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La mitad de una capa

San Martín de Tours nació en el año 316, en el territorio de lo que hoy es Hungría. Hijo de un militar romano de alta graduación, pronto se trasladó a vivir a la ciudad italiana de Pavía, donde creció. A los 15 años se incorporó al ejército romano, siendo destinado a una guarnición de la Galia.

Se le considera un símbolo del movimiento de objeción de conciencia, porque, después de abrazar el cristianismo, se negó a entrar en combate justo antes de una batalla contra los galos, argumentando que no podía derramar sangre de otro ser humano. Acusado de cobardía, él se defendió ofreciéndose voluntario para ir al frente de las tropas, completamente desarmado. Y aunque su ofrecimiento fue aceptado, finalmente la batalla no tuvo lugar, debido a la rendición del enemigo.

Habiendo abandonado el ejército, se dedicó a la vida monástica y a la evangelización, pero su fama de hombre santo era tal, que finalmente llegó a ser nombrado obispo de Tours.

El episodio más conocido de la vida de San Martín es aquel en que, estando todavía en el ejército, se encontró en mitad de un bosque con un mendigo semidesnudo, en lo más crudo del invierno. Apiadado de aquel hombre, San Martín bajó de su caballo y, partiendo su capa en dos con la espada, le dio la mitad a aquel pobre desgraciado.

La parte de la capa que San Martín conservó se convirtió en una famosa reliquia, que se guardaba en el oratorio de los reyes francos, en la abadía de Marmoutier. En latín, a aquel trozo de capa se lo llamaba capella, es decir, "capita". Por extensión, pronto se comenzó a llamar capella al propio oratorio, mientras que al sacerdote encargado de custodiar la capa se lo llamaba capellán. Y, con el correr de los siglos, la palabra capella empezó a usarse para designar cualquier oratorio. De ahí es, exactamente, de donde viene nuestra actual palabra "capilla".

No he podido evitar acordarme de la historia de San Martín al escuchar, el otro día, la entrevista que Federico Jiménez Losantos le hizo a Santiago Abascal, y en la que el líder de Vox lanzó una idea que convendría tener siempre muy presente. "Un mileurista en España", decía Abascal, "no es otra cosa que un dosmileurista atracado por el Estado". Se refería con ello a que, después de echar las cuentas de los impuestos directos e indirectos que pagamos, resulta que las personas con un salario medio-bajo entregan aproximadamente la mitad de lo que ganan al Estado, en forma de diferentes tasas y tributos.

"¿Y qué tiene San Martín que ver con eso?", se preguntarán ustedes.

La razón de que me acordara de la historia de San Martín es ese episodio de la capa. ¿Cuál es el motivo de que San Martín entregara a aquel mendigo la mitad de su prenda de abrigo, en lugar de regalársela entera? Pues que en el Ejército romano, para obligar a los soldados a cuidar lo mejor posible de la ropa, las prendas se pagaban a medias: la mitad la pagaba el Ejército y la otra mitad el propio militar. Con lo que, estrictamente hablando, a San Martín solo le pertenecía la mitad de la capa que llevaba: la otra mitad era del Ejército. Así que San Martín entrega a aquel mendigo solo aquello que a él le pertenece: la otra mitad de la capa no la puede regalar, porque no es suya.

Hoy en día, cualquier persona con salario medio o bajo que deseara regalar el dinero que gana a los pobres, se encontraría en una situación numéricamente similar a la de San Martín. Por mucho que quisiéramos, no podríamos regalar todo lo que ganamos a los necesitados, por la sencilla razón de que la mitad de lo que ganamos no nos pertenece, sino que es propiedad del Estado, que se incauta de esos ingresos.

¿No les parece a ustedes abusivo? No hablamos de sueldos millonarios, sino de salarios medios o bajos. Que el Estado se lleve, por una vía u otra, la mitad de lo que ganas, es una auténtica barbaridad.

Por terminar con San Martín, su festividad se celebra el 11 de noviembre, fecha en que en muchos lugares de España tiene lugar la matanza del cerdo. De ahí la famosa frase "a cada cerdo le llega su San Martín".

A ver si tenemos suerte y algún día le llega su San Martín a esos impuestos abusivos y odiosos con que el Estado nos encadena.

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