Menú

Look at all the lonely Rubalcabas

Eleanor Rigby es una canción de Los Beatles compuesta por Paul McCartney en 1966 e incluida en el álbum Revolver. La letra de la canción está dedicada a todas las personas solitarias. Con unos breves trazos, McCartney nos dibuja dos personajes imaginarios dignos de lástima y resume trágicamente toda la soledad de su vida.

La canción habla de Eleanor Rigby, que recoge arroz en el suelo de las iglesias después de las bodas, mientras fantasea con la suya propia, que nunca llegará. Al final, Eleanor Rigby muere y sólo acude a su entierro el sacerdote encargado de leer un responso.

Habla también la canción de ese sacerdote, el padre McKenzie, que cada día pronuncia su sermón en una iglesia vacía y cada día prepara un sermón nuevo, a sabiendas de que nadie acudirá a la iglesia para oírlo mañana.

Son dos personajes cualesquiera, dos personajes inventados, pero lo que da a la canción su fuerza es lo trágico de sus vidas solitarias. Fíjense, sin embargo, que la tragedia de sus respectivas vidas es muy diferente. Mientras que la de Eleanor Rigby es una historia que nos habla de la pobreza y la soledad de una mujer que no tiene a nadie, la del padre McKenzie es una soledad de naturaleza completamente distinta.

Nada nos dice la canción sobre si el padre MacKenzie vive rodeado de personas, quizá con otros sacerdotes, quizá con algún familiar. Nada sabemos, por tanto, sobre si el padre McKenzie vive solo o no. La suya es una soledad más intelectual que física: la que experimenta cada mañana al llegar a aquella iglesia vacía y comprobar, una vez más, que no hay nadie a quien leer el sermón que tanto le ha costado preparar el día anterior. Es la soledad del que predica algo que a nadie en aquel vecindario le importa.

"Si un árbol cae en un bosque y no hay nadie cerca para escucharlo, ¿hace ruido el árbol?", dice la pregunta atribuida al filósofo George Berkeley. "¿Se pronunciaron alguna vez los sermones del padre McKenzie, que nadie llegó a oír?", podríamos preguntar nosotros.

El 26 de enero de 2010 se extinguió el lenguaje Aka-Bo, que antiguamente se hablaba en el archipiélago del Gran Andamán en la India. Sabemos que el Aka-Bo se extinguió ese día, porque esa es la fecha en que murió, a los 85 años de edad, la última persona que lo hablaba. Lo cual nos plantea una pregunta: si un lenguaje es una herramienta de comunicación, ¿podemos llamar "lenguaje" a algo que solo habla una única persona? ¿O en realidad el lenguaje Aka-Bo se había ya extinguido el día en que murió el penúltimo de sus hablantes, el día en que solo quedó una persona en el mundo que lo entendiera?

No he podido evitar acordarme de la canción de los Beatles ayer, al ver las noticias relativas a las primarias que el Partido Socialista pretende celebrar dentro de unos meses. Las primarias socialistas ocupaban la portada de todos los medios digitales, y me tomé la molestia de repasar los principales medios para ver qué éxito estaba teniendo esa historia entre los lectores. Y el hecho es que la noticia de las primarias del PSOE no estaba entre las más leídas en ninguno de esos medios. Se trataba de la típica noticia a la que los periodistas concedemos importancia, cuando en realidad carece de ella, porque nadie se molesta en leerla.

¿Es noticia aquello que los periodistas digamos, aunque luego nadie se moleste en leerlo? En realidad, no. Noticia es aquello que a los lectores - no a los periodistas - le parece noticia.

El problema del Partido Socialista no es que haya controversia sobre si celebrar primarias o no, o sobre cuándo celebrarlas. El problema del Partido Socialista no es tampoco que vaya a producirse una lucha a muerte por ocupar la Secretaría General o el puesto de cabeza de lista al Congreso. Nada de eso: el verdadero drama del Partido Socialista es que a nadie le importa un bledo, a estas alturas, si los socialistas celebran primarias o si se tiran todos en pandilla por un tobogán.

Hace mucho tiempo que el Partido Socialista habla un lenguaje que la gente de la calle no comprende, ni tiene el más mínimo interés en comprender. Y el día en que Rubalcaba caiga, ni siquiera se escucharán gritos de júbilo, porque no habrá nadie en el bosque para oír el ruido que haga al caer.

Como el padre McKenzie, los socialistas pronuncian cada mañana su sermón en un auditorio vacío. Y lo único que les devuelven las paredes de la opinión pública es el eco de su manido argumentario.

Pero hay una diferencia fundamental entre el padre McKenzie y los dirigentes socialistas. Aquel ficticio sacerdote sí creía en los sermones que escribía. O al menos creía lo bastante como para molestarse en pronunciar un responso por esa Eleanor Rigby que no tenía a nadie que la llorara. Por el contrario, los sermones de los dirigentes socialistas no consiguen evitar la sensación de impostura. Rubalcaba, Valenciano, Chacón, Madina, Tomás Gómez... todos ellos exudan el aroma dulzón de la naftalina política, la sensación angustiosa de actor ya caduco, que repite con desgana su papel en un escenario de tablas carcomidas, mientras un borracho duerme la mona en la última fila del patio de butacas.

En Eleanor Rigby, los Beatles dejan claro a quiénes dedican su canción: "Look at all the lonely people!", dice el estribillo: "¡Mira a todas las personas solitarias!".

Miremos a todos los políticos solitarios, sí. Y compadezcámonos de ellos.

Herramientas

0
comentarios