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La ideología (de Pablo Iglesias) mata

Dicen que la realidad imita al arte. Y esta semana hemos tenido un ejemplo.

En una de las escenas finales de la película Apocalypse Now, el coronel Kurtz (interpretado por Marlon Brando) cuenta cómo el Viet Cong, la guerrilla comunista vietnamita, entró en una aldea donde los americanos acababan de vacunar a los niños y se dedicó a cortar sistemáticamente los brazos a los niños vacunados.

Esa atrocidad es ficticia. Es cierto que el Viet Cong perpetró horribles masacres contra la población civil de su propio país, como la de Dak Son, una aldea cuya etnia era partidaria del gobierno de Vietnam del Sur y donde quemaron con lanzallamas a todos los habitantes. O como la de Hué, donde tras la toma de la antigua capital imperial durante la ofensiva del Tet, las tropas del Viet Cong masacraron a casi tres mil personas. Los testigos presenciales cuentan cómo, a lo largo de una semana de horror, se exterminó a familias enteras consideradas políticamente indeseables, asesinando a hombres, a mujeres, a ancianos, a niños e incluso a las mascotas.

Pero no existe ningún episodio en la Guerra de Vietnam similar a lo que se cuenta en la película. Se trata de un invento del guionista. O más bien, de una adaptación: la película Apocalypse Now es una traslación a la Guerra de Vietnam del libro de Joseph Conrad "En el corazón de las tinieblas", cuya acción transcurre en el Congo Belga durante el mandato de Leopoldo II de Bélgica, un terrible genocida cuyas tropas recurrieron con frecuencia a las mutilaciones en masa para castigar a la población civil rebelde.

No es verdad, por tanto, que el Viet Cong cortara los brazos a ningún niño vacunado. ¿Habría alguien tan fanático, tan lleno de odio, como para hacer algo así? Pues cortar los brazos de los niños, no lo sé, pero esta semana hemos descubierto que Pablo Iglesias y algunos colegas suyos de Podemos serían capaces de dejar morir a los enfermos de cáncer con tal de poder proseguir su campaña contra Amancio Ortega.

Los oncólogos, las asociaciones de enfermos y la sociedad en general han reaccionado con estupor ante las declaraciones de Isabel Serra y Pablo Iglesias. Declaraciones en las que, despreciando el dolor y la necesidad de esperanza de tantos pacientes, han abogado por renunciar a unas máquinas que ya están permitiendo tratar (porque no es la primera donación que Amancio Ortega hace) a miles de enfermos, reduciendo las listas de espera. Y que están permitiendo mejorar espectacularmente la calidad de vida de los afectados por el cáncer: una de esas máquinas, por ejemplo, permite dar sesiones de radioterapia de tres minutos, en vez de la media hora que hacía falta antes, y reducir los días de tratamiento del cáncer de próstata de 38 a solo 6.

Los dirigentes de Podemos han tratado, sin éxito, de argumentar su incomprensible rechazo:

- Han dicho que Amancio Ortega defrauda a Hacienda, una difamación inadmisible, puesto que Amancio Ortega cumple escrupulosamente con sus obligaciones tributarias legales. A diferencia, por cierto, de algún dirigente de Podemos.

- Han dicho que Amancio Ortega usa "ingeniería fiscal" para pagar menos impuestos. Como si ajustarte a la ley para pagar los mínimos impuestos posibles fuera algo reprochable. ¿O es que los dirigentes de Podemos han renunciado alguna vez a aplicarse, por ejemplo, las deducciones por compra de vivienda a las que tuvieran derecho?

- Han dicho que la sanidad no puede financiarse con caridad, sino con inversiones públicas, como si las donaciones privadas impidieran al Estado invertir lo que le de la gana o fueran incompatibles con la inversión estatal.

- Han dicho que no puede ser que los millonarios decidan quién recibe esos equipos. Se ve que ignoran que los equipos de Amancio Ortega han ido a parar a todas las autonomías: 61 a Cataluña, 23 a Madrid, 36 a Andalucía, 26 a Galicia, etc., etc.

En realidad, todo eso son argumentos pobres para tratar de defender lo indefendible. Porque el rechazo de Pablo Iglesias viene, en realidad, del hecho de que la donación de Amancio Ortega pone de relieve que hay cosas que están por encima del poder político y fuera de su alcance; cosas que escapan al control de quienes solo ven en el poder una forma de dominación sobre la sociedad; cosas que la sociedad civil puede realizar sin que el estado intervenga; personas capaces de triunfar saliendo de la nada y sin deber nada a los políticos y que deciden compartir una parte de lo que tienen con la sociedad... La donación de Amancio Ortega pone de relieve que las personas individuales hacen a veces más por las personas que el propio Estado. Y, desde luego, que un Amancio Ortega es mil veces más útil a la sociedad que cuarenta Pablos Iglesias.

Desde esa perspectiva ideológica que anhela neutralizar todo lo que no es estatal y que concibe la sociedad como algo a controlar de forma completa, puedo entender que Pablo Iglesias y sus colegas de partido puedan criticar a Amancio Ortega. Pero confieso que jamás hubiera esperado que llevaran su ideología hasta el punto de pedir que se rechacen los equipos donados por el dueño de Inditex, mostrando un completo desprecio por los enfermos de cáncer. Jamás hubiera esperado que se atrevieran a dejar tan claro que preferirían que los enfermos de cáncer se mueran, antes que renunciar a sus planteamientos ideológicos. De ahí que me acordara de esa historia del general Kurtz.

Lo siento, señores de Podemos, pero demuestran Vds. ser mala gente. Quien, teniendo en su mano reducir el sufrimiento ajeno, no lo hace, exhibe una total falta de empatía con el prójimo. Y muchas psicopatías se basan, precisamente, en la falta de empatía: es decir, en la imposibilidad de los psicópatas de ponerse en la piel de otros.

Las palabras finales del coronel Kurtz en la película de Coppola (y de su alter ego en el libro de Conrad) son una exclamación: "¡El horror! ¡El horror!".

Dan Vds. miedo, señores de Podemos. Porque la pregunta inevitable es: si la muerte de un enfermo de cáncer es para Vds. menos importante que su propia ideología, ¿cuáles son sus líneas rojas? ¿Hasta dónde estarían Vds. dispuestos a llegar para imponer a los demás su visión del mundo?

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