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Rajoy quiere fomentar el inglés

Ayer, Rajoy participó en una convención de su partido sobre Educación, celebrada en Zaragoza. Permítanme que me detenga en una de las propuestas que Rajoy avanzó en ese escenario: un plan para que, en el plazo de 10 años, todos los universitarios tengan que acreditar obligatoriamente el dominio del inglés. Como parte de ese plan, o en paralelo con él, Rajoy propuso un programa de formación del profesorado en inglés y que en los colegios se impartan en inglés determinadas materias.

Quedémonos con el método: el presidente del gobierno español se siente capaz de impulsar el estudio obligatorio del inglés a nivel universitario y el uso del inglés como lengua vehicular de enseñanza de determinadas materias en los colegios.

Es decir, quien no es capaz de garantizar el derecho de los españoles a que sus hijos tengan como lengua vehicular el español en los colegios de España, se mete a impulsar el uso como lengua vehicular del inglés. Y quien no es capaz de hacer que el gobierno autonómico de Cataluña respete las leyes y las sentencias que le obligan a usar el español en los colegios, se mete a proponer que el conocimiento del inglés sea obligatorio en esa enseñanza universitaria que también está transferida a las autonomías.

Sería de risa, si no fuera tan trágico.

Por supuesto, todos sabemos que se trata de un brindis electoral al sol. Una simple tontería que se dice en una reunión de partido que, en realidad, a nadie le importa. Y una tontería que se dice con el único fin de intentar dejar algún titular que ocupe medio minuto en los telediarios. Por supuesto, si alguna vez tuviera Rajoy ocasión de materializar en obras sus palabras, lo que haría sería proponer a la consideración de los presidentes autonómicos el asunto, para ver si tienen a bien respaldar la idea. Y si no lo tienen a bien, pues a otra cosa, mariposa.

Pero el solo hecho de que el presidente del gobierno español se atreva a impulsar, aunque sea de boquilla, la enseñanza en inglés y del inglés, mientras que no se atreve a impulsar, ni siquiera de boquilla, la enseñanza en español y del español, indica que algo marcha muy mal.

Tenemos, como ha dicho muchas veces D. Pío Moa en estos mismos micrófonos, una clase política hispanófoba, compuesta por políticos que no solo son incapaces de defender con naturalidad y sentido común a España, a los españoles y al español, sino que muchas veces parecen disfrutar denigrando o ninguneando todo lo que suene a español o a España.

Y mientras no nos sacudamos de encima a esa clase política hispanófoba, no vamos a levantar cabeza. Ni vamos a poder enfrentarnos a los desafíos de un mundo cada vez más globalizado, en el que el español va a jugar un papel central, y en el que España estaría en condiciones (precisamente por nuestro idioma) de jugarlo también.

Pero, para regocijo de nuestros competidores internacionales, ya se encargan nuestros hispanófobos políticos de tratar de reducirnos a un país pequeñito y de desaprovechar cualquier ventaja competitiva que podamos tener en un mundo con 500 millones de hispanohablantes.

No me malinterpreten: me parece estupendo que se estudie el inglés. El inglés mejora tus posibilidades laborales en el mundo globalizado de hoy. Lo que me parece mal es que no se aplique el mismo razonamiento al español y a los idiomas de ámbito autonómico. Si es bueno fomentar el inglés, porque en el mundo globalizado resulta imprescindible, ¿con qué argumento se impone coactivamente a los niños de determinadas zonas que estudien en vasco, un idioma que no habla ni el tato y que en el mundo global no sirve para nada?

Si se fijan ustedes, en los dos casos se usan argumentos contrarios: trataremos de imponer el inglés por cuestiones de utilidad, pero impondremos el vasco (o el catalán, o el gallego, o el valenciano, o el bable) aunque sean inútiles.

Cuando alguien usa sin rubor argumentos incompatibles para sostener decisiones contradictorias, quiere decir que las razones en las que esas decisiones se basan no son las que se expresan en voz alta. Así que fijémonos más en detalle: ¿qué tienen en común los dos argumentos? Pues que en ambos casos la decisión tomada margina al español: fomentaremos el inglés frente al español, fomentaremos los idiomas regionales frente al español. Lo cual sugiere, por supuesto, que ése es el objetivo real no declarado de esas tomas de postura aparentemente contradictorias: marginar el español como sea.

Si a Rajoy le parece importante fomentar el inglés, con mucha más razón debería parecerle importante fomentar el español: primero, porque el español compite con el inglés y el chino por la futura primacía lingüística internacional. Y en segundo lugar, porque Rajoy es el presidente del gobierno español, no del gobierno inglés.

Está bien que los países anglosajones traten de ganar la batalla lingüística, y no seré yo quien llore si la terminan ganando, porque no me mueve el patrioterismo barato. Pero estaría mucho mejor si ganamos la batalla lingüística nosotros, porque eso te otorga una ventaja competitiva que al final se traduce en dinero y en influencia internacional. Y lo que yo espero de un presidente de gobierno español es que defienda en primer lugar los intereses de los españoles. Para defender los de los anglosajones, ya están los presidentes de gobierno anglosajones.

A veces resulta todo un poco desesperante: uno mira a su alrededor, y lo que ve es una sociedad española con una potencialidad inmensa; potencialidad que no es fruto de ninguna casualidad, sino del esfuerzo de siglos de toda una Nación que fue capaz de descubrir y dominar el mundo. Y entonces miras hacia arriba y ves lo pequeñitos y mediocres que son nuestros dirigentes. Y la pregunta que te planteas es: ¿por qué tenemos que soportar a esta panda de mediocres, con la cantidad de cosas que España y los españoles podríamos hacer si estuviéramos dirigidos, no ya por políticos extraordinarios, sino simplemente normales?

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