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Qué pasó el 11-M

Hoy, aniversario de la masacre del 11-M, no voy a reiterar las razones por las que sabemos, desde hace mucho, que aquella tragedia no fue un atentado islamista, sino una operación de las cloacas de los servicios de inteligencia. Quien quiera, puede consultar los centenares de artículos que hemos publicado al respecto.

Baste recordar tres hechos fundamentales:

1) Todas las pruebas directas del caso fueron hechas desaparecer con una celeridad inusitada. En menos de 48 horas tras la masacre, se dio la orden de desguazar los vagones atacados, es decir, los escenarios del crimen, al tiempo que desaparecían todas las muestras recogidas en los trenes, así como los propios informes de recogida de esas muestras.

2) En paralelo a esa desaparición de las pruebas directas del caso, 18 horas después de la masacre apareció en una comisaria de policía de Vallecas una bolsa-bomba sin estallar, sin que se haya podido determinar quién la depositó allí, ni de dónde procedía. Y a partir de los elementos contenidos en ella (teléfono móvil, dinamita, detonador y metralla) se construyó toda la versión oficial, llegándose a los teóricos culpables (los supuestos islamistas). Esos presuntos culpables morirían semanas después en circunstancias extrañas, al estallar un piso en Leganés.

3) Si esa operación de sustitución de pruebas fracasó (es decir, si las investigaciones periodísticas pudieron demostrar que se había producido el escamoteo de las pruebas originales y su sustitución por una cadena de pruebas colocadas) fue por un error básico de quien confeccionó la bolsa-bomba aparecida en aquella comisaría de Vallecas: esa bolsa-bomba tenía metralla, mientras que en ninguno de los cuerpos de las casi 200 víctimas del 11-M apareció el más mínimo rastro de metralla de origen terrorista. Por tanto, es físicamente imposible que las 10 bombas que estallaron en los trenes tuvieran la misma composición que la bolsa-bomba de Vallecas. La bolsa-bomba de Vallecas era una prueba colocada.

Esto debería haber bastado para echar por tierra, durante el juicio en la Audiencia Nacional, toda la investigación oficial de la masacre. Pero nadie quiso en aquel juicio ahondar en esos extremos. Solo después del juicio del 11-M, cuando un numeroso grupo de víctimas denunció a mandos policiales por la falsificación de pruebas, se corroboró ante un juzgado de instrucción de Madrid (en octubre de 2011) aquel dato demoledor: la prueba fundamental del caso tenía metralla, mientras que los cuerpos de las víctimas no la tenían. Lo normal es que ese dato hubiera obligado a la Audiencia Nacional a rehacer toda la instrucción del 11-M: si la prueba fundamental del caso (de la que derivaban todas las demás) era falsa, toda la instrucción lo era. Pero nadie ha movido un dedo en estos últimos siete años para reabrir la instrucción. Al contrario: a las víctimas que reclamaban justicia en los tribunales se las sometió a la más abyecta campaña de desgaste judicial, hasta terminar cerrándoles todas las vías de recurso.

Con estos mimbres, ¿puede alguien extrañarse de la mala conciencia que envuelve al 11-M? ¿Puede alguien extrañarse de que el 11-M sea un atentado fantasma del que ningún político quiere hablar, salvo cuando llega el aniversario y para decir tres lugares comunes por mera formalidad? ¿Puede alguien extrañarse de que no haya calles ni plazas dedicadas a la mayor masacre terrorista que ha sufrido nuestro país? ¿Puede alguien extrañarse de que el monumento a las víctimas del 11-M en Atocha esté semiabandonado, y solo al acercarse el aniversario lo adecenten mínimamente para cumplir el expediente? ¿Puede alguien extrañarse de que aquellos jueces y fiscales a los que les tocó el caso (Juan Del Olmo, Javier Gómez Bermúdez, Olga Sánchez) hayan salido de escena casi como de tapadillo, en vez de ser reconocidos pública y cotidianamente como héroes, que es lo que correspondería por instruir, esclarecer y juzgar un atentado terrorista de tan enorme envergadura?

Ninguno de nuestros políticos se atreverá nunca a remover la mierda, pero todos ellos saben que la versión oficial del 11-M no resiste el más mínimo análisis racional. Todos ellos saben que el 11-M no fue un atentado islamista, sino una operación de inteligencia. Y precisamente por ello no se atreverán nunca a remover la mierda.

Muchas veces me han preguntado, en público y en privado: ¿qué servicios de inteligencia? ¿Nacionales o foráneos? Y aquí hay que distinguir dos aspectos: la ejecución en sí del atentado y la posterior "cobertura" (la fabricación de la versión oficial). Porque quienes elaboraron la cobertura, quienes crearon la versión oficial, NO SON los mismos que ejecutaron el atentado. Si hubieran sido los mismos, no habrían cometido el error garrafal de fabricar una prueba falsa (la bolsa-bomba de Vallecas) incluyendo en ella metralla, cuando en las víctimas del 11-M no aparece metralla. Ese error básico demuestra que quien improvisó a toda prisa la bolsa-bomba de Vallecas en la mañana del 11-M (después del atentado) para usarla como prueba falsa NO SABÍA cómo estaban hechas las bombas de los trenes.

Así que, respondiendo a la pregunta, la "cobertura" del atentado es de fabricación completamente española. De hecho, Fernando Múgica contó en su día cómo hubo varios grupos distintos dentro de las cloacas de nuestros servicios de inteligencia "compitiendo" por colocar las pruebas que les permitieran controlar la investigación oficial. Gracias a esa "competición", el sumario del 11-M es un pastiche plagado de contradicciones y encajado a martillazos. Lo cual al menos nos facilitó la tarea de demostrar la falsedad de la versión oficial.

En cuanto a la ejecución del atentado, carecemos de pruebas para identificar a los autores materiales, pero determinadas características de la operación (la sincronización de las explosiones; el hecho de que éstas se produjeran en las estaciones y no en los trayectos entre una y otra; el hecho de que la primera explosión se produjera en el tren más avanzado, para "inmovilizar" la línea…) apuntan a una cuidadosa y meticulosa preparación y a que la ejecución corrió a cargo de un grupo con considerable experiencia militar. Fue Fernando Múgica el primero en decirme que probablemente la ejecución corriera a cargo de mercenarios a los que jamás llegaremos a identificar. Coincido con él.

Pero la pregunta sigue siendo la misma: ¿quién contrató a esos mercenarios? ¿Quién decidió y organizó el atentado? ¿Cloacas nacionales o extranjeras? La respuesta es que probablemente las dos.

El atentado no habría podido producirse sin participación de alguien de nuestras propias cloacas. Hay determinados datos anteriores al 11-M que apuntan a ello: por ejemplo, la preparación psicológica previa al atentado, uno de cuyos episodios más destacados fue la filtración de aquella reunión entre ETA y Carod-Rovira en Perpignan. Esa filtración no perseguía otra cosa que garantizar que la opinión pública llegara al 11-M en el estado de máxima polarización posible. En vísperas del 11-M, se había conseguido que la opinión pública de "derecha" de este país creyera a la izquierda capaz de cualquier cosa. Y que la opinión pública de "izquierda" creyera capaz de cualquier cosa a la derecha. Solo una sociedad así de polarizada, así de dividida, podía ser adecuadamente manipulada con la masacre. Sabemos también que algunos de los cebos (y lo recalco: cebos) que apuntaban a ETA (como el mapa con el corredor del Henares marcado que se interceptó a unos etarras en Cañaveras) son anteriores al 11-M. Todo eso exige una implicación de nuestras propias cloacas en la preparación de la masacre.

Pero también hay otros datos que apuntan a que hubo una conexión internacional en el 11-M. Y el más evidente de esos datos es otro golpe de estado: el fracasado y esperpéntico golpe en Guinea Ecuatorial tan solo cuatro días antes del 11-M, un episodio que ya he descrito en detalle en otro lugar. Aquel extrañísimo golpe en Guinea Ecuatorial nunca debió producirse: todo el mundo sabía que iba a tener lugar, incluido el propio gobierno ecuato-guinenano; los propios organizadores del golpe sabían que todo el mundo sabía lo que estaban haciendo… y a pesar de todo intentaron dar el golpe usando un nutrido grupo de mercenarios, que fracasaron de manera clamorosa, pero previsible.

Uno de los principales responsables de aquel cantinflesco episodio declaró en su día que tenían orden expresa de dar el golpe en Guinea Ecuatorial antes de las elecciones en España. Aquel golpe absurdo no tenía la más mínima posibilidad de triunfar, pero era, sin embargo, una excelente cobertura en caso de que alguien quisiera que pasara desapercibido en España el trasiego de mercenarios en vísperas del 11-M. Hay otros datos no menos inquietantes que apuntan a las conexiones internacionales de la masacre de Madrid, pero permítanme que los deje para otra ocasión.

Y llegamos a la pregunta final: ¿para qué se hizo el 11-M? ¿Para qué se dio aquel golpe de estado? Fue Federico Jiménez Losantos el que acuñó la frase de que "desde el 11-M, todo es 11-M". Y tiene toda la razón. Les invito a que miren a su alrededor, a que miren la actual situación política en España, a que analicen cómo estamos y cómo hemos llegado hasta aquí. Contemplen tranquilamente el abismo a cuyo borde España se ha asomado.

¿De verdad necesitan que les explique para qué se hizo el 11-M?

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