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Movimiento Ciudadano y UPyD

Vivimos instalados en la política del miedo. Diputados que expresan en privado su desolación por la deriva del PP o del PSOE, pero que no se atreven a expresar en público sus quejas, por miedo a no aparecer en la foto. Empresarios que rehúsan manifestar la consternación que les produce la política económica del gobierno central o la deriva separatista de tal o cual comunidad autónoma, por miedo a las represalias de las distintas administraciones. Periodistas y medios que se muerden la lengua para no provocar la cólera de aquellos de los que dependen las campañas de publicidad institucional o las concesiones de canales.

Es el miedo, y solo el miedo, lo que mantiene aparentemente en pie, a ojos de la España oficial, un régimen que se ha desmoronado hace mucho tiempo.

De no existir ese miedo, tal vez alguno de esos que callan se atreviera a gritarle a la cara a nuestros gobernantes lo que la gente de a pie no tiene inconveniente en comentar en alta voz en los bares, en las tiendas o en las paradas de autobús: que los españoles están hartos de quienes, desde distintas ópticas ideológicas, les oprimen, en lugar de gobernarlos; que están hartos de nadie los proteja, ni se preocupe de sus problemas; que están hartos de que la clase política pierda su tiempo en debates que solo le interesan a la clase política.

Las encuestas del CIS, y las encuestas internas de los grandes partidos, reflejan ese hartazgo: si mañana hubiera elecciones generales, la abstención alcanzaría niveles nunca vistos, cercanos al 45%. Pero todo el mundo hace, en los enmoquetados despachos oficiales, en los consejos de administración de las grandes empresas o en las redacciones de los medios, como si no se hubiera dado por enterado, como si una buena campaña electoral, con la conveniente apelación al voto del miedo, pudiera cerrar la brecha que se ha abierto entre los españoles y quienes deberían representarlos.

Si tuviera el más mínimo interés en que nuestros gobernantes pervivieran, les daría un consejo: bajen a la calle y hablen con la gente. Vayan al supermercado, o a la cola del INEM, o a un comedor social, y pregunten allí. Porque es allí donde podrán constatar hasta qué punto es virtual el mundo en que ustedes viven. Pero, como ya digo, no tengo ni el más mínimo interés en que el PP o el PSOE pervivan, así que me ahorraré ese consejo.

Quienes sí me interesan son aquellos que pueden solventar la situación: los nuevos partidos que han surgido o están surgiendo, a izquierda y a derecha, y que tratan de devolver a los españoles la ilusión por el futuro y por la política.

Y si tuviera la fortuna de que esos nuevos partidos me escucharan, les diría, precisamente, que perdieran el miedo. Porque es el miedo lo que está impidiendo, hasta el momento, que partidos como UPyD o Ciudadanos recojan toda la cosecha de votos defraudados.

En las últimas semanas hemos asistido a un absurdo debate sobre la conveniencia de que se unan las formaciones encabezadas por Rosa Díez y Albert Rivera. Permítanme que me carcajee. Algunos de los que presionan a esas formaciones para que confluyan, lo hacen desde la más absoluta honestidad, porque están interesados en que España salga adelante y tienen miedo de que la fragmentación del voto de regeneración impida consolidar una alternativa de cambio. Pero algunos otros presionan a esos partidos de manera interesada, con el único fin de encerrar a UPyD y Ciudadanos en un tibio reformismo, que aspire como mucho a ser bisagra de un sistema controlado, como hasta ahora, por el PP, el PSOE y los nacionalistas.

Si tuviera la fortuna de que Albert Rivera y Rosa Díez me escucharan, les diría que no caigan en la trampa, que no se dejen encerrar en ese pequeño papel de pepito grillo del régimen y, sobre todo, que no traten de competir entre sí por las migajas del electorado, cuando tienen a su alcance no menos de 5 millones de votos procedentes de los dos grandes partidos y que ahora están refugiados en la abstención.

Si UPyD y Ciudadanos no han logrado hasta el momento movilizar a buena parte de esos millones de desencantados es, precisamente, porque no se han atrevido a dar el paso que separa el reformismo de la regeneración. Lo que la gente está esperando no son cataplasmas o frasquitos de vitaminas, sino alguien que plantee esa enmienda a la totalidad que este país necesita para acabar, de una vez por todas, con los abusos de los poderosos, con el saqueo de los fondos públicos y con el perpetuo cuestionamiento de la Constitución y la Nación.

Tanto UPyD como Ciudadanos, como algún otro partido que pudiera surgir en el espacio electoral del PP o del PSOE, tienen una oportunidad de oro para lanzarse al asalto del Palacio de Invierno. Nunca como ahora encontrarán a tanta gente anhelante de que alguien empiece, de una vez, a hablar de sus problemas y a plantear soluciones. Y nunca como ahora encontrarán un calendario político más favorable, con el horizonte de unas elecciones europeas en las que el voto de castigo a los dos grandes partidos nacionales va a ser abrumador.

No pierdan tiempo, por tanto, en pequeñas querellas de patio de vecindad. Muchos de los electores que se han refugiado en la abstención tienen la idea de que votar no sirve para nada, porque todos los políticos son iguales. No les den motivos para reafirmarse en esa idea. Cuando desde Ciudadanos se insiste en lo importante que sería la unión con UPyD, y cuando desde UPyD se replica que esa unión no sería conveniente, están ustedes discutiendo de cosas que solo les importan a los políticos y a los periodistas. Lo que la gente quiere es que hablen ustedes de los problemas de la gente, y de los problemas del país.

Ustedes no son, ni pueden ser, una alternativa reformista, porque el reformismo exige formar parte del sistema que se quiere reformar. Pero este sistema está podrido y cualquier intento de formar parte del mismo tan solo hará que ustedes terminen pudriéndose y adoptando el lenguaje y los vicios de la casta.

Tienen ustedes que dejar claro a los españoles que no tienen nada que ver con quienes han llevado esta nación a la ruina. Tienen ustedes que ser capaces de devolver la ilusión a quienes piensan que ya no hay solución posible.

No hagan caso a quienes les quieren pequeñitos y manejables. UPyD, Movimiento Ciudadano y alguna otra alternativa que pueda surgir a corto plazo no vienen a complementar a los partidos corruptos existentes, sino a barrerlos y sustituirlos.

Ahí tienen ustedes el poder, al alcance de la mano: pierdan el miedo y atrévanse a tomarlo. Porque los españoles necesitamos que lo hagan.

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