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Rajoy y el error Mitterrand

El 10 de mayo de 1981, el socialista François Mitterrand era elegido presidente de la República Francesa. Lo primero que hizo fue disolver el parlamento, donde la derecha tenía la mayoría, y convocar nuevas elecciones legislativas, que se celebraron seis semanas después y proporcionaron al Partido Socialista una cómoda mayoría absoluta.

Una vez controlado el parlamento, Mitterrand se lanzó a una frenética carrera de reformas socializantes (nacionalizaciones, descentralización administrativa, refuerzo del poder sindical, subida de impuestos, elevación del salario mínimo y los beneficios sociales, reducción de la jornada semanal...) que él mismo describió como "ruptura con el capitalismo". Y con ello consiguió la proeza de hundir la economía francesa en solo doce meses: crecimiento del paro, caída de las exportaciones, huida de capitales, tres devaluaciones del franco francés... De modo que solo dos años después de su llegada al poder se vio obligado a realizar un giro de 180º en el terreno económico y emprender una política de austeridad.

La impopularidad del presidente y del gobierno llevó a los socialistas a perder las elecciones municipales de 1983 y las europeas de 1984. Y, ante la posibilidad de perder el control del parlamento y verse obligado a cohabitar con un gobierno de derechas a partir de 1986, al presidente francés Mitterrand no se le ocurrió otra cosa que ponerse a jugar a aprendiz de brujo y potenciar a la extrema derecha francesa.

El razonamiento era muy simple: si conseguimos que la extrema derecha crezca un poco, le quitaremos votos a la derecha tradicional y, además, el miedo a esa extrema derecha reforzará a la izquierda en general y al partido socialista en particular.

Y dicho y hecho: Mitterrand comenzó a presionar a las principales cadenas de TV francesas para que dieran cobertura al líder ultraderechista Jean-Marie Le Pen y cambió las normas de elección de diputados casi al final de la legislatura, sustituyendo el sistema mayoritario a doble vuelta por un sistema proporcional.

Pero las consecuencias fueron las contrarias a las previstas: efectivamente, la extrema derecha consiguió entrar en el Parlamento, obteniendo 35 diputados, pero eso no impidió que la derecha tradicional consiguiera la mayoría absoluta. La estrategia socialista de dividir el voto de la derecha había fracasado.

De hecho, a partir de ese momento comenzó un lento e inexorable declive de la izquierda francesa, porque la extrema derecha empezó absorbiendo los votos del Partido Comunista y continuó arrebatándole buena parte de los suyos al Partido Socialista. En las pasadas elecciones europeas celebradas este 25 de mayo, el primer puesto fue para el Frente Nacional francés de Marine Lepen, y los análisis sociológicos muestran que el 43% de los votantes de clase trabajadora optaron por ese partido.

Es decir: por intentar garantizarse el poder, Mitterrand dio vida a un monstruo que terminó destruyendo a la propia izquierda.

Como ustedes saben, el Partido Popular lleva varias semanas amenazando con reformar las normas que regulan la elección de los alcaldes. Se trata de una cacicada antidemocrática, inaceptable desde todos los puntos de vista:

1) En primer lugar, no resulta admisible que se reformen las normas de elección a solo nueve meses de los comicios. Cambiar las reglas en mitad del partido indica un escaso respeto por los electores. Si el PP quiere modificar las normas de elección de alcaldes, que lo haga inmediatamente después de mayo, y que esas nuevas normas se apliquen a los siguientes comicios municipales, previstos para 2019.

2) En segundo lugar, yo no tendría nada que objetar si se hiciera una elección a doble vuelta, pero el PP pretende que el que consiga un 40% de voto y un 5% de ventaja sobre el segundo, resulte elegido alcalde de forma automática. Es decir, lo que el PP está planteando no es una elección directa de alcaldes, sino entregar al partido más votado una sobreprima de representación, que es algo bien distinto. Y bastante poco democrático. Déjenme que les ponga un ejemplo: con la reforma que Rajoy está proponiendo, si Bildu obtiene en un pueblo del País Vasco un 40% y el PP y el PSOE obtienen un 30% cada uno, el alcalde sería de Bildu. Ahora díganme: si el 60% del pueblo NO QUIERE un alcalde proetarra, ¿cómo va a ser democrático que el alcalde sea proetarra? La reforma electoral que el PP plantea es una barbaridad.

3) En tercer lugar, el PP vuelve a demostrar que sus votantes, los votantes del PP, le importan un comino. Rajoy dispone de la mayoría absoluta y, ya que no va a poder dar a sus electores alegrías económicas, porque el panorama internacional se está complicando, podría al menos darles alegrías legislativas y empezar a cumplir su programa electoral. Pero en lugar de eso, en lugar de tratar de recuperar a los votantes perdidos, el PP pretende seguir ocupando las alcaldías, pero ahora con menos votos. Es decir, al votante defraudado que le den morcilla: no merece que hagamos nada por recuperarlo.

4) En cuarto lugar, y como el propio gobierno ha reconocido ayer, la reforma electoral que el PP plantea entregaría en bandeja a Bildu y a ERC numerosas alcaldías del País Vasco y de Cataluña. A pesar de lo cual, el gobierno dice estar dispuesto a seguir adelante con su reforma. Es decir: Rajoy está dispuesto a causar a España un daño quizá irreparable, a cambio de conservar unas cuantas alcaldías en otros puntos de España.

Como pueden ustedes ver, la reforma electoral propuesta no hay por dónde cogerla: a Rajoy no le importan ni los usos democráticos, ni sus electores, ni España.

Y lo peor es que, encima, los efectos pueden ser contrarios a los que se buscan. Porque si sale adelante esta reforma, lo que va a pasar es que el voto útil de izquierda, lejos de concentrarse en el PSOE, irá a parar a Podemos, que ya está por delante del PSOE en intención directa de voto, según todas las encuestas. De modo que el PP podría, seguramente, conservar unas cuantas alcaldías, pero a cambio de destruir al PSOE y consolidar a Podemos como opción de gobierno de ámbito nacional.

Rajoy verá lo que hace, pero resulta inteligente escarmentar en cabeza ajena. El PP está a punto de cometer el mismo error que cometió el Partido Socialista Francés hace ahora treinta años. Y, como le sucedió a Mitterrand, puede liberar un monstruo que termine destruyendo las posibilidades de acceso al poder de la derecha durante décadas.

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