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Nuestros hijos de puta

Muchos de Vds. habrán oído la anécdota. Cuentan que, en cierta ocasión, en 1939, el presidente americano Roosevelt estaba despachando con un colaborador, que le hablaba de los desmanes del dictador nicaragüense Anastasio Somoza. Roosevelt escuchaba atentamente. Cuando su interlocutor terminó de describir la opresión que el pueblo de Nicaragua se veía obligado a soportar, el presidente de los Estados Unidos se le quedó mirando fijamente y le espetó: "Puede que Somoza sea un hijo de puta. Pero es nuestro hijo de puta", haciendo referencia a que aquel dictador resultaba útil para contener la expansión del comunismo en Centroamérica.

Aunque la anécdota aparece relatada en un número de la revista Time de 1948, en realidad es apócrifa, y también han circulado otras versiones de la misma, referidas no al general Somoza, sino al dictador dominicano Trujillo. Pero lo importante no es la autenticidad de la anécdota, sino el concepto que refleja: la utilización de "intermediarios" o "guardianes" para mantener el control de una población, o de un segmento de la misma. Es el mismo sistema utilizado, por ejemplo, en el mantenimiento, en países árabes, de dictaduras militares afines a Occidente, por miedo al islamismo.

Observen Vds. que se trata de un sistema perverso, en el que el intermediario o guardián es el primer interesado en que el peligro se mantenga de forma perpetua, porque es ese peligro el que le hace a él necesario. Si vives, por ejemplo, de controlar la amenaza comunista en un país centroamericano, te interesa que tus mentores tengan la sensación de que, sin ti, el país se hundiría en el caos comunista. Con lo cual, el primer interesado en mantener una cierta tensión guerrillera y revolucionaria eres tú mismo.

El gobierno egipcio de Mubarak conocía bien las reglas, y agitaba el espantajo del islamismo cada vez que sentía flaquear el apoyo de Occidente. De hecho, al gobierno de Mubarak se le llegó a acusar de organizar un sangriento atentado supuestamente islamista contra una iglesia copta, con el solo objetivo de que Occidente no le retirara el apoyo durante la incipiente primavera árabe.

En España también conocemos bien la jugada. Durante décadas, los nacionalistas supuestamente moderados han estado viviendo de ejercer de valladar frente al nacionalismo radical o abiertamente terrorista. CIU ha vivido de la existencia de formaciones declaradamente separatistas, frente a las cuales se presentaba como partido sensato y no rupturista. El PNV, por su parte, arrancaba de los gobiernos centrales concesión tras concesión, y pacto tras pacto, porque existía una ETA frente a la cual el PNV se erigía en garante del posibilismo. Por supuesto, los primeros interesados en que no desaparecieran los separatismos que les garantizaban el puesto de trabajo, han sido siempre CIU y el PNV. Ambas formaciones han vivido de ser nuestros "hijos de puta". Aunque en este caso, a quien hacían las putadas era a nosotros, a los supuestos mentores.

Y quien también ha sabido explotar ese papel de intermediario o guardián ha sido, por supuesto, el PSOE, que durante décadas ha vivido de pastorear a la izquierda española. Adoptó ese papel durante la Transición y, con el apoyo americano y de la socialdemocracia alemana, se convirtió en la mejor garantía para Occidente de que España no caería en manos de un gobierno radical de izquierda. Muerto Franco, ¿qué mejor manera de evitar una victoria en las urnas del Partido Comunista, que construir un Partido Socialista fuerte y poner a su frente a alguien de fiar?

Pero el Partido Socialista no solo ha jugado ese papel de intermediario ante los gobiernos occidentales, sino también en el orden interno. Y el aspecto en el que más claramente se percibe la jugada es en lo que respecta al papel de la Monarquía. Desde 1978, el Partido Socialista ha estado jugando a apoyar a la Monarquía en la práctica, al mismo tiempo que permitía, aplaudía y fomentaba la retórica pro-republicana. "Nuestras bases son muy republicanas, pero aquí estamos nosotros para controlar sus veleidades y garantizar el apoyo de los socialistas a la Corona", ha sido siempre el argumento.

Y con ese argumento, claro está, el primer interesado en que sus bases no dejaran nunca de ser republicanas era el propio Partido Socialista. Porque si las bases socialistas hubieran llegado alguna vez a ser sinceramente monárquicas, los líderes del PSOE habrían perdido utilidad como "guardianes" encargados de conjurar el peligro republicano.

Es un buen negocio lo de ser "intermediario" o "guardián", porque eres a la vez el encargado de regular el grado de amenaza, y el que cobra por combatirla o contenerla. El único problema es cuando la amenaza escapa a tu control, porque entonces dejas, automáticamente, de ser útil para tus mentores.

Y eso es lo que le ha pasado en estas últimas elecciones al Partido Socialista. Lo grave no es que se hayan perdido tales o cuales votos, o que se haya bajado tantos o cuantos escaños: lo verdaderamente desastroso es que el Partido Socialista ha dejado de ser la voz de la izquierda, ha dejado de ser interlocutor y representante de aquellos que se consideran de izquierda en este país. Ahora, la voz de la izquierda ha sido asumida por otros.

Con lo cual, el Partido Socialista ya no está en condiciones de proteger a nadie frente a ninguna amenaza proveniente de la izquierda. Por ejemplo, el PSOE ya no puede garantizar a la Casa Real el apoyo del electorado de izquierda a la Corona, con lo cual ha dejado de tener utilidad en ese aspecto. Al PSOE se le ha acabado ese negocio. Como también se le ha acabado el negocio a CIU, que tampoco está ya en condiciones de ofrecer seguridad frente a la amenaza de un separatismo que le ha desbordado y ha escapado a su control.

Y la situación es un drama no solo para los intermediarios, que ven esfumarse su negocio, sino también para los mentores. Porque al dejar los intermediarios de poder controlar las amenazas, ahora éstas se desbordan sin que exista freno ninguno. Y el republicanismo y el separatismo que tanto se han cultivado para mantener el negocio del PSOE y de los nacionalistas supuestamente moderados, afloran ahora con toda virulencia.

Eso es lo que pasa cuando uno hace mal las cosas. Los problemas hay que afrontarlos y resolverlos, no permitir que se perpetúen poniéndolos en manos (en terminología rooseveltiana) de "hijos de puta". Aunque creas que son tus hijos de puta.

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