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Les habla Pablo Iglesias: están rodeados; ríndanse

¿Se han fijado ustedes alguna vez en lo espectacular que fue la conquista de España por los musulmanes en el año 711? Tarik y Muza comandaban una fuerza militar de unos 30.000 hombres, pero en menos de dos años habían ocupado casi toda la Hispania visigoda, que contaba con entre 3 y 4 millones de habitantes.

¿Cómo es posible que una reducida fuerza expedicionaria se impusiera de manera tan rápida sobre una población cien veces mayor?

La conquista musulmana de la Península Ibérica constituye un buen ejemplo de cómo un estado aparentemente fuerte, puede disolverse como un azucarillo cuando el egoísmo de sus elites dirigentes se antepone al bien común. Tarik y Muza conquistaron España porque en realidad no había nadie que pudiera, quisiera y supiera impedírselo.

Por lo que respecta a la población, la realidad es que a nadie le importaba demasiado si los musulmanes conquistaban el país o no. Al fin y al cabo, la única consecuencia práctica de la invasión consistiría en cambiar a un señor por otro. Por lo demás, habría que seguir arando los campos igual que antes, trabajando igual que antes de sol a sol y soportando igual que antes a una nobleza militar sustentada por la misma masa de siervos.

Algunos sectores de la población, de hecho, salían ganando con la invasión. Es el caso de los judíos, que eran conscientes de que la conquista musulmana traería consigo la derogación de la dura legislación anti-judía visigótica, por lo que acogieron a los invasores con los brazos abiertos.

Y en cuanto a la nobleza visigoda (que era la única que podía salir perdiendo, al verse sustituida por los conquistadores), estaba demasiado dividida como para poder articular una defensa, a pesar de contar con una abrumadora superioridad numérica. El enfrentamiento entre los partidarios de Don Rodrigo y los hijos de Witiza tenía al país prácticamente sumergido en la guerra civil. Y los invasores musulmanes aprovecharon la ocasión para hacerse con las riendas.

Salvo algunos conatos de resistencia, como Mérida (que tuvo que ser sitiada) o Zaragoza (donde los hombre fueron ahorcados y las mujeres esclavizadas, por negarse a la entrega de la ciudad), lo cierto es que la mayor parte del territorio se ocupó sin apenas combate. Muchos nobles locales, por ejemplo en Orihuela o en Tarazona, optaron por el vasallaje o la conversión al Islam y aceptaron la conquista para conservar sus posesiones.

Sea como fuere, el caso es que la invasión musulmana ilustra con qué facilidad puede conquistarse un estado cuando la mayor parte de su población no tiene nada que defender, y aquellos que sí tienen algo que perder han perdido la voluntad de defenderse.

No he podido evitar acordarme de ese episodio al leer esta semana una catarata de declaraciones sorprendentemente conciliadoras para con Podemos, a quien el CIS acaba de confirmar como primera fuerza ya en intención directa de voto.

Que Pedro Sánchez diga que no descarta pactos puntuales con Podemos, resulta comprensible, especialmente teniendo en cuenta que casi dos millones de sus electores se han pasado ya a Pablo Iglesias. Que Izquierda Unida lloriquee, un día sí y otro también, implorando un pacto a la formación política de moda, es patético, pero casi obligado, puesto que está siendo absorbida a velocidad de vértigo por Podemos.

Algo más sorprendente ha sido ver a Núñez Feijóo decir que él es "más de Podemos que los de Podemos"; ver a José Antonio Monago reiterar que no le importaría gobernar con Podemos o ver a Cristina Cifuentes afirmar que la aparición de Podemos "tiene más cosas buenas que malas". Y el remate del tomate ha sido escuchar a Ana Patricia Botín afirmando que la banca y Podemos tienen "un interés común", que es que España vuelva a la senda del crecimiento.

Podíamos intuir que la encuesta del CIS (o la de Metroscopia, aún más demoledora) iba a tener consecuencias en el terreno político, pero esta especie de rendición preventiva de nuestras elites patrias resulta casi cómica. Porque no olvidemos que la fuerza real de Podemos, su fuerza constatada, es ese 8% de voto obtenido en las pasadas elecciones europeas. Todo lo demás son solo encuestas: muy significativas, pero que no dejan de ser un futurible.

Ver a un partido como el PP, que cuenta con toda la potencia de fuego de su mayoría absoluta, lanzando mensajes conciliadores a un Pablo Iglesias que no tiene más arma que una encuesta, es para troncharse de la risa. E ilustra que Pablo Iglesias podría no encontrar resistencia ninguna en su camino hacia Moncloa.

Como cuando la invasión musulmana, al pueblo llano le importa un comino cambiar uno señores por otros. De hecho, lo más probable es que abra los brazos al conquistador aunque solo sea por afán de desquitarse, porque las humillaciones reales infligidas por los actuales señores duelen siempre mucho más que las humillaciones imaginadas que los señores futuros puedan infligir. Nuestras elites nacionales han conseguido, a base de prepotencias y venalidad, que sus súbditos les tengan verdadero asco, con lo que no van a movilizarse para defenderlas.

Y en cuanto a esas mismas elites, están demasiado ocupadas peleándose por las últimas migajas del botín, como para poder articular ninguna defensa. Frente a ellas, un invasor muy inferior en número, pero decidido y organizado, tiene todas las de ganar. Pasará lo que pasó con la invasión musulmana: que algunos visigodos ayudarán al conquistador, antes de ser ellos mismos sometidos; que otros visigodos optarán por la conversión, acudiendo en socorro del vencedor; y que unos cuantos más se decantarán por el vasallaje, para conservar lo más posible de sus privilegios actuales.

Mientras tanto, Muza Iglesias y Tarik Monedero se parten de la risa en su campamento, viendo cómo el edificio de la casta se desmorona ante sus ojos, sin que tengan siquiera que desenvainar la espada.

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