Menú

La curva de Laffer que no era de Laffer

Seguro que todos ustedes han oído hablar alguna vez de la famosa Curva de Laffer.

Arthur Laffer es un economista americano que fue asesor de Ronald Reagan y la curva de Laffer no es otra cosa que el enunciado de un principio bastante sencillo de entender: cuando en un país subes los impuestos más allá de un cierto límite, los ingresos tributarios, en vez de aumentar, comienzan a disminuir. Tratando de ganar más, el gobierno termina ganando menos.

Lo que quizá no sepan ustedes es que la curva de Laffer, en realidad, no la descubrió Laffer.

El término lo popularizó un periodista del Wall Street Journal, Jude Waninski, en 1978. En un artículo, ese periodista contaba que cuatro años antes había comido en un restaurante de Washington con Laffer y con dos miembros del Partido Republicano: Dick Cheney y Donald Rumsfeld.

En aquella comida, Laffer, que por aquel entonces daba clases en la Universidad de Chicago, supuestamente sacó una servilleta y dibujó su famosa curva para tratar de explicar a aquellos dos políticos cómo funciona el tema de impuestos.

Cuando salió publicada aquella crónica periodística que popularizó la Curva de Laffer, el propio Laffer apenas se acordaba de esa comida celebrada en 1974, ni tampoco recordaba que hubiera dibujado ninguna curva en una servilleta. De hecho, Laffer comenta con bastante sorna que duda mucho de que él dibujara nada en una servilleta, porque en aquel restaurante se utilizan servilletas de tela y a él su madre le enseñó a no estropear la mantelería.

Y también aclara Laffer, en un artículo publicado en 2004, que el concepto, en realidad, no es suyo.

Para empezar, ya había sido expresado con palabras anteriormente por otro famoso economista, John Maynard Keynes, en uno de sus libros. Aunque el concepto es muy, muy anterior. Laffer cuenta que esa idea ya fue enunciada vagamente en el siglo XIV por Ibn Jaldún, historiógrafo, historiador, sociólogo y economista árabe nacido en Túnez, pero de ascendencia española. La familia de Ibn Jaldún procedía, concretamente, del pueblo sevillano de Dos Hermanas.

Así pues, la curva de Laffer no es de Laffer, sino que se la atribuyó un periodista. Pero, sea como sea, el caso es que Laffer pasará a la Historia por una curva que él mismo reconoce que no inventó.

La razón de que la Curva de Laffer adquiriera tanta fama es que permite expresar de forma visual y simple una idea que a primera vista puede resultar anti-intuitiva, pero que es de mero sentido común: a veces, para conseguir aumentar los ingresos tributarios, es necesario bajar los impuestos, no subirlos. O, dicho de otra manera: si te dedicas a subir perpetuamente los impuestos, llega un momento en que recaudas cada vez menos.

Fuera quien fuera el inventor de la Curva de Laffer, lo cierto es que, hoy en día, todos estamos familiarizados con el concepto. Todos, menos el señor Montoro, que ayer se mostraba sorprendido al comunicar en el Consejo de Ministros que, a pesar de todas las subidas de impuestos, este año la recaudación será inferior a la prevista.

Es decir, tras crujirnos con impuestos, tasas y retenciones, lo que está sucediendo es que las previsiones de ingresos no se cumplen, porque la excesiva voracidad gubernamental está ahogando cada vez más la actividad económica privada y haciendo desaparecer los incentivos que mueven a particulares y empresas a trabajar.

Alguien debería decirle a Montoro que hace ya siete siglos que un economista árabe de origen sevillano habló por primera vez de lo que a él le está pasando. Y setecientos años son años suficientes para que hasta Montoro pueda asimilar un concepto que todo el mundo puede entender sin necesidad de haber estudiado Ciencias Económicas.

Por cierto, lo más interesante de Ibn Jaldún es que asocia esa caída de ingresos tributarios con el final de las dinastías.

Tal vez lo que nos está sucediendo es, simplemente, que el régimen se ha agotado y que, cuando los regímenes se agotan, no tienen otro remedio que seguir exprimiendo a sus súbditos hasta el final. Quieran o no quieran los gobernantes.

En ese sentido, la Curva de Laffer no sería sino la guillotina económica que termina por hacer rodar la cabeza de los gobernantes caducos.

Herramientas

0
comentarios