Menú

Sin perdón

Sin perdón es una película dirigida y protagonizada por Clint Eastwood en 1992. Obtuvo el óscar a la mejor película, al mejor director, al mejor montaje y al mejor actor de reparto (premio que recayó en Gene Hackman).

Se trata de un western atípico, crepuscular, con un guión poco ejemplarizante: unas prostitutas ofrecen una recompensa de 1.000$ a quien mate a dos indeseables que han desfigurado el rostro de una de sus compañeras. Entre los que acuden al reclamo de la recompensa están dos vaqueros ya retirados (Clint Eastwood y Morgan Freeman), acompañados de otro joven aspirante a vaquero y completamente miope. La cinta narra la lucha de ese terceto bastante patético con otro matón a sueldo que también busca la recompensa, y también con el sheriff del lugar (Gene Hackman), dispuesto a todo para que en su pueblo no se consume el asesinato.

Es una película donde no hay héroes, donde no hay causas justas. Donde la violencia parece casi una maldición de la que fuera imposible zafarse. Lo que se cuenta es la crónica de tres fracasados que tratan de vengar a otras pobres fracasadas, pero sin que la justicia, ni tampoco la recompensa, cuenten en realidad demasiado.

Lo que late en toda la historia es una sensación de inevitabilidad: todos los protagonistas parecen atrapados por un destino fatal, como si estuvieran prisioneros de su papel y como si los acontecimientos, una vez puestos en marcha, siguieran su curso indefectiblemente, ajenos a la voluntad humana. Y es esa aceptación de su destino lo que da grandeza a los personajes, que al final no simbolizan otra cosa que el fin de un Oeste que se muere, que no tiene cabida en el mundo civilizado.

En la vida real, lo queramos o no, todos somos prisioneros de nuestro propio papel. Hay veces que lo que no se hace por amor, ni por honor, ni por convencimiento, se hace simplemente por fidelidad a ese papel que los demás nos han asignado. Incluso aunque seamos conscientes de que se trata de un papel estúpido. Es como si no pudiéramos salirnos de un guión ya trazado por otros.

No he podido evitar acordarme de ese terceto protagonista de la película de Clint Eastwood, al ver ayer una foto de los tres candidatos a liderar el Partido Socialista. Como aquellos vaqueros crepusculares, los tres aspirantes a secretario general del PSOE han protagonizado una campaña sin gloria y sin propósito, para dirigir un partido que se muere y que, en realidad, a nadie ya le importa. Los tres son conscientes de ello, de lo inútiles que son sus esfuerzos tanto si pierden como si ganan su batalla personal, pero los tres están presos de un guión ya establecido, de una liturgia gastada, que les obliga a representar un papel que saben que no va a ninguna parte.

Como en la película Sin perdón, ese Salvaje Oeste llamado PSOE se muere, desplazado definitivamente por el mundo que está por venir, en el que no tienen cabida los tópicos de antaño, las banderas de otros tiempos, ni las organizaciones ya caducas. El viejo partido socialista agoniza, víctima de sus excesos. Y, sin embargo, los madinas, y los sánchez, y los pérez tapias, no tienen otro remedio que cumplir con esa liturgia que saben que es estéril, amagando enfrentamientos con olor a naftalina y enarbolando propuestas en las que los remiendos no dejan ver la letra impresa.

Como ese terceto de vaqueros patéticos, los tres candidatos socialistas arrastran como una losa su pasado y sus defectos, que los hacen aún más prisioneros de un destino que saben fatal. Y aunque tratan de justificarse pensando en la recompensa, en esa secretaría general que a uno de ellos le aguarda, en realidad hasta eso dejó de tener sentido hace mucho tiempo, porque saben que tampoco el que gane podrá gozar de ningún poder real. Pero todos siguen adelante, porque así es la historia y ya no cabe dar marcha atrás, ahora que los acontecimientos han empezado a desarrollarse.

Hoy sabremos quién de los tres se llevará la recompensa. Se despejará la incertidumbre de quién será el encargado de amortajar al Partido Socialista. Con Concordato o sin él, el PSOE elige hoy al que tendrá que oficiar su misa de difuntos.

Herramientas

0
comentarios