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Siete días en la vida de John Fitzgerald Rajoy

"Trece días" es una película de Roger Donaldson que narra la crisis de los misiles en Cuba en 1962, que estuvo a punto de provocar una guerra entre Estados Unidos y la Unión Soviética. La película está protagonizada por Kevin Costner, que interpreta a Kenneth O'Donnell, uno de los principales consejeros del presidente Kennedy y una de las personas clave durante aquellos trece días cruciales.

Narrada desde el punto de vista americano, la historia retrata los equilibrismos que Kennedy tuvo que realizar para abortar el despliegue de misiles nucleares en Cuba, graduando la presión sobre los soviéticos, pero sin ceder a las presiones y las trampas del ala más dura del ejército y de su propio gobierno, que estaba dispuesta a lanzarse a la guerra contra el comunismo.

Maniqueísmos aparte, la película resulta recomendable por el retrato que realiza del día a día de la gestión de crisis en un gobierno. Un gobierno que no era monolítico, sino que estaba formado por personas y sectores con intereses distintos y a veces contrapuestos. Y una crisis que se caracterizaba, como todas las crisis, por la existencia de información imperfecta acerca de lo que estaba sucediendo. No es solo que cada gobierno cuenta con una imagen parcial y fragmentaria de la realidad, sino que cada sector de cada gobierno tiene distintos fragmentos de esa imagen. Y la ocultación consciente de información juega a veces un papel crucial en las luchas internas de poder y en el proceso de toma de decisiones.

En una de las escenas clave de la película, Kevin Costner recibe la información de que un avión americano de reconocimiento fotográfico, que trataba de retratar el progreso del despliegue de los misiles, ha sido ametrallado por los cubanos. El avión ha podido regresar a la base, pero las huellas del ametrallamiento son visibles en el fuselaje: los cubanos han intentado derribar el avión.

Kevin Costner habla por teléfono con el piloto de la aeronave, que acaba de bajar de su aparato. Y le ruega, porque no se lo puede ordenar, que oculte a sus superiores el ataque sufrido. Ante las reticencias del piloto, el asesor de Kennedy le confiesa la cruda realidad: si Vd. informa de que los cubanos le han ametrallado, los militares obligarán al presidente a declarar una guerra.

Anteayer, la embajada española en Kabul fue brutalmente atacada por terroristas islamistas. El relato de los supervivientes ha permitido conocer lo sucedido: los terroristas estrellaron un coche cargado de explosivos contra uno de los muros de la embajada y penetraron en la legación diplomática por el hueco realizado, sembrando el terror arma en ristre. Dos policías españoles y otros cuatro miembros del personal fueron asesinados. El resto del personal se refugió en el búnker del edificio, de donde fueron rescatados doce horas después por soldados americanos y noruegos.

El gobierno informó inicialmente, a través del Ministerio de Asuntos Exteriores, de que se había atacado la embajada española. Pero posteriormente, y ahí empieza la cadena de despropósitos y ocultaciones, el propio Rajoy desmentiría en un mitin a su Ministerio de Asuntos Exteriores, negando que la embajada hubiera sido atacada. Y añadiendo además que tan solo había un policía herido. Ni una palabra sobre fallecidos, ni tampoco sobre el resto del personal, que en aquellos momentos estaba asediado en el búnker de la legación y cuya suerte se desconocía.

A los pocos minutos, el gobierno confirmaba la muerte de un policía. De nuevo, nada de información sobre la suerte del resto del personal. Horas después, el Ministerio de Interior daba la noticia de la muerte de un segundo policía, pero sin aclarar tampoco los detalles del asalto, ni mencionar a quienes en aquel momento continuaban encerrados en el búnker.

Finalmente, a lo largo del día de ayer se fueron filtrando los relatos de los supervivientes rescatados y quedó claro que el ataque estaba dirigido específicamente contra la embajada española. Y también quedó clara la brutalidad de los terroristas.

Y el gobierno tuvo que admitir que no había dicho la verdad al negar el ataque a la embajada española.

No he podido evitar acordarme de esa película, "Trece días", al ver cómo ha manejado Rajoy esta nueva crisis. Pero más por las diferencias, que por las similitudes.

Mientras que "Trece días" retrata a un presidente Kennedy empeñado en obtener el máximo de información antes de tomar cada decisión y de dar cada paso, el gobierno de Rajoy parece no saber nunca cómo informarse de lo que está sucediendo cuando estalla una crisis.

Mientras que "Trece días" muestra al gobierno de Kennedy obsesionado por la estrategia de comunicación, porque es consciente de la importancia que cada declaración tiene, Mariano Rajoy improvisa ocurrencias en los mítines. O sus asesores las improvisan para él, que viene a ser lo mismo.

El único parecido es que ambos gobiernos, el de Kennedy y el de Rajoy, no tienen escrúpulos a la hora de ocultar información. Pero mientras que el de Kennedy estaba dispuesto a ocultar el ametrallamiento de un avión americano con el loable fin de evitar una guerra, Mariano Rajoy ha intentado ocultar un ataque a una embajada española con el único fin de ganar tiempo y de dosificar los titulares, porque estamos en campaña electoral.

En aquellos trece días de octubre de 1962, el mundo estuvo al borde de un conflicto nuclear. Y el gobierno de Kennedy hizo todo lo posible para salvaguardar los intereses americanos, sin desatar una guerra con los soviéticos.

En los siete días de campaña que quedan, todos los frentes abiertos en España seguirán abiertos. Y el gobierno de Rajoy hará todo lo posible para salvaguardar sus propios intereses y no tener que tomar ninguna decisión.

La estrategia consiste en que los marrones - desde Cataluña a Siria, pasando por la embajada de Kabul -, se los coma el siguiente gobierno.

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