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La Noche de los Poetas Asesinados

El Comité Judío Antifascista fue una organización creada por orden directa de Stalin en abril de 1942 y formada por intelectuales rusos de origen judío. La idea de Stalin era que ese Comité ayudara a movilizar a la opinión pública internacional en favor de la lucha de los soviéticos contra la Alemania nazi.

Miembros de ese comité hicieron una gira por diversos países occidentales, incluyendo Inglaterra y Estados Unidos, donde fueron recibidos por el propio Albert Einstein. En Nueva York, participaron en un multitudinario acto de apoyo a la Unión Soviética, que congregó a más de 50.000 personas y en el que habló también Charlie Chaplin. En aquella gira se logró recaudar más de 30 millones de dólares de la época en dinero contante y sonante, además de equipos médicos, ambulancias y medicinas.

El Comité Judío Antifascista desempeñó, por tanto, un importante papel, tanto de relaciones públicas como de recaudación de fondos, para la Rusia de Stalin durante la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, tras la guerra, el antisemistismo ruso, que había permanecido escondido mientras los judíos fueron útiles para enfrentarse a Hitler, volvió a aflorar rápidamente. Stalin prohibió que se documentaran las atrocidades de los nazis contra los judíos realizadas en territorio de la Unión Soviética, insistiendo en que esas atrocidades debían siempre presentarse como ataques al pueblo ruso, no específicamente a los judíos. Cuando miembros del Comité Judío Antifascista elaboraron el Libro Negro del Holocausto en 1946, las galeradas del libro fueron directamente destruidas, aunque la obra logró publicarse en los Estados Unidos.

La situación empeoró con la decisión de Naciones Unidas, en noviembre de 1947, de crear el Estado de Israel. El alineamiento de ese nuevo estado con Occidente hizo que Stalin prescindiera de todo disimulo.

Así, en enero de 1948, el presidente del Comité Judío Antifascista, el mismo que había logrado recaudar 30 millones de dólares para Stalin, fue asesinado por la policía secreta soviética, que disfrazó el crimen de accidente de tráfico. En noviembre de ese mismo año, el Comité Judío fue disuelto y sus principales miembros arrestados, acusados de conspiración contra la Unión Soviética. Dos meses después, los medios de comunicación soviéticos, al servicio del régimen, comenzaron una campaña de propaganda contra los que denominaban "cosmopolitas desarraigados", una forma eufemística de referirse a los judíos, a los que se pasó a pintar como enemigos del Estado. Entre los arrestados en aquella purga había periodistas, escritores, actores, muchos poetas...

Tres años y medio permanecieron en prisión los miembros del Comité Judío Antifascista antes de que se celebrara un simulacro de juicio. Tres años y medio de interrogatorios, palizas y torturas. Uno de los acusados, sindicalista e historiador, llegó a decirle al tribunal militar que, después de cada paliza, "estaba dispuesto a confesar que era el sobrino del Papa y que actuaba por órdenes directas suyas".

Finalmente, trece de los miembros del Comité fueron condenados a muerte y fusilados en la prisión de Lubyanka, en Moscú, el 12 de agosto de 1952, en la que se ha dado en llamar La Noche de los Poetas Asesinados.

¿Y qué influencia tuvo sobre la opinión pública nacional e internacional aquel asesinato disfrazado de juicio, se preguntarán ustedes? Al fin y al cabo, estamos hablando de un asesinato de intelectuales judíos muy poco después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el mundo estaba aún en estado de shock, tras el descubrimiento de las cámaras de gas nazis. Estamos hablando, además, de intelectuales judíos a los que Stalin había encargado, precisamente, mantener el contacto con círculos de Occidente para recabar en ellos apoyo para la Unión Soviética. Estamos hablando, por tanto, de personajes conocidos y bien relacionados, dentro y fuera de Rusia.

La respuesta es que no tuvo ni el más mínimo impacto. Porque la detención, los interrogatorios, el juicio y la ejecución fueron ocultados cuidadosamente. Ningún medio de comunicación informó de ello, ni dentro, ni fuera de la Unión Soviética. Los familiares de los arrestados fueron enviados al exilio nada más producirse los arrestos, sin darles ninguna información. Algunos compañeros de los miembros del Comité fueron enviados a campos de trabajo en Siberia.

No fue hasta 1955, dos años después de la muerte de Stalin, que comenzaron a filtrarse los primeros datos de aquella purga, cuando el caso fue reabierto por el régimen de Kruschev y la condena, anulada. Pero para los trece miembros del Comité Judío Antifascista fusilados, ya era tarde, por supuesto.

En España llevamos viviendo, desde el 11-M, un proceso inmoral de rendición del Estado ante una banda terrorista. Proceso que jamás podría haberse llevado a cabo sin antes anestesiar a la opinión pública convenientemente, para lo cual era necesario silenciar a las víctimas.

A ello se dedicó con denuedo Zapatero: a neutralizar a aquellas víctimas del terrorismo que se negaban a aceptar que los asesinos salieran triunfantes. A eso se dedican también ahora Rajoy y la actual cúpula del PP. Y a ello han contribuido, con más o menos entusiasmo, casi todos los medios de comunicación: a invisibilizar a las víctimas que más protestaban, a asegurarse de que su voz se oyera lo menos posible, a proporcionar la cobertura informativa para la indignidad.

Muchos medios y periodistas se sumaron, incluso, a esas inevitables compañeras de las campañas de invisibilización, que son las campañas de desprestigio. En lugar de llamar "cosmopolitas desarraigados" a las víctimas que reclamaban Justicia, como hicieran los medios soviéticos con los judíos arrestados, los medios españoles las llamaban "derecha extrema" o "radicales", pero la técnica es la misma.

Sin el silencio informativo y sus campañas de desprestigio asociadas, aquella Noche de los Poetas Asesinados no hubiera sido posible en Rusia. Sin el silencio informativo y sus campañas de desprestigio asociadas, la salida en masa de asesinos, violadores y pederastas de las cárceles españolas no hubiera tenido nunca lugar.

Con el agravante de que el de Stalin era un régimen comunista dictatorial, en el que no había prensa libre. Aquí la hay, pero muchas veces se comporta como si no lo fuera. Y la censura autoimpuesta es, a veces, mucho más severa que la te imponen.

¡Gracias, compañeros de los medios de comunicación! Muchas gracias a todos aquellos que habéis ayudado, con vuestro silencio o vuestras consignas, a que lleguemos a este punto. Sin vuestra inestimable ayuda, sin vuestra sumisión a quienes querían llevar adelante sus indignidades sin testigos, el violador del portal, el etarra Kubati o el pederasta de Canarias aún seguirían en la cárcel.

Pero, afortunadamente, ahí estabais vosotros, para salir en defensa del poderoso frente al que no lo es. Para que ninguna indignidad se combata, ni ninguna buena acción quede sin su merecido castigo.

Podéis estar orgullosos de vuestro trabajo, compañeros. ¡Habéis triunfado!

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