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Qué es para mí ser español, hoy

Hoy es 12 de octubre, Día de la Hispanidad y fiesta nacional de España.

¿Qué significa eso? Pues lo que a ustedes les dé la gana que signifique. A estas alturas del siglo, no seré yo quien le diga a nadie cómo se tiene que sentir al respecto. Lo que sí les puedo decir es cómo me siento yo.

A mí personalmente no me cabe ningún mérito ni demérito por haber nacido en España. Simplemente, soy alguien que nació aquí y en esta época. Podría hacer el ejercicio imaginario consistente en preguntarme: ¿y si hubiera nacido en otro país, o en otra fecha? Pero sería un ejercicio absurdo, porque si hubiera nacido en otro país o en otra época, ya no sería yo: sería otra persona, con otra carga genética distinta y que habría crecido en otro entorno diferente.

Así pues, es verdad que no me cabe mérito alguno por haber nacido español y haberlo hecho cuando lo hice, pero también es cierto que soy como soy precisamente por haber nacido cuando y donde he nacido.

Me guste o no me guste, soy español. Eso es un hecho, no un sentimiento.

A medida que vaya pasando el tiempo, a medida que el mundo se interconecte y se globalice, probablemente ese hecho vaya teniendo cada vez menos importancia. Igual que irá teniendo cada vez menos importancia ser keniata, americano, chino o miembro de la Unión Europea. Pero, hoy por hoy, son muchas las consecuencias de ese hecho.

Por ser español, comparto con otros españoles una Historia que tiene algunas sombras, pero que tiene muchísimas más luces. Pertenezco a ese país que descubrió América, que dio la primera vuelta al mundo, que fundó la primera Universidad americana en 1538, que bautizó a tantas islas en el Océano Pacífico.

Pertenezco a ese país cuyo idioma es hoy el segundo del mundo con mayor número de hablantes nativos, después del chino, y el segundo también en importancia en Internet, por detrás del inglés.

Pertenezco a ese conjunto, los hispanos, que se ha convertido ya en la primera minoría de los Estados Unidos y que, cada vez más, pone y quita presidentes en la que es hoy la primera potencia mundial.

Pertenezco a esa nación capaz de dar grandes empresarios que dominan el mundo de la distribución textil. Y capaz de alumbrar grandes deportistas que hacen que el nombre de España resuene entre todos los aficionados al fútbol, o al baloncesto, o al tenis, o al motociclismo.

Pertenezco también a ese país que lleva cinco siglos intentando destruirse a sí mismo a base de desangrarse en continuas querellas intestinas y, a pesar de todo, sigue sobreviviendo.

Pertenezco a una sociedad en la que el esfuerzo tropieza a menudo con la envidia y en la que el apasionamiento para con el vecino siempre está acompañado por la sumisión ante el poderoso, pero en la que siempre se prodigan los rasgos de genialidad, de heroísmo y de sacrificio.

Pertenezco, en fin, a un país que está lleno, como todos los países, de gente buena y de gente mala. Que está repleto, como todos los países, de contradicciones. Y, en un mundo en el que las fronteras (para bien o para mal) siguen existiendo, pertenezco a una nación que cuenta con enormes potencialidades para jugar un papel relevante en ese camino que tendremos que recorrer todos los seres humanos hacia un mundo globalizado.

El cómo sea ese mundo globalizado en el futuro dependerá de cómo lo construyamos las distintas naciones de la Tierra. Y los españoles, y los hispanos, tenemos mucho bueno que aportar.

Pronto, la primera potencia del mundo hablará español, porque el proceso de hispanización de los Estados Unidos es imparable y cada vez más acelerado.

Pronto, toda Sudamérica será, cuando termine de liberarse de los yugos ideológicos, uno de los principales polos de desarrollo del mundo.

Como les decía al principio, no me corresponde ningún mérito o demérito por haber nacido donde he nacido, es decir, por ser español. Pero tampoco me corresponde ningún mérito o demérito por ser como soy desde el punto de vista personal. El que yo sea listo o torpe, diligente o perezoso, depende también de la genética y del entorno. Pero el que mi forma de ser no sea mérito mío no quita para que intente con todas mis fuerzas aprovechar lo que soy para mejorar el mundo que me rodea.

Cuando muera, espero hacerlo mirando hacia atrás y comprobando que he contribuido, como persona, a cambiar mi entorno más próximo. Y de la misma manera, espero, como español, que el futuro de la Humanidad sea un poco distinto, un poco mejor, gracias a las virtudes que los hispanos podamos aportar.

Eso es para mí ser español o hispano hoy en día: la obligación de aprovechar que estamos en una posición inmejorable para ayudar a construir el futuro de la Humanidad, para ayudar a diseñar cómo será esa futura Tierra sin fronteras.

Feliz día de la Fiesta Nacional y feliz Día de la Hispanidad a todos.

Y por cierto: viva España.

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