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Pedro Sánchez o cómo perder ganando

Dice la frase atribuida a Ortega y Gasset que el esfuerzo inútil conduce a la melancolía. La tarea de vivir consiste en plantearse objetivos alcanzables; perseguir metas excesivamente ambiciosas solo provoca frustración.

El pasado mes de abril, la izquierda y los separatistas consiguieron 205 escaños, sesenta más que la suma de PP, Ciudadanos y Vox. Y el próximo 10 de noviembre, la izquierda y los separatistas volverán a quedar por delante. Quien se haga ilusiones sobre una hipotética victoria a la andaluza es carne de melancolía.

Es cierto que las encuestas muestran un estancamiento, o incluso un ligero retroceso, del Partido Socialista. Es cierto que la división de la extrema izquierda en dos formaciones enfrentadas hace que, en conjunto, la suma de Unidas Podemos y Más País retroceda unos cuantos escaños. Es cierto que, según los sondeos, el PP podría ganar entre 30 y 35 escaños y Vox entre 5 y 10. Pero también es cierto que esa subida de PP y Vox se debe, en su mayor parte, a la caída de Ciudadanos, que tendría en torno a 30 diputados menos que en abril.

De modo que, en conjunto, la suma de las derechas subiría, sí, pero solo unos 15 escaños. Así que la probabilidad de que pudiera llegar a conformarse un gobierno a la andaluza es prácticamente cero, porque la izquierda y los separatistas seguirán ganando las elecciones, aunque ahora con una diferencia de solo 30 diputados, la mitad que en abril.

Pero lo importante, para evitar ataques de melancolía, es darse cuenta de que ese resultado ya es un enorme triunfo para las derechas y un enorme fracaso para Sánchez: el actual inquilino de la Moncloa confiaba, al forzar unas nuevas elecciones, en mejorar su actual posición y ser investido, en este segundo intento, sin necesidad de compartir gobierno con nadie. Pero, lejos de mejorar su posición, a lo que las encuestas apuntan es a un visible empeoramiento de la situación de Sánchez.

Para empezar, no solo no aumentaría el número de escaños del PSOE, sino que podría incluso reducirse.

En segundo lugar, Sánchez tendría ahora más difícil, no menos, conformar una mayoría con la extrema izquierda, porque estaría todavía más en manos de los separatistas que antes.

En tercer lugar, Sánchez pierde su plan B y ya no podría formar mayoría con Ciudadanos.

Y lo que todo ello significa es que solo le quedarían a Sánchez dos opciones: mendigar el apoyo del PP o convocarnos por tercera vez a las urnas. Aun ganando las elecciones, el ridículo de Sánchez el 10 de noviembre podría ser sideral, porque habría dejado escapar su mejor oportunidad de ser presidente.

Así pues, les recomiendo que no se cuenten a sí mismos el cuento de la lechera. El próximo 10 de noviembre no habrá mayoría de PP, Ciudadanos y Vox (o, por ser más precisos, es casi imposible que la haya), pero eso da igual: lo importante es avanzar con respecto a las elecciones de abril y disfrutar viendo cómo a Sánchez se le vuelven en contra todas las cartas con las que confiaba en mejorar su posición.

El próximo 10 de noviembre será un gran día. Pero no porque vayamos a ver a un Sánchez derrotado, sino porque veremos a un Sánchez maniatado.

Lo cual, si lo analizan Vds. despacio, es incluso más placentero.

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