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La Inquisición Climática

El pasado 2 de diciembre, Roger Pielke Jr. publicaba en el Wall Street Journal un artículo con el descriptivo título de "Mi desgraciada vida como hereje del clima".

Roger Pielke es licenciado en Matemáticas, máster en políticas públicas y doctor en ciencias políticas. Además de ser profesor en la Universidad de Colorado, trabajó en el Centro Nacional de Investigaciones Atmosféricas, recibió el premio de la Sociedad Geológica Americana y es doctor honoris causa por la Universidad de Linköping, en Suecia.

Pielke cree que existe el calentamiento global, que el Hombre es parcialmente responsable de ese calentamiento y que es necesario actuar para impedir las emisiones de gases de efecto invernadero. Es decir, Pielke no es un escéptico del denominado "cambio climático". Todo lo contrario. Pero cometió el error de decir que no es verdad que ese cambio climático provoque aumentos de huracanes, tornados o inundaciones. Ese era su campo de especialidad y llevaba 20 años investigando los desastres naturales, así que se limitó a publicar los datos con los que cuenta, desmintiendo que ese tipo de desastres naturales sean ahora más frecuentes que antes. Todo lo contrario: nuestra memoria tiende a magnificar los sucesos cercanos y olvidarse de los más lejanos en el tiempo, pero los datos demuestran que estos últimos años han sido relativamente buenos, porque hemos tenido menos desastres naturales de lo habitual, según Pielke.

De nada valió que Pielke fuera un defensor de la existencia del calentamiento global. Atreverse a contradecir los dogmas de los alarmistas, aunque fuera un dogma menor como el de que ahora hay más desastres naturales, le valió a Pielke ser tachado de hereje y ser convertido en objetivo de todos los ataques. Durante años, tuvo que soportar las críticas y descalificaciones de activistas del ecologismo, de periodistas y de políticos. Sus críticas a un aspecto relativamente secundario de los informes alarmistas del IPCC le valió ser tildado de negacionista, a pesar de que el IPCC le terminó dando la razón.

Periodistas y publicaciones especializadas le hicieron poco a poco el vacío. Fue advertido públicamente por alguna de esas revistas de que pasaba a engrosar "la lista negra" de personas a las que no llamar. Periodistas que sí que le pedían opinión fueron objeto de campañas de acoso por pedírsela.

En 2013 testificó acerca del tema de los desastres naturales ante una comisión del Congreso y del Senado de los Estados Unidos, hablando de lo que era su campo de especialidad. Poco después, el consejero científico del Presidente Obama publicó un comunicado en la propia web de la Casa Blanca descalificándole.

En 2014, comenzó a colaborar con la revisa online FiveThirtyEight e inmediatamente se desató una campaña de activistas y medios defensores del "cambio climático", que no cesó hasta que fue despedido.

Poco después, nada menos que todo un congresista, el demócrata Raul Grijalva, solicitó formalmente a la Universidad de Colorado que abriera un expediente a Pielke, sugiriendo que trabajaba a sueldo de la petrolera Exxon. El expediente demostró que era mentira esa acusación y la Universidad exoneró a Pielke de cualquier sospecha, pero el daño a su reputación ya estaba hecho.

De modo que, al final, Pielke tiró la toalla. En la actualidad ha abandonado el que era su campo de especialidad y se dedica a otros temas de investigación menos conflictivos.

Si esto es lo que hacen los defensores del denominado "cambio climático" con los que, sin ser escépticos, se atreven a cuestionar alguna parte menor de sus dogmas, imaginen el silenciamiento, la persecución y la descalificación de todos esos otros científicos que niegan directamente que existe ningún calentamiento global provocado por el Hombre.

Es la nueva Inquisición Climática. La negación de la Ciencia.

Pero claro, cuando uno ve que Obama tenía presupuestados para 2017 la friolera de 13.800 millones de dólares para investigaciones relacionadas con el denominado "cambio climático", se comprende que algunos se pongan nerviosos si alguien pone en riesgo, aunque sea mínimamente, la gallina de los huevos de oro.

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