar castigado el insulto gratuito. Si consideramos que la religión es simplemente un tipo de idea como otra cualquiera, entonces los insultos deben estar permitidos.

Yo me decanto por la primera opción; el Parlamento danés se ha decantado por la segunda. Pero ambas opciones son coherentes. Lo que desde luego no es razonable es la incoherencia que se ha generalizado en los últimos años en Occidente, donde se ha puesto de moda insultar al Cristianismo sin ningún tipo de cortapisa, mientras se pedía respeto por el Islam.

O todos, o ninguno. Yo preferiría que se instaurara el respeto por todos, pero si se persiste en fomentar la mofa del Cristianismo, entonces inevitablemente habrá que tolerar también los insultos al Islam. Dinamarca va por ese camino.

En mi opinión es un error, pero allá cada cual.

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