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La excepción Galileo

Uno de los mantras más repetidos contra la Iglesia católica - una parte de su Leyenda Negra - es su supuesta oposición al progreso científico y a la Ciencia en general. Se trata de un mantra que invariablemente es justificado, por quienes lo repiten, con el famoso juicio contra Galileo.

Pero esa Leyenda Negra no solo es falsa, sino que, en realidad, buena parte de la Ciencia moderna se la debemos, precisamente, a la Iglesia católica y a científicos católicos.

Fue un padre franciscano, Roger Bacon, quien se convierte, en el siglo XIII, en uno de los principales pioneros y defensores del método científico y de la observación empírica.

Fue un matemático católico, el italiano Fibonacci, quien populariza en Europa, en el siglo XIII, el sistema de numeración arábigo, sin el que las Matemáticas modernas hubieran sido imposibles.

Fue un obispo católico, San Alejandro Magno, quien, gracias a sus estudios de alquimia, consigue aislar por primera vez en el siglo XIII el arsénico y experimenta por primera vez con compuestos fotosensibles, considerándosele uno de los precursores de la Óptica moderna. De hecho, avanzó la hipótesis, hace ochocientos años, de que la velocidad de la luz era finita.

Católico era Gutenberg, inventor de la imprenta en el siglo XV, sin la cual los avances científicos de los últimos siglos no hubieran podido producirse. Como también lo era Agrícola, quien sentó las bases de la Mineralogía moderna en el siglo XVI.

Fue un canónigo católico, Copérnico, el padre de la Astronomía moderna y de las teorías heliocéntricas, en el siglo XVI.

Católico fue Pascal, matemático, físico y filósofo de la ciencia del siglo XVII. La unidad de presión se denomina pascal por sus estudios físicos.

Era católico Descartes, padre de la Filosofía moderna y prominente matemático del siglo XVII. A los sistemas de coordenadas tradicionales los llamamos cartesianos en su honor. A Descartes se le responsabiliza de la conversión al catolicismo de la reina Cristina de Suecia, que se vio obligada a renunciar al trono por abandonar la fe protestante.

Padre jesuita fue Grimaldi, el primero en describir el fenómeno de la difracción de la luz en el siglo XVII y el que inventó, de hecho, la palabra difracción.

Católico era también Lavoisier, considerado el padre de la Química moderna. Dio nombre, en el siglo XVIII, al oxígeno y al hidrógeno y contribuyó a desarrollar nuestro actual sistema métrico. Fue guillotinado durante la Revolución Francesa.

Fue un científico católico, el italiano Volta, el inventor de la pila eléctrica, a finales del siglo XVIII. En honor suyo, la unidad de tensión se denomina voltio. Como también era católico el francés Ampere, uno de los padres del Electromagnetismo, a principio del siglo XIX. En honor suyo, la unidad de corriente eléctrica se llama amperio.

Católico y fraile agustino fue Gregor Mendel, el padre de la Genética moderna, descubridor de las leyes de la herencia a mediados del siglo XIX.

Católico era Pasteur, padre de la Microbiología e importante contribuidor a las técnicas de vacunación y de esterilización a finales del siglo XIX.

Sacerdote católico era el vulcanólogo Mercalli, que a finales del siglo XIX desarrolló la escala de medida de la intensidad de los terremotos que lleva su nombre.

Católico era Henri Becquerel, que recibiría el Premio Nobel en 1903, junto con los esposos Curie, por el descubrimiento de la radioactividad.

Sacerdote católico era el belga Georges Lemaitre, pionero en la aplicación de la Teoría de la Relatividad General de Einstein a la Cosmología y padre de la teoría de la expansión del universo y del Big Bang.

Católico convertido luego al anglicanismo era Marconi, inventor de la radio a principios del siglo XX.

Converso católico era Von Neumann, matemático, físico, economista e ingeniero del siglo XX. Inventó la Teoría de Juegos, participó en el Proyecto Manhattan y fue uno de los padres de las computadoras digitales.

Monja católica era Mary Kenneth Keller, primera mujer en obtener un doctorado en Ciencias de la Computación en los Estados Unidos y miembro del equipo que diseñó el primer lenguaje popular de programación de ordenadores personales, el BASIC.

Como también fueron católicos Antoine César Becquerel, Avogadro, Braille (el inventor del sistema de lectura y escritura para ciegos), Cassini (descubridor de cuatro satélites de Saturno y de la estructura de los anillos de ese planeta), Coulomb, Fallopio, Foucault , Fresnel, Roentgen (descubridor de los rayos X) o Torricelli (inventor del barómetro).

Al igual que también fueron católicos otros muchos matemáticos de renombre, como Bolzano (que era sacerdote), Cauchy o el famoso Fermat, uno de los más insignes matemáticos de la Historia.

Así pues, la Leyenda Negra sobre la Iglesia Católica y la Ciencia es una pura y simple patraña. El caso de Galileo es la excepción, no la norma. Personalmente, no conozco ningún otro ejemplo de científico al que la Iglesia Católica condenara por sus ideas científicas.

Es verdad que la Iglesia de Roma ha tardado, en algunas ocasiones, en adaptarse a los cambios experimentados por la Ciencia, particularmente en el caso de la teoría heliocéntrica y de la teoría de la evolución, pero no solo se ha terminado adaptando mucho más rápidamente que algunas otras ideologías, sino que miembros de la Iglesia han sido decididos impulsores de los avances científicos en casi todas las ramas del saber, incluidas la teoría de la evolución y la teoría heliocéntrica.

Todo eso por no mencionar la labor de preservación, divulgación e impulso del conocimiento realizada por los monasterios católicos medievales o por las universidades que la Iglesia católica fundó en medio mundo.

La Iglesia no tiene, por tanto, nada que hacerse perdonar en el terreno de la Ciencia. Por el contrario, la Ciencia tiene, en general, mucho que agradecer a la Iglesia católica y a los católicos.

Y conviene dejar constancia de ello.

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